Home Reflexion Semanal ¿Policía del lenguaje?

¿Policía del lenguaje?

¿Policía del lenguaje?
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La situación se marras se desencadena por una frase en un pizarrón de un boliche montevideano y tuvo repercusión internacional. Pero no es la primera vez que se producen los linchamientos en las redes sociales. ¿Recuerdan el baile de las chicas con shorts? ¿El viejo de la milonga en la plaza Fabini? ¿La pelea por un taxi de la joven negra en Azabache? ¿El chiste de Bergara sobre las esposas? ¿El cuplé de los charrúas de Agarrate Catalina? ¿O el  personaje de Gayman de Cucuzu en carnaval?

Todo parece apuntar a un estricto control por partes de defensores de lo políticamente correcto en todos los ámbitos de la sociedad.

¿Se está creando una Stazi progresista? ¿No hay lugar para el humor? ¿Están actuando las autoridades al grito de la tribuna? ¿O son las autoridades las que hacen gritar a la tribuna? ¿El decano de CCEE metió la pata con su tuit? ¿Alguien tuvo sensatez en todo este episodio? ¿Estamos incentivando la censura previa para evitar la condena social? ¿Quién pone los límites de lo políticamente correcto? ¿Deben existir límites? ¿Es lo políticamente correcto enemigo del pensamiento crítico? ¿Cuánto pesa el mundo digital en la vida real?

 

¿PROGRES CON TOLE@RANCIA CERO?

Andrés Copelmayer

 

Con la moda de linchar a quien disienta con el “deber ser”, si el General Seregni viviese, seguramente ardería en la hoguera pública encendida y custodiada por los neo security del bien común. Líber practicaba y pregonaba “decir lo que se piensa y hacer lo que se dice”, como forma de vida. Muy distinto a decir lo que creen que la mayoría quiere escuchar y ocultar lo que se piensa para hacerlo en privado.  Correr de atrás la globalización con los lienzos bajos, es casi tan ridículo como cobrar un penal al grito con la tribuna vacía. Las redes sociales tienen una bizarra traducción moral. Gran parte de los decisores las interpretan desde el más rancio deseo de mantener su cuota personal de poder. La comunicación virtual desnuda la incapacidad dirigencial de manejar el caos de la libertad en su más cruda expresión. Fundamentalmente por no integrar a sus cuadros, escuchar ni entender la plataforma de lenguaje de los jóvenes. Se confunde la agenda de la defensa y ampliación de los derechos ciudadanos, con la hipocresía del deber ser 100% políticamente correcto. Demasiados líderes de opinión Interpretan el sentir de la opinión pública confundiendo harina con pan rayado. Por suerte los uruguayos seguimos siendo falibles y cruelmente humanos; para bien y para mal. Querer imponer tabla rasa a las diferentes sensibilidades de nuestra gente, no es autoridad sino autoritarismo. Así travestimos la reserva moral en moralina de maracuyá y tulipán. Ciertamente es necesario dar señales para consensuar con paciencia los lentos procesos de cambio cultural. Pero sin sancionar implacablemente y al boleo el humor ni la miseria humana que nos habita. No se ganan votos desde el mesianismo ideológico que presupone una sociedad robótica, de protocolo y sin conflictos. Intentar acabar por decreto con el machismo, el criticismo revulsivo, la intolerancia racial, el humor popular, la discriminación por miedo al diferente, y el radicalismo libertario; es tan inútil como prohibir las flatulencias. Vender la utopía de “Un Mundo Feliz” es renegar de la naturaleza humana. En 1932, e inspirado en W. Shakespeare, Aldous Huxley ya escribió esa tremenda novela de final trágico. Con brutal sarcasmo anticipó el desarrollo en tecnología reproductiva, cultivos humanos e hipnopedia, que articuladas lograban un cambio radical en la vida cotidiana de la sociedad. En la novela el desarrollo científico tecnológico, lograba seres perfectos. La humanidad convivía eternamente sana, very happy, sin guerras ni necesidades insatisfechas de ningún tipo. La fina ironía de Huxley, quien crítica ferozmente a los modelos totalitarios e hiper capitalistas, radica en señalar que el precio de alcanzar esa beatitud social distópica, implica arrasar con el “salvajismo” de los afectos, los equívocos, la familia, las libertades, las creencias, el arte y la diversidad cultural. Paradoja. Todos los 14 de abril el Centro Militar, en su homenaje a los caídos en la lucha contra la subversión, haciendo pleno uso y abuso de la libertad de expresión que les concede esta democracia recuperada, vuelve a reivindicar el valor nacional supremo del golpe de estado. Siguen negando delitos de lesa humanidad y el terrorismo de estado. Van tan lejos, que en el último y reciente aniversario expresaron que durante el golpe no hubo torturas. Con la puntillosidad de la obediencia debida de los malos militares, nos enseñan que “no hay que confundir tortura con apremio físico. Se puede dejar a una persona detenida un tiempo prudencial hasta que se canse y pueda hablar, pero eso es apremio físico, no tortura”. Libérrimos hasta para negar los cientos de violaciones, submarinos, plantones y picanas que todavía nos duelen. Pero hete aquí que tal uso de la libertad de expresión, curiosamente causó mucho menos escozor dirigencial y mediático que la frase que apareció en la pizarra del Coffee Shop de Pocitos cuyos dueños son gringos: «No dogs or mexican allowed». Pizarra en la que diariamente suelen publicar frases humorísticas. Podemos no compartir el humor del bar, que replica la sátira sobre el sur norteamericano del SXIX presente en la película de Q.Tarantino “Los 8 más odiados”. Pero el malentendido es una nimiedad comparado con los dichos del Centro Militar sobre los que casi nadie se animó a decir nada. ¿Será porque los militares retirados no usan twitter? No creo. Luchemos por más libertad con responsabilidad y para que cada quien actúe libremente y se haga cargo personal e institucionalmente de las consecuencias de sus actos. La culpa no es de las redes sino de quien le rasca los caracteres.

EL URUGUAY FASCISTA

 

Washington Abdala

 

El Uruguay fascista aflora bastante seguido. Es casi una debilidad nacional encontrar en falta a alguien para mandarlo a las mazmorras. Se está en falta por putear, por calentarse contra algún gobernante corrupto (y decirlo), por mirar algún glúteo, por comentar  lo insoportable de tal o cual impuesto, por decirle a alguien “que bonita que estás”, por ser lo que se llama “políticamente incorrecto. ¡Pero tranquilos uruguayos! Esto pasa no solo pasa acá, sucede en todo el mundo, donde las morales van construyendo tiempos con valores que le son propios, y donde los péndulos van de un lado para el otro sin claridad. Si tienen Netflix (o se infiltran en la red) miren el último Stand Up de Louis C.K. 2017 y verán como hasta en el humor hay que ir buscando huecos para ir a fondo porque lo explícito jode, molesta y dicen que ofende. Es una nueva forma de fascismo que se impone por las mayorías que creen que así se defiende mejor a las minorías. No es culpa de ellas, pero terminó así. Es un reduccionismo asfixiante.

Lo central es entender que la moral del presente (estúpida y necia, como todas las morales de todos los tiempos, convencidas que son portadoras de “la verdad”) son solo eso: creencias que buscan ordenar a los jugadores en la cancha. Punto. Soportar es la consigna. Tolerancia aguantadora. ¡Y quebrarlas hasta armar la otra cosmogonía! Por cierto sin diatribas o difamaciones. Pero se puede ampliar el ámbito de la libertad de expresión hoy acotado por todo esto.

Tampoco neguemos que estamos mejor que hace veinte años, o cuarenta, porque esa es la trampa con la que algunos nos trafican. Y eso no hay que permitirlo. Los derechos de tercera, cuarta y quinta generación existen, están, son válidos y hay que defenderlos. Pero eso no implica que tenga que salir a la calle a militar ninguna causa y menos que me tenga que sentir acorralado por causas que no me convocan. O sea, los mejicanos, los negros, los turcos (¡uyyy!), los libaneses, los judíos alguna cosita sabemos de lo que es vivir discriminados y puteados. (En mi último stand up me reí de mis abuelos sirios, y cero stress, que le voy a hacer si todos hablan bien de los sirios pero nadie los quiere. ¡No jodan, no seamos cínicos!)

Lo que da con el tamaño de “la aldea” es haber discutido sobre esta pelotudez varios días. Más ridícula aún fue la Intendencia armando un bardo de manera penosa. Triste el universitario que no entendió nada y disparó la  maquinaria infernal. Le faltó cultura.

Cansa un poco el Uruguay. Si no entendiste que la frase era de una película en un boliche que le sirve comida a los turistas, lamento, es tu culpa, no imputes nada donde no existe intención de ofender o discriminar. Es tu prejuicio el que está operando allí. O sea, tu prejuicio ignorante disparó una injusticia. Error, error y error del Estado y sus gobernantes, que para el caso son lo mismo.

Eso es este país: el reinado del prejuicio cínico, escondido, sórdido y mal oliente. Y a veces aflora de manera horripilante. Eso es la gente por detrás, a tus espaldas: habla mal, despotrica, cree que el frentacho es rencoroso, que el facho es ricachón y que el de Asamblea Popular está loco. (¿”Facho y frentacho” no está muerta esa valoración carajo?) Todas guasadas, arquetipos ficticios y tipologías burras. Este es el país del prejuicio donde hasta para defender una causa justa como la del femicidio parece que hay que pedirle permiso a unas militantes que se creen propietarias monopolistas de la causa y del dolor. Eso es ser “aldea” como decía Julio Herrera y Reissig, una aldea pequeña, miserable, odiadora, mezquina e injusta.

El cartel me importó un pito, pero la repercusión institucional que generó me causó espanto. La comuna mandando sus perros por vía indirecta me dio la impresión que era la Alemania de 1933. ¿Ese es el Uruguay que queremos donde  dicen que impera el estado de derecho? ¿Dónde las autoridades tienen obligación de tener tino y no funcionar al primer grito histérico del ladrido de turno? ¿Este país -en serio- pretende así superarse y ser mucho más de lo que hasta ahora es por fuera de la norma legal? Pues no me parece…Me da la impresión que si seguimos así seremos más de esto, que nos escudriñaremos de costado, que el Estado será este señor atrevido que puede con nosotros y que nos lleva de pesados. Odio este Estado entonces. No es el que se supone debe garantir  nuestras conductas. No tiene autoridad y menos la catadura moral si actúa de esta forma. Pero lo que no tiene es la ley que lo respalde para hacer lo que se le cante. ¡O este Estado lee la Constitución y se la aprende de memoria, o se la leeremos de mañana a las cinco de la mañana, unos cuantos de nosotros, a varios ignorantes que nos mandan creyéndose Dios! ¡Iremos con un megáfono a leerles lo que deberían saber! ¡Joder! (Por lo menos los despertaremos de su siesta ignorante).

No perdamos foco

Renato Opertti

 

Cuánto nos puede decir una frase del estado del alma de la sociedad y de la calidad de nuestra democracia realmente impresiona. Intentemos aportar algunas posibles puntas para analizar su contexto y significado.  En primer lugar, la frase desprendida de su contexto inmediato, nos parece inoportuna por tocar directamente las identidades más fuertes de las personas, y más aun en momentos en que lamentablemente presenciamos la irrupción creciente de populismos xenófobos que, a escala mundial, jaquean la convivencia y el aprender a vivir juntos entre países, grupos y personas.

En segundo lugar, la frase por así decirlo descontextualizada puede, en efecto, herir sensibilidades, pero, en modo alguno, afecta o nos pone en estado de alarma frente a la agenda de los denominados nuevos derechos asociados fuertemente a la diversidad y a la no discriminación que felizmente el sistema político y sucesivos gobiernos han promovido y que siempre es necesario recordar, proteger y fortalecer como política pública. En este sentido, el país viene avanzando.

En tercer lugar, al igual que se debe ser vigilante en la observancia de la agenda de nuevos derechos, también se debe serlo en promover y resguardar el derecho de las personas a expresarse libremente sin cortapisa alguna que puedan develar intentonas de leviatán o de gran hermano. Las personas son y deben ser responsables por la comunicación y el contenido de sus dichos, así como de sus implicancias, pero esto no puede constituir una restricción al ejercicio de la libertad y transformarse en auto-censura. De lo contrario, no somos una sociedad de personas libres.

En cuarto lugar, lamentablemente lo políticamente correcto se ha ido expandiendo como un perverso mecanismo que nos impide como sociedad discutir sobre lo sustantivo y es, en muchos casos, coto de caza de oportunistas y de oportunismos políticos que buscan sus minutos de fama. Esta situación se agrava aún más cuando lo políticamente correcto es, en efecto, un instrumento de mordaza de la expresión de ideas y percepciones de las más variadas afiliaciones y enfoques. Lo políticamente correcto nos daña como sociedad.

En quinto lugar, no se han visto similares reacciones de indignación cuando desde el sistema político y los gobiernos, se han deslizado fácil y gratuitamente frases que generalizan sobre la “haraganería” de los uruguayos, así como se ha denigrado la función pública y las profesiones – por ejemplo, escribanos y economistas-. Quizás también devela que los ciudadanos a pie no están igualmente protegidos en sus derechos en comparación a aquellos que ejercen legítimamente el poder. ¿Sociedad de iguales?

En sexto lugar, el uso del chiste, de la burla y de la ironía pueden ser entendidas como maneras descongestionadas de abordar temas sensibles y de destrabar su discusión. Una sociedad se fortalece cuando es capaz de reírse de sí misma sin que nadie se abrogue la “potestad” de adjetivar, sentenciar y establecer moralina alguna. Más bien es el reflejo saludable de la diversidad de expresiones de personas, ciudadanos y grupos que precisamente ampara la nueva agenda de derechos y que el gobierno busca positivamente expandir. ¿Una sociedad genuinamente inclusiva de la diversidad?

Por último, abrigamos el anhelo que estas discusiones no sean simplemente fuegos cruzados. Que en efecto puedan ser un aliciente y un recordatorio para que la sociedad en su conjunto tenga el coraje y la voluntad de indignarse, rebelarse y posicionarse frente al conjunto de temas que cuestionan nuestro futuro sostenible como país – paradigmáticamente la situación de la educación. No dejemos de poner la mirada en aquellas agendas que marcan el destino, la identidad y el desarrollo del país.

LA VERDAD ES LO QUE MENOS IMPORTA

 

Enrique Pintado

 

Aclaro por las dudas, que soy contrario al racismo y la xenofobia y también contrario a la hipocresía y el doble discurso.

Recientes hechos dan cuenta, que los uruguayos somos mucho más racistas y discriminadores de lo que con mucha autocomplacencia, nos creemos. Los testimonio de dominicanos, cubanos, venezolanos y peruanos que están en nuestro país delatan que lo que predomina en muchos de los uruguayos, es el doble discurso. Reaccionamos sin demasiada información frente a un cartel y a la vez discriminamos a los que vienen de otros lados a hacer lo que nosotros alguna vez hicimos; sobrevivir lejos del país que nos vió nacer.

La verdad no importa, nadie se toma el trabajo de averiguar intenciones, fundamentos y si realmente quienes declaramos culpables inquisitoriamente, no merecen dar su versión. Primero la condena y después si tienes suerte, tu acusado, podrás defenderte aunque estés condenado de antemamo.

Hace tiempo que no existe más; que toda persona  es inocente hasta demostración de lo contrario.

Hoy algunos convierten un hecho habitual en un acto bajo sospecha. Las redes son un lugar propicio para este tipo de operaciones sin nombre, ni responsables, que termina lesionando la libertad y el honor de las personas.

Recomiendo ver una serie llamada “Homeland” donde se muestra como la CIA a través de empresas, tiene cientos de personas creando perfiles de apariencia verdadera con el propósito de generar noticias falsas, para  influir en el estado de animo de las masas de modo de lograr  sus objetivos.

No digo que detrás de todo esté la CIA, la paranoia igual que la ingenuidad son erróneas.

La libertad debe ser siempre lo primero. Quienes estamos en política, tenemos que actuar guiados más por la razón que por la pasión y antes de tomar partido reunir los elementos que nos permitan acercarnos a la verdad, de la mejor manera posible.

Tenemos que evitar los linchamientos viscerales guiados por el “a mi me parece” o por el “me gusta o no me gusta”, promoviendo la búsqueda de la verdad.

El humor es por lo general una forma de expresar lo que se piensa (consciente e inconscientemente), y debería tener en cuenta los contextos. Los chistes sobre gallegos, judios, mellados, gay etc reflejan aquello de lo que nos reímos con naturalidad, dicen mucho.

Cambiar no pasa por prohibir ni por linchar sino por corregir desde la base lo que creemos que está mal.

La Libertad y la verdad deben importar por encima de todo.

Prohibido cobrar al grito

 

Marcelo Estefanell

 

Resulta harto evidente que cuando los pueblos padecen hambre todos sus esfuerzos se vuelcan a satisfacer ese déficit energético con prioridad absoluta: el objetivo es claro, hay que evitar la muerte por inanición cueste lo que cueste. En caso de tener éxito durante un tiempo —tres o cuatro generaciones—, ya bien “puchereados”, aparecen el desarrollo del pensamiento complejo, la capacidad de abstracción y el arte universal; las sociedades se complejizan, las normas se difunden y la moral se instala para cuidar lo que cada comunidad cree que es lo correcto.

Sin embargo, han pasado los siglos, los milenios, y el chusma, el moralina, el gritón, el correveydile, el que no se detiene a pensar o, al menos, no sigue aquel viejo consejo de contar hasta diez antes de lanzar la réplica, se vuelve erizo, o víbora, o zorrino, o Catón el censor, o todo a la vez; y lanza sus púas, su ponzoña y su orines con tal de preservar las supuestas “buenas costumbres” hoy renovadas y multiplicadas por millones gracias a las mal llamadas “redes sociales”.

Esto fue lo que sucedió, en síntesis, a partir del twit del impulsivo Rodrigo Arim cuando escribió:

 

“Inaceptable : cartel en cafe «no se permiten perros ni mexicanos». No es USA, es Pocitos. Propietario norteamericano. Discriminación pura.

 

Las consecuencias de está denuncia twitera son la demostración rotunda de que la tecnología concentrada en un teléfono inteligente nos permite, en tiempo real, mostrarle a todo el mundo cuan poco inteligentes somos, cuan agudos y estúpidos podemos ser, cuan progesistas, fachos, liberales y dogmáticos somos, todo al mismo tiempo. Las virtudes y los defectos se potencian; lo peor y lo mejor que tenemos como especie en general y como sociedad concreta, en particular, se multiplica hasta el infinito.

Por eso no llama la atención que desde el decano hasta la intendencia de Montevideo, en haras de “protegernos contra el racismo”, se hayan mostrado tan pacatos y reaccionarios, tan torpes también. Por eso tampoco llama la atención que tengamos que estar hablando de este diálogo de sordos y acerca de esta tendencia contemporánea de lo políticamente correcto, donde a mi amigo y compañero de trabajo (Daniel Lema) lo sigo saludando con un “Qué tal, Negro” no sin ciertas aprensiones, y hago chistes de judíos ya no tan libremente y defiendo las jineteadas pertrechándome no solo de argumentos, sino del teléfono de algún abogado, por las dudas ¿vio?

Conclusión: ya que nadie de los decanos, menos los dueños de restoranes, ni gobernantes y funcionarios de la intendencia, nadie de los medios de comunicación ni de la redes sociales, y menos quien esto escribe, ya que nadie de nosotros pasa hambre, dediquémonos a pensar antes de cobrar al grito, fijémonos como método indagar, juntar datos, bajar la pelota al piso, reflexionar y debatir en una buena. Tenemos recursos técnicos y culturales para hacerlo. Solo censuremos al dogmático que tenemos dentro, al censor, al facho, al haragán, al fanático, porque solo a eso hay que temerle. Lo demás, bienvenido sea.

NEITHER DOGS NOR PERSECUTION

Marcelo Bacigalupi

En apariencia el observador distraído podría decir que el episodio del pizarrón en el bar del Parque Rodo es un hecho ridículo, irrisorio, que no merece se gaste una sola gota de tinta de las plumas de los columnistas de VOCES ni de tiempo de sus selectos lectores. Empero, merece tratarse por enmarcarse, como lo señala la propia pregunta que el semanario nos hace, en un panorama confuso y sombrío de censura a la libre expresión del pensamiento, derecho consagrado en el artículo 13° del Pacto de San José de Costa Rica.

Por supuesto que como todo derecho tiene límites, y ellos vienen dados por la lesión del derecho ajeno, la difamación o la injuria. Tratándose estas ultimas de conductas criminales –así lo consagran consistente y uniformemente los distintos códigos penales del mundo civilizado- debe probarse dolo, esto es, mala fe para imputarle tal reproche penal y por ende constituir un exceso en el ejercicio del derecho humano mencionado.

En el caso del pizarrón claramente no quedo probado el dolo, no siendo necesario demostrar que no hubo intención, porque sería invertir la carga de la prueba, algo absolutamente antijurídico.

Esta es a mi juicio una aproximación a la calificación legal. Ahora bien, caben consideraciones éticas y políticas. Tratándose de un ciudadano extranjero que angelicalmente pensó que el Uruguay de Mujica era una viña y vino a invertir, que no conoce la sensibilidad con la que se vienen manejando estas cosas, quedaría eximido a mi juicio del reproche ético también, sin perjuicio de reconocer lo infeliz y desacertado del presunto chiste. ¿Fue una broma? ¿A quien le resulta graciosa esa frase teniendo en cuenta que está en un idioma extranjero y que proviene de una película que desconoce la enorme mayoría de los uruguayos, entre los que orgullosamente me incluyo?

El decano Arim es mi decano, soy un hijo de esa casa de estudios y no puedo hacerme el distraído a la hora de emitir una opinión. Creo que cometió un error de apreciación, pero también creo que le asiste razón en su argumentación posterior en cuanto a que la frase esta descontextualizada. Su tuit se viralizo y aquellos polvos trajeron estos lodos.

Esto debió ser una anécdota más de las que nutren nuestra convivencia urbana pero que en modo alguno puede justificar el accionar de inspiración totalitaria de la Intendencia de Montevideo, del Ministerio de Trabajo y de lo que podría denominar la patrulla moral de este país. Es esa misma patrulla que cuando se violaban los DDHH en los hogares del INAU no abría la boca, la misma patota que no se entera que prendieron fuego y dieron muerte a una policía en su casa. Son los viciosos de los hashtags, que etiquetan la vida y a la gente, desde un sitial de superioridad que tal vez esconde sus miserias.

Mientras tanto, como sonseando, el gobierno nos va recortando derechos. El otro día se hicieron los vivos con el decretazo anti piquete, hoy es esto, ¿mañana que sigue? ¿Será que ahora no se puede violar la constitución en el Parlamento porque perdieron las mayorías y entonces se hace a través de meras decisiones administrativas arbitrarias?

Es hora de responsabilizar a los gobernantes de los actos cometidos con negligencia en perjuicio de los administrados, que para eso está previsto en la Constitución. Si duele el bolsillo tal vez la cordura aparezca milagrosamente, como el agua que brota de un manantial que hace años se ha secado.

LA COMISARIA Y LOS DINOSAURIOS

 

Miguel Manzi

 

Repasemos los hechos: (1) Los dueños de un boliche de Pocitos incurrieron en una boutade, según la RAE: “Intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar”. (2) Un decano de una facultad vio la boutade escrita, se impresionó, le sacó una foto y mandó un tuit. (3) Otros internautas replicaron el mensaje con sus propias impresiones, alcanzando escala planetaria por cuenta de las redes. Hasta aquí, exhibiciones personales (numerosas pero personales) de mediocridad. (4) Entonces, una estrella del firmamento mediático, devenida autoridad departamental, se enteró del asunto y reaccionó enérgicamente. ¿A título personal? No, como autoridad que es de la Intendencia de Montevideo. Y le cayó con todo al boliche en cuestión, al toque, en medio de la tormenta de bytes; con el apoyo del mismísimo Intendente.

Valoremos ahora esos hechos: (1) El Diccionario Oxford aporta otra definición de boutade: “Dicho o hecho paradójico pero poco eficaz o adecuado”, y la ilustra: “Se retracta y reconoce que lo dicho fue tan solo una boutade”. En lo que toca a los bolicheros, no da para más. (2) Que haya un decano tan impresionable, en cambio, es inquietante; por sus responsabilidades, se esperaría otra ponderación. Sus descargos publicados en La Diaria no me parecieron convincentes: el cartel no decía negros, ni judíos, ni pieles rojas, sino mexicanos, que nunca integraron el elenco de los (tantos) colectivos estigmatizados por los uruguayos. (3) Las reacciones de los internautas dan cuenta de un mundo en transición, del cambio de época que estamos viviendo, y que sufrimos en particular los que tenemos, digamos, más de 35 (yo tengo 60). En efecto, yo recuerdo los chistes de negros, de judíos, de gallegos, de homosexuales, los chistes machistas y sexistas, los de enanos, de mellados, de rengos, de discapacitados en general (todos, hoy lo sé, expresiones de la más tosca crueldad). También recuerdo (y extraño) los cachilos de Cutcsa, Casa Soler, el Café y Bar “La Piña”, la cancha de Miguelito Siré, La Revista Infantil, y a mi tío Manuelito que me llevaba a ver al Peñarol del 66. Ocurre que el mundo cambió mucho y muy rápido (no tengo dudas que para mejor). Y sigue cambiando, furiosamente, de modo que vivimos en fricción, lejos de cualquier punto de equilibrio. Por eso es tan necesaria la ponderación, sobre todo en las autoridades públicas. (4) Yo tengo la peor impresión de Daniel Martínez como intendente de Montevideo. La designación de Fabiana Goyeneche como Directora de Desarrollo Social es un testimonio elocuente de su frivolidad: esta señora carece de antecedentes para estar a cargo de centenas de funcionarios y decenas de millones de dólares. Goyeneche es un mono con metralleta; Goyeneche y Martínez juntos son dinamita. Una fundamentalista y un precandidato, distraídos de sus obligaciones naturales, que incurren reiteradamente en desviación de poder. Alerta naranja.

Y por otro lado, hermanos dinosaurios, repitamos el mantra que me recitan mis hijos horrorizados cada vez que me escuchan decir una incorrección política: “Cuida tus pensamientos, ellos se convierten en palabras; tus palabras en acciones; tus acciones en hábitos; tus hábitos en carácter; y tu carácter, en tu destino” (atribuido desde Lao Tsé hasta Margaret Thatcher).

“La Amenaza es el Humorismo de la Tiranía”

Celina McCall

¿Nadie entiende una ironía en este país? pregunta El Tano en Twitter, desalentado por los ríos de estupidez que hace dos semanas sacuden, una vez más, a las redes sociales.  La policía moral anda suelta.

Cuando pensábamos que Internet nos iba a liberar, resulta que surge un grupo de iluminados (perdón, iluminad@s), una minoría que trata de imponer sus valores éticos a una mayoría, que acaba censurándose, para evitar mayores trifulcas.

Como dice el filósofo brasileño Luiz Felipe Pondé en su libro ‘Filosofía para Valientes’,  “la substancia de la moral pública siempre fue la hipocresía, por lo tanto no hay nada nuevo en tratar de fingir virtudes donde no las hay.  Nunca en la historia de la humanidad se ha mentido tanto como ahora.  La idea de que se pueda tomar en serio la propaganda de la propia virtud (como hacen los de la corrección política), es ridícula”.

Desnudar la realidad a través del humor es más contundente que hacerlo escribiendo pesadas tesis.   Esta teoría fue ampliamente corroborada por George Orwell al escribir dos epopeyas de la ironía como fueron 1984 y Rebelión en la Granja.

No hay nada más gracioso que llamar Ministerio de la Verdad (Minitrue, en la neolengua de Orwell) al órgano encargado de falsear todo y reescribir la historia.  Nada más orwelliano que te hablen de defender la democracia, los que quieren imponer su punto de vista a los demás, a capa y espada, mientras apoyan a dictaduras pseudo-progresistas.  Basta decir que eres a favor del pueblo, para que te perdonen todos los pecados.  E introducen la palabra progresista siempre.  Cualquiera que no lo haga es Satanás.  Ese es el mundo de hoy, señores.  Es lo que hay, valor.

Para entender la realidad argentina basta leer a Reymundo Roberts en La Nación o a Borenzstein, en Clarín.  Y ni hablemos de Laureano Márquez en Tal Cual, de Venezuela. En lo que se refiere a Uruguay,  hace tiempo que hay unanimidad en que el mejor politólogo que tenemos en la actualidad es Darwin Desbocatti, seguido de cerca por el caricaturista Arotxa. ¿Qué tienen en común todos ellos?  Son políticamente incorrectos, usan la ironía para mostrar la estupidez que campea.

La caricatura sirve para que la gente con poca capacidad lectora entienda lo que sucede. La historia del Socialismo del Siglo XXI se conocerá a través de las caricaturas de artistas como Rayma, Eduardo Sanabria o Roberto Weil, casi todos ahora en el exilio.  A Weil le escuché la frase “La amenaza es el humorismo de la tiranía”.  ¡Muy acertada!

— ¿Quién pone los límites de lo políticamente correcto? nos pregunta Voces.

La respuesta obvia: la Policía del Pensamiento, o sea, los tiranos de las redes sociales, la amenaza diaria.  Esos que ven obscurantismo por todo lado.  Por eso, no hay que tomárselos en serio.  Discutir con ellos en 140 caracteres mucho menos.  En realidad los límites nos los ponemos cada uno de nosotros.  Y no hay que dejarse llevar.  Solamente por la risa.

Lo político sobre lo correcto

 

Leo Pìntos

 

Hoy me levanté profundamente indignado, aunque todavía no identifico con qué. Ese parece ser el patrón de comportamiento social de estos tiempos. La indignación como motor de vida. El discurso confrontante como expresión de la debilidad de valores humanos y sociales que creíamos sólidos. La realidad está en entredicho y eso se expresa con el revisionismo permanente de distintos fenómenos sociales que parecían absolutos.

¿Qué tienen en común el cartel de un café y un caballo muerto? En ambos casos las redes sociales funcionaron como disparadores de la discusión mediática. Y en el medio de ese ir y venir de opiniones los medios de comunicación quedaron relegados a simples espectadores y replicadores de esa realidad.

Las leyes son fundamentales para la vida en sociedad y un buen parámetro para medir su desarrollo es la capacidad que tiene ésta para poner en revisión dichas normas, de manera de acompañar los cambios sociales en tanto expresión del pensamiento colectivo. Sabemos que las políticas públicas son necesarias para favorecer la inclusión de minorías marginadas, favorecer a sectores postergados, corregir inequidades, etc. Así también la movilización social es imprescindible para  la consecución de derechos y nunca puede ser criminalizada. El problema sobreviene cuando en nombre del progresismo se incurre en el avasallamiento de la opinión discordante o la abolición por decreto de estilos de vida, tradiciones culturales o formas de sentir que no son ilegales o incompatibles con la dignidad humana.

Hasta la invención de la imprenta la circulación de la información se daba básicamente de manera oral, por lo que este adelanto significó una verdadera revolución en la transmisión del conocimiento y la información, pero dejó en manos de muy pocos la decisión de lo que era información, y lo más importante: de lo que era conveniente o no difundir. Durante más de cuatro siglos eso fue así, hasta la aparición de internet a fines del siglo pasado. Desde entonces –y especialmente desde el surgimiento de las redes sociales- la información circula sin control aparente y todos podemos ser a la vez emisores y receptores, exponiéndonos al agobio de millones contando, transmitiendo y comentando lo que ocurre alrededor. De tal manera esto es así, que  gobernantes, políticos, académicos, intelectuales y periodistas también chapotean como el que más en este lodazal generalizado para tener visibilidad.

Son entonces las redes sociales el terreno ideal para el desarrollo de todo tipo de debates superficiales, de impronta incendiaria y contestataria con bandos atrincherados en una supuesta corrección o incorrección política,en el que el pensamiento crítico y reflexivo sucumbe bajo el fuego cruzado de consignas simplistas. Asuntos complejos, como la violencia contra la mujer y la inseguridad, hasta los más simples, como un chiste desafortunado o la muerte de un caballo en un ruedo son reducidos al simple juego de  señalar las contradicciones del otro y en el que generalmente hay una víctima que debe ir a la hoguera.

Y es el humor una de las primeras víctimas de la corrección política. Sucede que el humor nunca es neutral. Su objetivo primario es romper con lo preestablecido, de lo contrario no es humor. El humor exige despojarse de los prejuicios, capacidad ligada estrechamente a la inteligencia más que al nivel educativo. El episodio del famoso cartel “No se admiten perros ni mexicanos” es un fiel ejemplo de como lo políticamente correcto a veces se transforma en una verdadera caza de brujas. Creemos que todo lo que pasa en las redes sociales es digno de destaque y que su estado de asamblea permanente es representativo de los conflictos de la sociedad. Es un error impulsar políticas a partir de colectivos que humanizan a los animales y es pertinente prohibir la crueldad hacia los animales. Es injusto atribuir intencionalidad a partir de un chiste poco feliz y es perjudicial para cualquier causa atrincherarse en posiciones extremistas que, a la larga o a la corta, resultan indefendibles. Pero el error más grande y en el que se suele caer es opinar, legislar, gobernar, impartir justicia o informar en función de la supuesta corrección política. Pero no se aflijan, se sorprenderían de la cantidad de cosas insólitas, indignantes y vergonzosas que sólo pasan en Uruguay que suceden en el resto del mundo.

La policía del lenguaje

Lucía Siola

El revuelo generado por un twitt en el que el decano de economía Rodrigo Arim replicó una frase en un pizarrón en un bar de Pocitos generó rápidamente conmoción y repudio por parte de figuras del gobierno, e incluso generó la intervención de la IMM sobre el comercio. La frase en cuestión es de una película de Tarantino “no se permiten perros ni mexicanos”, pues al parecer el dueño del bar colocaba frases exóticas, una distinta cada día. Si bien sacada de su contexto de sátira, la frase es discriminatoria y condenable, lo grave del asunto es la reacción que concitó donde Milton Romani apeló en twitter al propio fiscal de la corte induciendo su intervención. Las autoridades de la IMM, y numerosas figuras del gobierno salieron rápidamente a condenar la discriminación y a pedir un voto de censura y castigo a su dueño. No es la primera vez que el gobierno fomenta el linchamiento público, y luego actúa a través de las instituciones del Estado, no olvidemos el caso en el que el juez Iribarne procesó con prisión a los jóvenes por tomar unas latitas de coca cola robadas en la tribuna Amsterdam como una medida ejemplarizante.

La orientación del gobierno municipal es autoritaria y atenta contra la libertad de expresión que rige en nuestro país. Una cosa es denunciar, polemizar y combatir ciertas ideas o frases que no compartimos, y otra muy diferente es ejercer desde el Estado como institución el castigo, la censura, por expresar ideas, que en este caso es una cita a una película. El gobierno ‘progresista’ además de avanzar en la prohibición de la protesta social con el decreto antipiquetes, de prohibir las huelgas con los decretos de esencialidad, ahora también atenta contra la libre expresión erigiéndose como la policía del lenguaje. Parece repetir el camino de la republica de Weimar, del cual todos sabemos a dónde condujo.

Lo interesante del hecho es sin dudas la actuación del gobierno, pues aplica un método que le es sistemático y es el de la demagogia democratizante pues a partir de un vocabulario pro derechos se arroga la defensa de las minorías oprimidas (entre ellas de las mujeres). Sin embargo, si rascamos un poco la superficialidad del lenguaje y lo declarativo encontramos lo reaccionario del asunto, que es el intento de esconder detrás de reclamos genuinos de diversas organizaciones o colectivos oprimidos (raciales, sexuales, femeninos), su política de ataque al conjunto de los oprimidos y explotados. Para ilustrar con un ejemplo, pone el grito en el cielo por una frase que discrimina al pueblo mexicano, pero continúa con relaciones diplomáticas con el gobierno asesino de Peña Nieto, y saluda el triunfo y asunción de Trump cuando este plantea levantar un muro y prohibir el ingreso a todos los inmigrantes. Lo verdaderamente reaccionario es que en nombre del combate a la discriminación el Estado atente contra la libertad de expresión. El camino que ha adoptado el FA en el gobierno no es la defensa de la agenda de derechos, por el contrario en nombre de esa supuesta agenda que no es tal, adopta un camino peligroso para los trabajadores uruguayos, pues adquiere contornos definidamente derechistas que violentan derechos conquistados y las libertades democráticas.

 

 

 

 

 

 

 

 

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