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¿Pedro y los lobos?

¿Pedro y los lobos?
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La renuncia de Pedro Bordaberry a la candidatura y a la política en general a partir del 2019 movió el tablero político. Con una larga trayectoria de liderazgo en el Partido Colorado ganada a pulmón, deja a esta organización política en una situación compleja. ¿Corre el partido Colorado riesgo de extinción? ¿Quién se beneficia con la renuncia de Bordaberry? ¿Ganan Lacalle Pou y Novick como dice alguna encuesta de opinión pública? ¿Es un ejemplo a imitar en la política uruguaya que un dirigente se vaya para la casa? ¿Cuánto pesa la financiación de los partidos políticos en este tipo de decisiones? ¿Este alejamiento es algo para festejar en la izquierda o en el resto de la oposición? ¿No pierde el sistema político un parlamentario trabajador y de nivel?

 

O Captain!

Oscar Ventura

Quería conocerlo; nos presentó un allegado mutuo. Tengo algunas ideas que me gustaría trasladar a la política, le planteé; me gustaría trabajar contigo. Había sido ya Ministro y candidato a la Intendencia con decenas de miles de votos. Bregaba por sacar al Partido Colorado de la peor elección de su historia. Yo era nadie, ni siquiera un militante. Me escuchó, le gustó lo que oía y empezamos juntos un recorrido de diez años. Nunca le conocí una agachada, un traspié ético, una conducta deshonesta. Desde que me regaló su libro en el que explícitamente profesaba sus convicciones democráticas, hasta que con dolor comunicó su alejamiento de la política. Desde cuando le devolvió a un contribuyente el dinero porque este pensaba que con él había comprado favores, hasta el doloroso almuerzo en el que empezó a gestarse el fin de su ciclo, luego de la elección de 2014/2015. Como todo buen líder, gestionó, alentó, tomó decisiones y marcó rumbos. Se equivocó, ¡vaya si se equivocó! Muchas veces. Y siempre, más temprano que tarde, puso el pecho a las balas. En un país donde excusarse es un deporte nacional, nunca tuvo miedo de decir que se había equivocado. Y antes de irse tuvo un nuevo acto de grandeza. Cúlpenme a mí, dijo, pero no destruyan el Partido. Quien recorrió el país  completo varias veces, dando discursos hasta frente a diez o doce personas, para ayudar a tal o cual dirigente local. Quien armó siempre equipos que han propuesto sin pausa durante al menos dos ciclos electorales. Quien comprometió su vida, su familia, su salud y su patrimonio en aras de un ideal. Quien no sólo dio ejemplo prsonal de compromiso inteligente y laborioso, sino que buscó que el Parlamento todo trabajara más y mejor. Quien no dudó en demostrar las mentiras de políticos cuyo mayor mérito es la portación de apellido. Quien no dudó en concurrir en solitario al llamdo de un Presidente adversario para mostrar en público su compromiso por un Uruguay donde nunca más se repitiera el pasado. Quien alentó a jóvenes, a mujeres, a ajenos, para que dieran lo mejor de sí en aras de la honestidad y el compromiso político. Ese, el hombre honesto, capaz, inteligente, tenaz, trabajador desde la madrugada a la noche, ese, ya no está en política. Quedan ahora sus adversarios internos y externos, los que tanto hicieron por derrotarlo. Quedan sus hijos políticos, muchos de los que llegaron en ancas de su empuje. Las ideas exitosas no desaparecen y la contribución del Partido Colorado a lo que hoy el país es no puede desconocerse más que por ignaros o adversrios en campaña. Si este aún tiene mujeres y hombres que puedan interpretar la sociedad uruguaya y conducirla a mejores niveles de cultura política y participación social, lo dirá el tiempo. Con Pedro se va el último activo valioso de la historia reciente del Partido. Uruguay pierde a un estadista, en un país que puede perdonar y elegir como Presidente a un delincuente, pero no perdonarle a un hijo su amor filial. Un Embajador europeo me dijo una vez que era un político excepcional en el país equivocado. Que en Europa hubiera triunfado por las mismas cualidades que la sociedad uruguaya se negaba a entender. Y por eso Uruguay perdió una posibilidad de cambio en serio. Yo, que ya no aspiro a ver ese país que me contaron existió alguna vez, gané un amigo con quien conversar sin que las miserias diarias de la política apuren el ritmo de la conversación. Y aún me quedará aliento para, subido a una mesa, decir con Whitman, “O Captain! My Captain!”.

La traición es deleznable

Max Sapolinski

La política es una de las más nobles actividades a las que el ser humano puede dedicarse. La misma tiene por objeto trabajar para mejorar la sociedad en la que se vive y buscar las soluciones que los ciudadanos puedan necesitar.       Sin embargo, la misma es desarrollada por seres humanos. Con sus virtudes y sus defectos. Y como obtener el éxito en esa tarea implica ejercer poder e influencia, muchas veces las mezquindades del ser humano salen a luz.         Pedro Bordaberry fue blanco de algunas de las más ruines facetas de la política. Fue usado, traicionado y por encima de todo estereotipado cruelmente. Supo poner sus innegables condiciones al servicio de todos. No escatimó ni capacidad, ni trabajo, ni estudio, ni tiempo, ni recursos económicos para ponerse a la cabeza de un glorioso Partido que atravesaba una dura coyuntura histórica. Muchos lo acompañaron porque vieron en él al líder que el momento exigía. Con las actitudes a la vista, podemos concluir, que otros lo hicieron porque vieron la oportunidad de posicionarse en forma personal a la sombra de su liderazgo. La traición es deleznable porque implica deslealtad y engaño entre personas que generaron un vínculo común. Pero la estereotipación mentirosa puede llegar a ser peor porque implica la búsqueda de engañar a todo el colectivo.                                                                                                        El corolario de esto es que insistentemente se buscó posicionar a Bordaberry desde un punto de vista conservador y en términos tradicionales (ya perimidos y sólo funcionales a quienes viven buscando anclajes en el pasado) volcado a la derecha. El estereotipo funcionaba perfectamente. También se lo buscó mostrar como autoritario e imperativo.  Quien lea desapasionadamente sus propuestas verá lo lejos de la realidad que estaban estos dichos y si en algo falló fue justamente en haber sido extremadamente contemplativo con propuestas que tal vez no lo seducían pero aceptó para no imponer su voluntad. El ambiente político se conmocionó con el anuncio de su futuro abandono a eventuales candidaturas.  Ese ambiente tal vez no logre comprender su posición. Pero aquellos ciudadanos que no busquen respuestas en códigos políticos y analicen desapasionadamente todo el trayecto explicado, seguramente concluirán en lo lógico y natural de las decisiones adoptadas por un ser humano que volcó sus esfuerzos en beneficio público desatendiendo el propio. Las interrogantes que Voces nos plantea son de difícil respuesta. El futuro nos las irá develando y dependerán de una serie de aspectos, conductas y circunstancias a despejar oportunamente.                   Lo que sí podemos asegurar, es que nadie se beneficia legítimamente con el futuro alejamiento de Bordaberry. Cuando quienes se constituyen en componentes destacados del sistema lo abandonan, sólo los mediocres pueden sentirse beneficiados. Quienes realmente son útiles a dicho sistema, sean de la orientación que sean, valorarán sentir que los mejores siguen integrados al mismo.  También me animo a sostener que sin duda el Partido Colorado, que ya viene pasando por momentos difíciles, sentirá visiblemente esta decisión. Sin embargo, tengo el convencimiento que la República sigue necesitando en su seno la impronta de este Partido que fue siempre paladín de libertad, democracia, desarrollo y justicia social y que éste sabrá encontrar el camino que su derrotero histórico le ha trazado.

ALE JACTA EST

Fernando Pioli

 

La renuncia de Pedro Bordaberry a la actividad político partidaria no puede ser una sorpresa. De hecho, su presencia en el Partido Colorado parece haber hundido las chances de esa colectividad de obtener un papel protagónico en la vida política del país. Si bien se trata de un legislador honesto desde el punto de vista ideológico, ha tenido que llevar sobre sí varias mochilas. La primera, la de su apellido, al cual le ha sido fiel. La segunda, la de su presencia fría y forzada que genera la sensación de una personalidad que contiene con esfuerzo un volcán autoritario y destructivo. La tercera, la de su clase social, nunca logró quitarse el sello de pituco o cheto.  Existe una deficiencia reiterada en el accionar político opositor que es aquella que podemos señalar como incapacidad de reconocimiento de mérito del gobierno. Parece instalada en los principales líderes de la oposición un esfuerzo por ir en contra del sentido común y de la percepción popular, como si en los últimos años no hubiese habido un mejoramiento importante en la calidad de vida de la amplia mayoría de la población. De entre todos los esfuerzos estériles que puede llevar a cabo una fuerza política, pocos son tan desgastantes como aquel destinado a desconocer lo obvio. Sin embargo, la oposición se ha embarcado con particular saña a encomendarse a tal tarea. Uno de los abanderados de la misma ha sido Pedro Bordaberry, quien a todas luces no ha entendido al electorado aunque alguna vez haya sospechado que en realidad el electorado no lo entendía a él.
Su renuncia, si bien puede parecer que deja un vacío importante en su colectividad, parece ser la única posibilidad de sobrevivencia del partido de Rivera. Un partido que se caracterizó en el siglo XX por ser la avanzada social modernizadora del continente se ha convertido en una pesada máquina parlante que sólo emite sonidos pero no se mueve.
En este contexto, la presencia de Novick puede ser una oportunidad. Si el Partido Colorado quiere resurgir tiene que sacudirse y despegarse de su pasado más oscuro, y ese pasado oscuro puede irse hacia el Partido de la Gente. De este modo, quedaría margen para refrescarse. En caso de no lograr una reconversión, la suerte del partido está echada, al igual que ya está echada la suerte de Bordaberry. El viejo Partido Colorado se repartirá entre una quemada ala conservadora que se plegará a Novick y una desplumada ala izquierdista que se abrazará al Frente Amplio. Así, un viejo elefante de guerra que gobernaba el cruce de caminos caerá para no levantarse más.

 

QUE CUNDA EL EJEMPLO

José Luis Perera

Cuando la socialista Daisy Tourné anunció que dejaba la política («En el 2014 voy a mirar la campaña por televisión, no creo que esté en ningún lado, ya estoy veterana, voy a tener 20 años de parlamentaria, 22 de maestra. Ya está, ya fui ministra, calmate muchacha y a tomar mate», dijo Tourné al programa de radio La Lata del Partido Socialista) muy pocos le creyeron. E hicieron bien. Hoy sigue apoltronada en el Parlamento como si jamás hubiese dicho lo que dijo.  Cuando Tabaré Vázquez dijo que se retiraba de la vida política activa, luego del papelón que protagonizó con el video en el colegio del Opus Dei (“Presento mis excusas y anuncio mi retiro de la actividad política pública”, dijo), absolutamente nadie le creyó. Y todos hicieron muy bien en no creerle, puesto que volvió como si nada hubiese dicho y fue electo nuevamente presidente. El propio Pedro Bordaberry dijo en ese entonces sobre la renuncia de Vázquez: “No le creo nada. Es la tercera vez que dice lo mismo y vuelve”.                                       El senador y ex presidente Luis Alberto Lacalle dijo que “hay que tomarse tiempo para analizar esta noticia”, pero que en principio la reacción de Vázquez le parecía que era más una estrategia “para que lo fueran a buscar a la casa”, cosa que efectivamente -y lamentablemente- sucedió.                                                                                                     El caso de Bordaberry no parece ser igual. En ese sentido, el dirigente colorado es mucho más confiable y serio que los progresistas mencionados anteriormente, y seguramente dejará la política. La pregunta que tal vez muchos se hagan es: quién pierde con esta renuncia? Bueno, el país seguro que no. Y no porque existiera la posibilidad de que Pedro Bordaberry, un hombre de derecha, hijo de un dictador, fuera un posible presidente de la república en un futuro inmediato. Eso ni él mismo se lo creería, y tal vez sea una de las razones que lo hayan llevado a abandonar.  Desde el punto de vista político, el panorama se clarifica. Ahora la derecha más a la derecha tiene un único candidato, Luis Lacalle Pou, y seguramente hacia allí se dirigirán la mayoría de los votantes de Pedro.                         El centro y la derecha más moderada es un revoltijo de partidos y candidatos, y allí la disputa es grande, puesto que en ese sector del electorado pelean los votos el FA, el PC, el PN y el PI y ahora también el  Partido de la Gente (los otros no son gente?), de manera que el gran ganador con la renuncia de Bordaberry es Lacalle Pou, y el gran perdedor -por el momento- sería el Partido Colorado, por obvias razones. Y dependerá del surgimiento de nuevos líderes que puedan capitalizar a los ex votantes colorados que abandonaron el partido hace ya años.                           Del punto de vista de clase, aquí no ha pasado nada. Son movimientos internos dentro de las fábricas de chacinados, y los chanchos podrán seguir eligiendo tranquilamente quién será el encargado de faenarlos. Queda una vía abierta para que el país sí gane con esta renuncia del líder colorado a la política: si existiera un efecto contagio y armaran sus petates unos cuantos personajes que han envilecido la política del Uruguay de los últimos años.

 

Pierde Uruguay mucho más de lo aparente

Romana Ferrer

Pedro dijo adiós, no un adiós cualquiera sino un adiós hastiado. Quienes lo vemos de tanto en tanto o seguimos su labor, algo de eso intuíamos y ahora, ya confirmado, respetamos esa decisión que de seguro ha meditado durante largo tiempo. Una pena. Todos coinciden en que es una pena. Con mayor o menor grado de sinceridad, espontáneamente o fruto de la corrección política, todos expresan que la política pierde uno de sus principales referentes. Y es verdad. Más lamentable que este alejamiento, es lo que significa. Cuesta entender que un país, un sistema político y sus votantes, permitan alejarse a quien ha elaborado casi la mitad de proyectos totales presentados en lo que va de esta legislatura. Preocupa la indiferencia y el desinterés generalizado por el contenido, por el trabajo bien hecho y por la honestidad. Duele. Tampoco importa el exhaustivo trabajo de investigación sobre ANCAP, o las sólidas y contundentes  interpelaciones como tal vez en mucho, pero mucho tiempo, no volveremos a presenciar. Defender a capa y espada los intereses de todos los uruguayos es apenas otra anécdota para esta sociedad que prefiere el show y si es divertido no importa cuánta corrupción haya rondando por allí. Con mucha tristeza compruebo que vivo en un país que expulsa a los más capaces y recompensa a los mediocres y delincuentes. Así están las cosas. A Pedro no “lo mata” el apellido, “lo mata” ese Uruguay que se niega a pensar y a reconocer la virtud del otro. Pierde Uruguay y pierde tal vez mucho más de lo aparente. Claro que también y sobre todo pierde el Partido Colorado. Previo a las elecciones del año 2009, no me interesaba demasiado la política, intentaba informarme dos o tres meses antes y elegir con moderado entusiasmo la lista de votación, casi como cualquier uruguayo. Hasta que ví aquel debate entre Pedro Bordaberry y Pablo Mieres… “esta persona está poniendo en palabras lo que pienso, este hombre de verdad representa lo que quiero para mi país.” fué en ese momento que decidí acercarme al Partido Colorado, escribí un mail a la casilla que figuraba en la web del parlamento, y para mi sorpresa, la respuesta llegó muy rápido con la calidez y sencillez que caracterizan a Pedro: un “bienvenida al equipo” cerraba aquella respuesta que nos trajo hasta aquí hoy.  Hasta aquí. Sería muy egoísta pedirle a un único ser humano que a cambio de nada, o incluso recibiendo agresiones de toda clase, siga empujando el barco con el solo fin de que algunos accedan a un cargo. Sin caer en la necedad de decir que un partido con 180 años de historia lo hace un solo hombre, lo cierto es que hoy no se vislumbra a nadie con la capacidad de ocupar ese sitial de liderazgo.                                           Finalmente, lo que esperaban algunos se concretó, Pedro ya no es una piedra en el zapato de nadie ni una sombra para que otros sectores puedan crecer. En un par de años habrá elecciones y veremos si Pedro era el problema, o la capacidad propia de cada quien para recabar esas adhesiones.
A veces se gana, a veces se pierde y siempre se aprende. Eso dice el dicho. Veremos si es así.

 

SE PRESUME CONDENADO

Bea Kon

¿Se beneficia alguien con la decisión de Pedro Bordaberry de dejar la política? Hoy la respuesta se la dejo a otros, yo siento que es una gran pérdida. Se va un gran político. Uno de los más preparados, comprometidos y honestos. De esos que el país y la política necesitan, de esos que quedan pocos. Gracias a su esfuerzo hizo crecer un partido que estaba agonizando. Quizás para él sea lo mejor. En definitiva tiene un techo, o mejor dicho, le impusieron un techo. Ese techo es la hipocresía de muchos. De esos que te señalan con un dedo lo qué está bien y lo qué está mal, y si te salís de esos preceptos sos mala gente o una mierda. La gente «buena» que crucifica a al hijo por el comportamiento del padre.  ¿Y por qué hablo de hipocresía? porque cualquier ser sensato y medianamente informado, sabe que en los genes no está la conducta, los actos, ni los pensamientos de sus progenitores En la política de hoy estamos llenos de hijos de, algunos por sus méritos, otros están a pesar de, pero muchos nunca serán perdonados por lo que hicieron sus padres. Hay muchos que festejan y sacan cuentas, otros están nerviosos. La gente siempre es más importante cuando se va.

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