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¿Nueva Cuba sin Castro?

¿Nueva Cuba sin Castro?
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 En un hecho histórico se realizó la votación por parte de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba del nuevo presidente de ese país. Por 99.83% de los votos de sus integrantes fue elegido Miguel Díaz Canel para sustituir al renunciante Raúl Castro.

¿Cambiará en algo la revolución cubana? ¿Seguirá el nuevo líder el tibio proceso de apertura que se había iniciado tras el alejamiento de Fidel de la presidencia? ¿Habrá una revolución en la revolución o es más de lo mismo? ¿Habrá algún tipo de apertura política? ¿Qué pasará con las relaciones con Estados Unidos? ¿Cómo jugará la oposición? ¿Es viable un modelo económico alternativo en Cuba? ¿Qué pasará con Cuba en el actual contexto latinoamericano?

Preservando la base socialista por Gonzalo Abella

Cuando una revolución se define como socialista y quiere ser consecuente con esa definición, enfrenta  el desafío del cambio de las formas del Estado. Las nuevas formas del Estado deben adecuarse a los nuevos contenidos, antagónicos con los anteriores.

La democracia “formal” burguesa permite intervenir a los capitalistas como financiadores de partidos  y caudillos. El cálculo es simple: más  inversión en propaganda, en asesoría de imagen, y en consignas, permite razonablemente obtener mayor número de votos.

Para independizar la voluntad popular de la presión mercantil hay que cambiar las reglas de juego. Ya en el siglo XIX, Marx advertía  que no podía haber democracia para la mayoría sin medidas de fuerza, coercitivas,  contra los dueños de la riqueza y los inversores: que no había gobierno popular y democrático sin “dictadura del proletariado”.

A veces se asocia esta idea con la del “partido único”, pero no necesariamente es así. La dictadura del proletariado, como vigilancia de los trabajadores para garantizar la libre expresión de las mayorías, no es  “dictadura de partido” sino de clase; y su único objetivo es garantizar la libre expresión de las mayorías, una voluntad liberada de la intervención del Capital, de su propaganda y de su presión.

La Revolución Cubana siempre fue muy cuidadosa al elaborar su legalidad. De hecho, aunque triunfó en 1959, la institucionalización más o menos definitiva fue aprobada como Constitución recién en 1976. Ésta reconoce  al PCC como “partido único”, sucesor del Partido Revolucionario Cubano creado por Martí en el siglo XIX; pero deber recordarse que el PCC es la fusión de los tres partidos políticos que participaron en la caída de la tiranía, y que su posterior denominación de “comunista” se dio para reflejar el objetivo final y el avance programático radical consensuado. Su nacimiento contó con firme apoyo popular.

De todos modos, si el papel de vanguardia social del PCC sigue vigente, éste se preocupa de delegar cada vez más las funciones de gobierno y administrativas, respectivamente,  en los órganos del Poder Popular y en las administraciones de las empresas estatales productivas y de servicios.

Las elecciones comienzan a nivel municipal. Los candidatos auto propuestos, o propuestos por las organizaciones sociales, no tienen por qué ser miembros del PCC. La foto y la biografía de los candidatos se exponen en lugares públicos y el voto es universal y secreto.

El escrutinio lo realizan niños y adolescentes de la Organización Nacional de Pioneros. Constituida la Asamblea Popular Municipal,  ésta propone los candidatos a la Asamblea Popular Provincial y a la Asamblea Nacional del Poder Popular, candidatos entre los cuales la ciudadanía elige nuevamente por voto universal y secreto. Es la Asamblea Nacional del Poder Popular electa (legislativo unicameral) que designa su comisión permanente (Consejo de Estado) y al Consejo de Ministros. El Poder Ejecutivo es el brazo ejecutor del Legislativo.

A diferencia de Corea del Norte, que eligió desarrollarse de forma autónoma, Cuba apostó a ser parte de una economía socialista mundial cuyo epicentro era la URSS. El colapso del “Campo Socialista” lo obligó a moverse en un escenario que diez años atrás nadie había imaginado. A diferencia de Viet Nam, que ante la nueva situación mundial decidió retroceder plenamente a una economía de mercado, Cuba optó por un camino intermedio para su dura supervivencia, preservando la base socialista. Si la institucionalización demoró 17 años, el relevo de los Castro demoró 60; creo que en estas aguas turbulentas, Díaz- Canel sabe muy bien lo que hace y lo que puede hacer. En medio de algunos desencantos y desaciertos, en momentos duros donde ya no hay margen para el error, el nuevo Presidente del Consejo de Ministros cuenta  con un rescoldo de conciencia patriótica y socialista del pueblo, conciencia que se sembró en 1868, que se reavivó en 1953, en 1956, en 1959, en Girón y en Angola, y que nunca se ha extinguido.

 

 

Un hombre con poder limitado para una tarea gigantesca por José Manuel Quijano

El ingeniero cubano Miguel Díaz Canel, a quien Raúl Castro designó su sucesor, tiene pocas posibilidades de asemejarse a un gobernante  pleno, al menos en el corto plazo. El poder seguirá recayendo en el menor de los Castro,  que retiene la conducción del P Comunista de Cuba  y la jefatura de las FFAA. El propio ingeniero Díaz  anunció que las decisiones importantes las seguirá tomando Raúl Castro

Los que tienen más años o han leído la historia recuerdan que el mayor de los Castro usó sin rubor a Urrutia (presidente nominal durante siete meses, hasta que se exilió)  y a Dorticos (presidente nominal por varios años, hasta que se suicidó) mientras Fidel , líder carismático, tomaba todas las decisiones  y  hacia todas las pataletas. No obstante, sería un error  asemejar la situación de entonces con la de ahora, por varias razones

En los años sesenta los Castro  eran jóvenes y el mayor  deslumbraba con su estampa, su desbordante energía, su  astucia  y su carisma. Ahora el jugador estrella está muerto y su hermano – buen organizador pero sin don para conmover a las masas – se aproxima a los noventa años. Seis décadas  atrás la Revolución Cubana era toda promesa (Castro afirmaba en sus discursos, de manera categórica,  que Cuba seria, en poco tiempo, el país más desarrollado de AL) y el socialismo real (sputnik, Gagarin, desestalinización) se vislumbraba como el destino  de  la humanidad. Hoy la economía cubana languidece y el socialismo real ha desaparecido del escenario global.

Hay que notar también que   en los comienzos  de la revolución cubana, mientras se instalaba y consolidaba la dictadura, el grupo en el poder controlaba la información y esparcía la desinformación  a su antojo  pero sesenta años después – con la enorme transformación  en las comunicaciones –  el  control de la información  se vuelve, para quien lo practica,  una hazaña más difícil  y, para quienes lo soportan, cada vez más irritante.

El nuevo presidente obtuvo, se dice, el 99%  de los votos, tal como ocurría durante el siglo XX en todos los regímenes comunistas. Claro que no se trata  del voto popular sino de la elección en un órgano de cúpula, cuyos integrantes han sido a su vez designados entre  incondicionales probados del régimen, cuidadosamente escrutados por la seguridad del estado. La verdadera popularidad de Díaz Canal  es una incógnita.  Pero tampoco existe mucha certeza acerca de la popularidad de Raúl Castro,

En el año 2015, con motivo de la cumbre de las Américas en Panamá y el acercamiento a la isla impulsado por Obama, el Washington Post y Univisión (el canal de EEUU dedicado a la población hispana en ese país) encargaron una encuesta a la empresa Bendixen y Amandi  que se  divulgó en abril luego de consultar, in situ, a 1200 cubanos mayores de edad. Los resultados de la primera encuesta no oficial  desde el comienzo de la revolución  fueron interesantes. El 97% de los cubanos creía que la normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU seria provechosa para la isla y el 79% se declaró nada favorable o no muy favorable al sistema económico  que impera en la isla (19% lo valoraba positivamente).  En cuanto a los liderazgos  80% tenía una opinión favorable  tanto del presidente Obama como del papa Francisco. Un 47%  veía favorablemente a Raúl Castro frente al 48% que tenía una opinión negativa del dirigente cubano.( En el caso de Fidel Castro  44% lo percibía con buenos ojos pero el 50% dijo tener una opinión «algo o muy negativa»).

Si el ingeniero Díaz Canel  es un hombre con capacidad  de análisis y con sagacidad para mirar la realidad no podrá eludir  varios  fenómenos que saltan a la vista: el primero, el modelo económico que heredará de los Castro  hace décadas que no funciona y  solo logra empujes transitorios con el oxígeno  de los subsidios externos, pero ahora no se percibe quien  podría proporcionarlos. Algo se debe hacer ¿Perseverar en las reformas iniciadas por Raúl? Aparentemente,  quizá por cómo se implementaron, lograron muy poca cosa.  A mediados de 2016 Marino Murillo, un de los personajes  más notorios del reformismo cubano, fue sustituido como ministro de Economía por orden del presidente Raúl Castro.  Figura cada vez más relevante desde  que Raul tomó el control en 2008  Murillo hacía tandem con Díaz Canel para impulsar la liberalización de la economía (apertura a la inversión extranjera, cautelosa tolerancia a una esmirriada iniciativa privada local)  y lograr sobrevida al régimen de partido único.

La remoción de Murillo se interpretó, en su momento, como un indicio de que las reformas no gozaban de buena salud   al tiempo que la economía daba señales de anemia.  De forma simultánea, el modelo social que  supo tener momentos  de destaque en la salud y, en términos de expansión cuantitativa, en la educación, mostraba  indicios  de debilidad  por carencia de recursos, obsolescencia de equipos y formación insuficiente de cuadros. Mientras Murillo  abandonada el ministerio de Economia Rodolfo Alarcon  era alejado del ministerio de Educación,

En su intervención ante la Asamblea del Poder Popular, el 19 de abril de 2018, Raul  Castro se refirió a “la actualización del Modelo Económico y Social cubano, proceso iniciado a partir de 2011” e hizo autocritica,  en terminos algo sorprendentes  pues proviene de quien ha estado sesenta años ininterrumpidos en el poder sin el mas mínimo impedimento institucional.   El camino  emprendido, dijo, “requería vencer el obstáculo colosal de una mentalidad cimentada en décadas de paternalismo e igualitarismo, con secuelas significativas en el funcionamiento de la economía nacional” . Y agregó que las medidas adoptadas ”no tuvieron la conducción,  control y seguimientos requeridos”  y  a ello se sumó “el ánimo de avanzar más rápido que la capacidad de hacer las cosas bien, lo que dejó espacio a la improvisación e ingenuidades, a causa de una insuficiente integralidad, incompleta valoración de los costos y beneficios y visión restringida sobre los riesgos asociados a la aplicación de varias medidas”. Bien por semejante demoledora  sinceridad. Pero excluida quizá la reeferencia al igualitarismo,  autocriticas semejantes   habia  hecho, en mas de una oportunidad, Fidel Castro  cada vez que sus megaplanes  económicos (como la zafra de los 10 millones en 1970) naufragaron.

Es  casi seguro que  novel presidente designado continuará apoyándose  en el partido único (donde a la cabeza estará hasta 2021 Raúl Castro) y mantendrá en jaque a la  acosada y enteca oposición. Raúl Castro advirtió, refiriéndose a la URSS y su caída, en el  discurso del 19 de  abril: “hay errores que no podemos cometer, como los que dieron al traste con procesos importantísimos para la humanidad y cuyas consecuencias las hemos pagado muchos países”   También es probable que Díaz Canel continúe  mirando   hacia China o Vietnam, dos dictaduras comunistas que conservan el partido único,  reprimen y tienen sujeta a la oposición, al tiempo que lograron con éxito regular la expansión del capitalismo y de la inversión extranjera en su territorio.

¿Algo semejante está al alcance de Cuba? No hay una respuesta clara al respecto. Pero  la experiencia de Cuba en los diez años de gobierno de Raúl Castro y  el ascenso y caída en el ministerio de economía de Marino Murillo  sugiere que  podría ser un camino sembrado de tropiezos y plagado de  espinas. El nuevo presidente conoce sin duda – pues fue parte de ella – esta reforma fallida  y  aprovechar esa experiencia podría quizá ser un activo.

¿Que cabe esperar, entonces,  del designado? Puede hacer la plancha mientras la situación se deteriora  o  enfrentar la realidad. Si la enfrenta, es posible que presenciemos cómo un hombre con poder  recortado  se propone  reforzarlo para asumir su tarea. Pero el resultado  se avizora  incierto.

  Comprender; aprender, y defender por Gustavo Melazzi

 

1)  No parece correcto interpretar a priori el nombramiento de Díaz Canel como expresión de cambios importantes. Las informaciones no avalan una interpretación en tal sentido; más bien se trataría de un paso más en el desarrollo de un proceso institucionalizado (e incluso lógico a partir de la biología). Habrá que esperar la marcha de los acontecimientos para tener una idea clara.

La derecha aprovecha toda ocasión para borrar cualquier alternativa al capitalismo; debemos estar alertas, pues proliferan los análisis de perspectivas, incluyendo propuestas y comentarios varios de “analistas” en su gran mayoría “cubanoamericanos”. No casualmente alineados en torno a que se deben permitir el desarrollo del mercado, medios de comunicación “independientes”, liberar precios y comercio exterior, apertura a partidos políticos, y así sucesivamente.

Cuidémonos también de comentarios “progresistas” (y algunos de izquierda) que sin tener en cuenta historia y contextos geopolíticos, y en función de un socialismo ideal, perfeccionista y pulcro, anotan críticas a Cuba. Silvio Rodríguez les responde con maestría:

Absurdo suponer que el paraíso

            es sólo la igualdad, las buenas leyes.

            El sueño se hace a mano y sin permiso,

            arando el porvenir con viejos bueyes.

En verdad, sólo manifiestan sus propias frustraciones. Es correcto (y se debe) analizar y debatir, pero hay que ver desde dónde se lo hace; especialmente en situaciones en que aún siendo posible comenzar a construir otras relaciones sociales verdaderamente humanas  no lo hacen; no se animan.

En palabras de un gran pensador y militante cubano, Fernando Martínez Heredia:

Pese a todas las insuficiencias, retrocesos y derrotas, los movimientos, las ideas y sentimientos de rebeldía han llenado la historia humana con experiencias, identidades, tradiciones, representaciones y proyectos que constituyen una acumulación cultural que es potencialmente muy favorable a los esfuerzos presentes y futuros. Por eso tenemos que insistir una y otra vez en no dejarnos arrebatar la memoria histórica de las rebeldías[i].  No permitamos la deformación; la trivialización; el olvido.

2)   ¿Es necesario estudiar y debatir la transición cubana? Por supuesto, pero sin soberbia, con respeto por quienes llevan más de medio siglo con la antorcha de su ejemplo encendida, incluso en su solidaridad con los pueblos del mundo.

Difícil escribir sobre Cuba en tres palabras, porque lo que se debate es su Revolución. Una difícil situación actual; aislada, acosada, y luego de perder dos veces su (muy diferente) “inserción” en el mundo. Recorriéndola como turista, y con mucho respeto, no es fácil explicar situaciones de pobreza; insuficiencia de los cultivos; escasa participación y desigualdad de oportunidades e ingresos; cierto alejamiento de la dirigencia de su pueblo; avance de las ideas mercantiles e individualismo, así como un exceso de actividades nacionalizadas.

3)  Ahora bien: ¿ponemos en primer plano el consumo, el individualismo y la ganancia? ¿Apostamos al capitalismo?  No tiene nada positivo que ofrecer a los pueblos, y está afectando gravemente el ambiente. Frente a la cultura del miedo y el sálvese quien pueda, es preciso “derribar los límites de lo posible”[ii]; una frase que nos involucra directamente.

Con su historia y sus problemas, ojalá este cambio se inscriba en un proceso que permita a Cuba avanzar y consolidarse. A nosotros nos toca comprender, y aprender.

Si se me permite la osadía de una cita de 1880, Fiodor Dostoievsky señaló:

… bastaría sólo con los ‘elegidos’, bastaría una décima parte de los desasosegados para que la enorme mayoría de los restantes perdiese a través de ellos, la calma[iii]”.

Frente a un panorama de anomia, resignación y avance de la derecha, quienes no pierden la rebeldía son imprescindibles. Cuba es ejemplo.

 

 

 

 

 

 

 

[i]Contra la cultura de la resignación”. En: O Marxismo na América Latina – uma antologia de 1909 aos dias atuaisna, de Michael Lowy. Ed. Expresao Popular.

[ii] F. M. Heredia, ob. cit.

[iii] Discurso sobre Pushkin.

 

 

Un país empeñado en hacer Revolución por Luis Pereyra

Y a los que por ignorancia o mala fe dudan del compromiso de las generaciones que hoy asumimos nuevas responsabilidades…, tenemos el deber de decirles con claridad que la Revolución sigue y seguirá viva.” (Díaz-Canel, 20 abril 2018)

El 19 de abril de 1961 el pueblo y ejército revolucionario derrotaron a los mercenarios -adiestrados, armados y transportados por EEUU- en Playa Girón. El 19 de abril de 2018 la Asamblea Nacional del Poder Popular da un paso trascendente en la renovación generacional, proceso comenzado hace ya largos años y que hizo posible la existencia de una enorme cantera de jóvenes y adultos capaces de tomar la posta.

 

En junio de 2017 Cuba presentó un documento de análisis de once leyes que hoy regulan el bloqueo. Las leyes Helm-Burton y Torricelli son las más conocidas, pero el listado incluye una ley de “comercio con el enemigo” aprobada en 1917. Según estimaciones realizadas por el Ministerio de Economía y Planificación de Cuba, de abril de 2016 a junio de 2017 las pérdidas por el embargo fueron de 4.300 millones de dólares, el doble de lo requerido para garantizar el desarrollo económico estable para la isla. (Solo 12 horas de bloqueo equivalen a toda la insulina anual necesaria para los 60 mil diabéticos de Cuba.)

 

El carácter socialista de la revolución fue proclamado por Fidel el 16 de abril de 1961 en el entierro de las víctimas de los bombardeos en Playa Girón. 57 años después, Cuba mantiene el rumbo en las condiciones nacionales e internacionales conocidas. Sobre los acuerdos alcanzados con Obama, el científico cubano Agustín Lage destacaba que la normalización de relaciones –hoy saboteada por Trump- fue conducida por los líderes históricos sin concesiones en uno solo de sus principios. Obama declaró que las decisiones sobre el modelo socioeconómico corresponden exclusivamente a los cubanos, y reconoció los logros de Cuba en educación y salud, así como su aporte a la salud mundial y a la eliminación del apartheid en África. Y, sobre todo, reconoció explícitamente el fracaso de las políticas hostiles de las administraciones precedentes. Enfatizaba Lage:No creo que haya nadie medianamente lúcido e informado en el mundo que pueda interpretar este proceso de normalización en curso como otra cosa que no sea una victoria de Cuba en su diferendo histórico con los Estados Unidos.”

 

Por ley, el Partido Comunista no puede participar en ninguna instancia del sistema electoral. En ese contexto, la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular se integró con 53,22 % de mujeres, 86 % tiene nivel universitario, la edad promedio es de 49 años y el 56,03 % asumen por primera vez el cargo. Por su composición etaria, racial, de género y ocupación la Asamblea Nacional se compone casi en la misma proporción en que las estadísticas definen a su población.

 

Conservan plena vigencia en Cuba derechos humanos que no son considerados como tales por muchos países: nada menos que el derecho a la educación en todos los niveles y a la salud gratuita para todos, derecho a que las retribuciones salariales no dependan del sexo.

 

Los procesos históricos son mucho más largos que una vida humana. Y no son lineales. El punto de partida propuesto por el nuevo gobierno  indica: ¿continuidad?, sí; ¿profundización de los cambios, corrección de errores y de desajustes detectados?, también. La gran pregunta es: ¿será nuevamente Cuba pionera en la obtención de nuevos derechos y en la promoción de valores como lo fue en el pasado?

 

La historia depende de realidades objetivas y de los hombres. Depende en primer lugar de los propios cubanos, pero en parte también depende de que nuestra posición, muchas veces tan solícita al momento de juzgar, deje paso a una cualidad que podemos aprender de su proceso: la solidaridad internacional.

 

Ojalá que Díaz Canel escuche el consejo de León, el taximetrista por Antonio Ladra

Ocurrió el jueves 19 allá lejos, a 7 mil kilómetros de distancia. En La Habana, Cuba, asumió un nuevo presidente. Por primera vez se dio un relevo donde el principal de la isla no es un Castro, no es militar y por razones generacionales no participó en la revolución que derrocó a Fulgencio Batista.

A través de la votación particular de lo que se conoce como la democracia cubana, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez fue elegido como el nuevo presidente, aunque ya se sabía que lo iba a ser desde el año 2013, cuando lo comenzaron a preparar como si fuera el heredero de la corona.

Ahora en el 2018 fue elegido por 603 de los 604 diputados que votaron, con un 99.83 por ciento. (¡Cómo dudo de las unanimidades, de los “99porciento”!) El nuevo presidente cubano se muestra como un continuador de la política actual antes que un reformador. No en vano el aparato del gobierno ha estado promoviendo la transición con el hashtag #somoscontinuidad, una especie de burla cuando el acceso a internet en la isla es deficiente, caro y reservado para pocos.

Y sí, parece que la continuidad está más que garantizada, pues Raúl Castro seguirá siendo el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, miembro de la Asamblea Nacional e, incluso aunque no sea presidente, seguirá siendo la figura pública más poderosa de la isla hasta que la biología mande.

Para el nuevo presidente hay muchas tareas por delante, las que obviamente deben contar con el aval de Raúl Castro y el Partido Comunista, pero la principal es salir del estancamiento económico producto entre otras cosas, de ese perverso sistema de doble moneda, uno para los locales y otro para los turistas: Los CUP y los CUC respectivamente.

Díaz Canel deberá enfrentar el reto de la unificación monetaria sorteando los riesgos que pueden venir asociados a esta. Cuando Castro, Raúl, abrió tímidamente la economía a la propiedad privada en el año 2016 advirtió que eso no era un regreso al capitalismo. Así y todo, miles de cubanos se lanzaban a la aventura de abrir sus casas para alquilar un cuarto a los turistas, para dar un desayuno o aquellos más osados para transformar su caserón en un Paladar, un restaurante fuera del circuito de los oficiales. Y esos privados crecieron bajo la mirada orwelliana del régimen que no deja de ahogar todo intento de emprender.

Más de cuatro millones de turistas anuales llegan a Cuba y muchos pasan por La Habana camino a alguna playa de los Cayos donde ahí sí el capitalismo se hace fuerte y se ostenta sin pudor. Igual que en La Habana donde se levantan hoteles de cadenas internacionales y allí hacen su agosto los cubanos que trabajan con los taxis, abriendo puertas o simplemente indicando a los turistas donde comer. Ellos reciben en sus manos ávidas los CUC como pago, como propina, un CUC un Euro.

Se da la triste paradoja que el mozo de un bar que atiende a turistas en los hoteles gana más que un profesor de lenguas de la universidad de La Habana o que un médico.

El camino que emprendió Cuba ha sido largo: salió del capitalismo para llegar… al capitalismo. Salió del capitalismo de los años 50 para llegar al capitalismo del siglo 21 donde el principal socio es el Estado comunista, es decir los Castro, sus herederos y la cúpula de las Fuerzas Armadas.

Ha fracasado el socialismo en Cuba de la misma manera que ocurrió en la Unión Soviética. Cuba se ha reformado, pero depende de afuera, como ayer de los soviéticos y hoy lo es del decadente régimen chavista y de los millones de turistas.

Cuando se estrenó el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba el Che Guevara decía que eso iba a obligar a los cubanos a hacer las cosas bien a trabajar mejor.

Ya van para casi 60 años de bloqueo y todas las incapacidades se justifican por el mismo y no por por otra cosa. Es una respuesta fácil, pero no de todos

León, un atento y profesional taximetrista habanero, oriundo de Villa Clara, igual que el nuevo presidente me dijo, cuando le hablé del bloqueo de EE.UU: “Ante todo debemos sacarnos el bloqueo mental”.

León, como muchos cubanos, una gran mayoría, forma parte de aquellos que no son un grupo político ni siquiera uno social articulado, pero si son los que no emigran, porque Cuba es su tierra y están orgullosos de comer su plato de ropa vieja, pero esperan respuestas y cambios.

 

Raúl Castro sigue al mando por Gonzalo Pérez del Castillo

 

Hace muchos años tuve el privilegio de asistir a un debate sobre ética periodística entre dos excepcionales hombres de prensa  italianos: Indro Montanelli (conservador) y Eugenio Scalfari (socialista).  Montanelli sostuvo que  el periodista debía presentar  la información objetiva de los hechos  claramente diferenciada  de su comentario sobre los mismos. Scalfari mantuvo que, en política, tal información objetiva no existe y que la honestidad del periodista reside en identificarse ideológicamente frente al lector y, desde allí, relatar los hechos.

Sobre el traspaso de mando  en Cuba no existe una realidad objetiva. Lo sucedido  puede contarse de muy distintas maneras.  En concordancia con Scalfari corresponde entonces  que yo explique desde donde escribo. Fidel Castro fue mi héroe de juventud durante los años 60 cuando Uruguay se latino americanizó, es decir, cuando tomó conciencia de pertenecer a la región  más desigual del planeta. Después sucedieron muchas cosas. Perdimos la libertad, luego  la recuperamos y, en el proceso,  aprendimos a valorar los méritos de la democracia liberal. Luego se derrumbó el socialismo real dejando al desnudo una cruda realidad política, económica y social. A mediados de 1989 asistí en directo al  payasesco “Juicio” al Coronel Ochoa en Cuba. Las balas de los fusileros que cerraron los ojos de Ochoa para siempre, también  abrieron los míos. Cuba no era mejor que los demás países del socialismo real. Los hermanos Castro eran la copia fiel de los líderes autócratas que tales regímenes engendraron.

En Cuba no  ha habido una elección. El pueblo no se ha pronunciado libremente porque no se lo han permitido. Tampoco se ha verificado un traspaso de mando. 605 diputados electos  por circunscripciones y sectores – casi todos ellos militantes del Partido Comunista Cubano y burócratas del Estado-  votaron por unanimidad al designado Díaz-Canel.  Se ha producido un cambio generacional en lo que se denomina la Presidencia de Cuba. Es decir, en la representación formal de un Estado que seguirá dominado por el Partido Comunista,   por las Fuerzas Armadas y por la muy arraigada burocracia estatal. Raúl Castro sigue al mando.

El disciplinado Díaz-Canel promete continuidad y estabilidad política. En lo económico es improbable que  siga el ejemplo de  China y Vietnam que  han creado  modelos  capitalistas de Partido Único donde el sector privado juega un rol estratégico. Cuba solo permite la existencia de “cuentapropistas” con el fin de  absorber la mano de obra que el Estado no contrata. Difícilmente esto promueva cambios en la productividad de la derrumbada economía cubana.

Pero estas reflexiones, al decir de Scalfari, provienen de mi subjetividad. No puedo asegurar que constituyen la realidad objetiva. Lo único seguro es que, más allá de los hechos,  Cuba y Fidel continuarán siendo un mito irrenunciable para los dirigentes políticos y sindicales que hoy dominan el Frente Amplio  uruguayo.

 

 

¿En qué momento se jodió la revolución? Por Roberto Soria

 

Hace un par de días, un amigo, comentando la futura suerte de Brasil con Lula preso me dijo: ‘’las elecciones presidenciales no suelen cambiar mágicamente estados de cosas’’. Pues Cuba, no escapa a esa lógica, no es la excepción a pesar del pomposo nombre con el que se designa al parlamento, Asamblea Nacional del Poder Popular, el sistema de elecciones por vía indirecta y el partido único, dan cuenta de ello de un modo tristemente manifiesto.

Como era de esperarse, el nuevo presidente, Díaz-Canel, asumió que continuará la línea del régimen en lo interno y en lo externo. Sin embargo, hace algunos años, comentaristas, entienden que el régimen evoluciona hacia un modelo de capitalismo autoritario de inspiración asiática. Es decir, que paulatinamente avanza hacia el libre mercado; y los cambios en la estructura económica de la isla, los teje desde las sombras la élite que gobierna el partido (Castro continúa en esa sombra y en esa élite) más allá de los discursos presuntamente revolucionarios.

El complejo entramado de decisiones para avanzar hacia el libre mercado, afectan la vida de todos los habitantes de la isla; pero el punto, es que ninguna de ellas está bajo el control estricto del pueblo. En contra de los teóricos liberales que sostienen que la apertura al mercado conlleva necesariamente apertura democrática, participación ciudadana robusta, tolerancia y derecho a la disidencia, Cuba es el ejemplo Latinoamericano de refutación empírica de un dogma que se presenta como ‘’ley natural’’, y del que deberíamos sacar unas cuantas lecciones.

Democracia y mercado no presentan una conexión necesaria. La democracia es siempre una conquista de la lucha de los pueblos, y el mercado, es una contingencia impuesta por los poderosos; ya se trate de políticos o propietarios de medios de producción, o la conspiración de los intereses de ambos. A pesar de estas contingencias, de los nombres y edades de los líderes, en Cuba, lo importante, la apuesta de los de afuera, el ojo de los que somos meros espectadores desde afuera debe estar en el pueblo y sus condiciones materiales, sus posibilidades para cambiar estados de cosas. En el pueblo y su lucha está el motor del cambio.

 

 

Pequeñas reflexiones por Esteban Pérez

 

Antes que nada nos quitamos el sombrero en señal de respeto al pueblo cubano. Quiénes provenimos de la generación que intentó llevar adelante una revolución socialista siendo derrotados en el intento, no tenemos autoridad moral para criticar a un pueblo que no sólo logró tomar el poder sino que lo ha mantenido hasta hoy, prácticamente en solitario, en un mundo en el que las grandes experiencias de vías al socialismo han fracasado o han involucionado hacia el capitalismo salvaje.

Cuba no es ni una iglesia ni una religión, por lo tanto no la mistificamos y seguramente en su larga trayectoria de construcción de un camino hacia el socialismo ha cometido muchos errores y ha tenido numerosos aciertos.

El pueblo cubano tiene dos características que lo diferencian de la mayoría de los pueblos del mundo: es una de las naciones de más elevado nivel educativo (no hay analfabetismo) y es un pueblo armado.

Difícilmente una población con esas características se deje llevar de las narices si no cree en el sistema que tiene y en quienes lo gobiernan.

Hace rato ya que los cubanos habrían pateado el tablero, más aún con las privaciones que soportan desde la implosión de la URSS y el bombardeo ideológico sistemático de su poderoso vecino y enemigo.

La CIA ha logrado generar insurrecciones a su gusto en el seno de muchas naciones, pero no ha podido debilitar la conciencia de los cubanos como para lograr significativas conmociones contra el sistema revolucionario vigente.

Actualmente la biología está dando de baja sistemáticamente a la legendaria generación del Moncada, pero la cultura y conciencia sembradas en el seno del pueblo sigue dando sólidos recambios.

Esta nueva generación deberá timonear la isla en un mundo cada vez más hostil, con nuevos bloques de poder y casi sin aliados a la altura de los acontecimientos.

La mayoría de las izquierdas latinoamericanas han sido, de hecho, cooptadas por el capitalismo bajo el disfraz de un reformismo progresista generando las condiciones para la reinstalación de duros gobiernos de derecha que hoy cuentan con vientos favorables provenientes del Norte.

Cuba entonces, más allá de los temores que podamos tener por su futuro, es para los consecuentes no sólo un “recule” estratégico sino también un horizonte tangible de esperanza y ética revolucionaria.

No vamos a opinar sobre su interna, seguimos fieles a la visión de que cada pueblo crea sus caminos de liberación y vías propias hacia el socialismo. Las recetas no son transplantables y mucho menos pasibles de imponer a otros pueblos.

El desmoronamiento de la URSS comenzó precisamente desde las naciones donde impuso su estilo. Cuba supo mantener la frescura de su propio proceso  y eso es lo que le ha permitido subsistir.

La Historia dirá cuánto podrá resistir los huracanes que se le avecinan.

Mientras exista la Revolución Cubana los que pretendemos ser revolucionarios no nos sentiremos huérfanos ni nos faltarán las fuerzas para seguir caminando…

Poco espacio a la ilusión por Alejandro Sciarra

 

La Constitución de la República Oriental del Uruguay expresa en su artículo 4, «La soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación…»

¿Qué quiere decir con «la Nación»? Se refiere puramente al conjunto de los habitantes comprendidos dentro del territorio nacional, expresado en el artículo 1 al definir la República Oriental del Uruguay. O sea, que la soberanía, el poder, existe radicalmente en las personas.

Eso señores, es una democracia.

En su artículo 5, la Constitución cubana expresa, «El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista.»

Eso señores, es una dictadura comunista.

«Mientras mantiene el control sobre el Partido Comunista, al que la Constitución consagra como fuerza dirigente del país, Castro podrá vigilar a este tecnócrata crecido a su sombra y consciente de que cualquier intento de autonomía podría significar su caída. Pero el viejo guerrillero sabe también que el final de su vida está cerca y que los benjamines se vuelven impredecibles cuando el mentor ya no respira.» Estas son palabras de la disidente cubana Yoani Sánchez en columna para El País de España el 21 de abril pasado.

Raúl Castro, el «revolucionario paulatino», como se le ha apodado, nunca se caracterizó por la celeridad ni la radicalidad en los cambios. Las reformas que impulsó, fueron pocas y a paso lento. Quiero, pero no puedo. Por lo que, quien crea que este cambio de Presidente será un revulsivo, se equivoca.

En Cuba ya no gobiernan los Castro. Es el fin de una era. Es un hecho histórico a juzgar por los últimos sesenta años de la isla. Pero por ahora, solo en los papeles. Nadie espera realmente que Díaz-Canel, que viene del riñón mismo de los Castro vaya a ejecutar grandes reformas. Al menos, sentirá cerquita el resuello de Raúl desde la Secretaría del Partido Comunista. Ese que, según la Constitución, «es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado.» O sea, al mando sigue un Castro.

Y, por si fuera poco, la situación en Estados Unidos no aporta demasiado. Podría haber sido un momento clave para las relaciones diplomáticas entre ambos países. Cambio de liderazgo político en Cuba (al menos un cambio de cara y de generación), acercamiento de Estados Unidos. O sea, relaciones renovadas. Pero no. Trump se ha alejado de las políticas implementadas por Obama dejando allí un vacío. Y ese vacío lo llenarán otros. Según Alan Gómez, del USA Today, por qué no, Rusia o China.

En conclusión, en Cuba hay pocas expectativas de cambio real. Por contradictorio que parezca, la revolución prohíbe la transformación, el progreso, la innovación. Después de sesenta años de opresión y avasallamiento de las libertades, la decadencia ha dejado poco espacio a la ilusión.

 

Talenteando sobre Cuba por Roberto Elissalde

 

Cada vez que alguna piedra amenazó sacudir el barco de la isla cubana, miles de escribas intentan explicar al mundo qué efecto tendrá la onda en su gobierno revolucionario, en su población, en las decenas de miles de exiliados de Miami y en el mundo. Desde Mario Vargas Llosa hasta James Petras, de los partidos comunistas que en el mundo viven a los trotskistas que sobreviven, del diputado Jaime Trobo al diputado Eduardo Rubio, todos tienen algo que decir, algo definitivo, esclarecedor, tajante. Unos no olvidarán mencionar a la tiranía comunista y otros a la revolución socialista que resiste a 90 millas del Imperio. Otros mencionarán a la burocracia estalinista que oprime a su pueblo y otros todavía se quejarán del lento pero inexorable retorno del capitalismo que están tolerando los líderes posteriores al comandante Fidel Castro Ruz.

 

El sistema político y electoral cubano no se parece al uruguayo ni al estadounidense: no hay uno que se le parezca en el continente americano. Desde la ignorancia, la inocencia o la más rancia mala leche es posible denostar lo que inventaron o construyeron los cubanos. Y tal vez todas esas críticas nos suenen razonables, “normales”, y por lo tanto nos lleven a tener una posición más bien distante respecto al gobierno de la isla.

 

Yo, que no estoy en la liga de Vargas Llosa ni Petras, que no tengo los votos de Trobo ni los de Rubio, que no soy bolche ni trotsko, que no logro decidirme por un liberalismo puro ni por un dirigismo puro, miro a Cuba y a los cubanos con sorpresa.

 

En su momento supieron derrotar a la dictadura militar de Fulgencio Batista, enfrentar a Estados Unidos con el apoyo evidente de la Unión Soviética, cambiar la estructura económica y social del país y construir un sistema educativo, de salud y de conocimiento científico sin comparación en el Tercer Mundo. Su moralismo inicial castigó con dureza a homosexuales, a disidentes políticos, a las iglesias y religiones en general y a toda expresión de algo que no coincidiera con el ideal “hombre nuevo”.

 

Pero quienes los acusaban de títeres soviéticos jugaron todas sus cartas a los sucesivos terremotos políticos: la invasión directa, los intentos de magnicidio, el bloqueo económico, la amenaza atómica, el aislamiento internacional, el sabotaje económico. Cuando el imperio soviético se desfondó, auguraron que el tinglado caería y el “período especial” fue visto como la agonía del régimen. Pero el gobierno cubano buscó amigos y socios en China, Vietnam y finalmente en Venezuela y siguió adelante. Después se fue Fidel y entró Raúl, Venezuela se hundió en su crisis y ahora llegó la hora de una nueva generación de cubanos.

 

El “pueblo” cubano parece menos pendiente del cambio de mando que los medios del mundo, incluidos los más humildes semanarios de la periferia. Todos se apresuran a hacer cálculos, pronósticos, apuestas. Yo no me animo: me parece que los cubanos han elegido un camino propio, complejo y diferente. Tienen mucha pobreza relativa (comparada con la de los clientes de un shopping montevideano), pero nada de indigencia; están lejos de la propaganda consumista y no pueden comprarse championes Nike. No tienen un partido político opositor (porque está prohibido, tal vez), pero dicen lo que piensan en cada esquina o plaza de la isla, votan en “sus” elecciones, eligen vecinos y conocidos para los gobiernos locales y de cercanía y confían en ellos para que elijan a su vez a las instancias nacionales.

 

Qué va a pasar con Miguel Díaz Canel depende más de lo que suceda en la economía, los países aliados y amigos y en Estados Unidos que lo que él pueda querer o no. Tal vez no sea un líder carismático y parece claro que funcionará buscando caminos colectivos. Lo que soy yo, veo todo con curiosidad y con una alta cuota de buena voluntad.

 

 

Dejemos hablar a Cuba por Miguel Manzi

Voces pregunta si habrá cambios en la isla tras la designación de Miguel Díaz Canel. La respuesta corta es NO. Díaz Canel es del palo, nacido y criado bajo los Castro, cero falta, sote felicitaciones; por eso lo nombró Raúl y lo apoyó toda la nomenklatura cívico-militar. Sigamos preguntando: ¿puede Cuba sostenerse sin cambios, o sin acelerar y profundizar los tibios cambios insinuados por Raúl? Dicho de modo muy rústico, el régimen se financió primero con los subsidios soviéticos; cuando se cayó la URSS, llegaron los españoles y re-colonizaron a fuerza de resorts (ojo: los mozos, los cocineros, los salvavidas, no son empleados de Meliá, son todos funcionarios públicos; como los músicos callejeros, los periodistas, los que manejan las carretas de transporte colectivo en el interior; no sé si también las prostitutas y los taxi boys que pululan en la Habana Vieja, porque no uso). Sigo: pasado el boom de los gallegos, llegó el turno de los venezolanos: petróleo subsidiado hasta hoy, que Cuba revende a precio de mercado (y con la diferencia paga a sus funcionarios públicos). Declinante Venezuela, contaban con los gringos, que pintaban bien bajo Obama; pero Raúl se asustó, y Trump liquidó el tema. Al cabo, hoy no hay quien financie (quedan los resorts, pero no alcanza para todos). ¿El régimen puede aguantarse a pura propaganda y represión? Maduro puede; Kim Kung-fú puede; Ortega se está probando; los rusos no pudieron; Europa del Este no pudo. Vaya Ud. a saber con Cuba. Pero quiero honrar el título de esta nota, para lo que me valdré de algunas frases del discurso de asunción de Miguel Díaz; yo sé que como te digo una cosa te digo la otra, pero cuando el sentido del texto es claro, el lector no está autorizado a interpretarlo (al menos hasta que los hechos desmientan a las palabras). Ahí van, maliciosamente escogidas de la crónica de El Comercio de Lima:

  • Asumo la responsabilidad con la convicción de que todos los revolucionarios, desde cualquier trinchera, seremos fieles a Fidel y a Raúl.
  • Raúl es el mejor discípulo de Fidel, pero también ha aportado innumerables valores a la ética revolucionaria, a la labor partidista y al perfeccionamiento del gobierno.
  • Vengo a entregar el compromiso de trabajar y exigir el cumplimiento del programa que nos hemos dado como gobierno y como pueblo en los lineamientos del Partido y la Revolución a corto, mediano y largo plazo.
  • Esta legislatura defenderá la revolución y continuará el perfeccionamiento del socialismo.
  • (ESTA ME PARECE GENIAL) Nos corresponde ser más creativos en la difusión de nuestras verdades, emplear más y mejor las posibilidades de la tecnología para inundar de verdad los infinitos espacios del planeta internet, donde hoy reina la mentira.
  • (Y ESTA ES LA FRUTILLA DE LA TORTA): El compañero Raúl, como primer secretario del Partido Comunista de Cuba, encabezará las decisiones de mayor trascendencia para el presente y futuro de la nación.

En homenaje a la diversidad de los lectores de Voces, termino con el último verso de Borges en su prólogo al I-Ching: “El Destino es fatal como la flecha. Pero en las grietas está Dios, que acecha”.

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