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Narcotráfico: los puntos sobre las ies por Antonio Ladra

Narcotráfico: los  puntos sobre las ies  por  Antonio Ladra
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El precandidato colorado y ex presidente Julio María Sanguinetti salió a la cancha de la campaña electoral con por lo menos dos temas fuertes para debatir y ya provocó un remezón. Uno de los temas, es la postura de Uruguay respecto a Venezuela.

El otro es el del narcotráfico. En diálogo con Informativo Sarandí y luego con En Perspectiva, Sanguinetti dijo que hace más de diez años «no había bandas de narcotraficantes en Uruguay».

«Esto es de ahora, de los gobiernos de ahora. Nació en estos años y es gravísimo», opinó.

Los dichos de Sanguinetti sobre este último tema provocaron la respuesta del ministro del Interior Eduardo Bonomi, quien retrucó al colorado, lo acusó de mentir y dijo que en realidad el narcotráfico ingresó al país durante, justamente su gobierno.

Veamos: durante mucho tiempo en Uruguay se creyó aquello de que el narcotráfico no constituía una amenaza. Estamos hablando de finales de los años 80. Por esas fechas Uruguay era un país de tránsito para el tráfico de drogas. Sin embargo, no hay mercado chico.

En el año 2014 publiqué el primer libro de investigación sobre los narcos uruguayos, “Narcos en el Uruguay”[1] se llama, y se basó en las historias de algunos individuos y bandas que no se creían que existieran en el país. Para nuestra sociedad, los narcos eran los “Chapo” Guzmán y algunos otros, mexicanos y colombianos. Pero desde fines de los años 90 comenzaron a brillar en submundo del tráfico de drogas algunos personajes vistiendo la celeste. Hombres y mujeres buscaron plata fácil traficando drogas, y quien trafica drogas, trafica armas, mujeres y quien lo hace en Colonia quiere hacerlo en Punta del Este y en Montevideo y llegar hasta los lugares más remotos del país porque es un negocio muy lucrativo.

Hoy en día no existe ningún país que esté aislado como para no formar parte del tráfico global de drogas. Países como Uruguay, que años atrás solo fueron puntos de transbordo para la droga, se han convertido en proveedores e irremediablemente también en consumidores.

Un poco de memoria

Hay datos que dan cuenta como el narcotraficante internacional Raúl Vivas lavó, al finalizar la década de los años 80, desde Punta del Este 500 millones de dólares.

O las actividades de José Lezcano Patiño, o Ramón Puentes Patiño, un cubano-panameño, contador del cártel de Cali, que fue detenido en Punta del Este.

Luego fue en la década de los años noventa que se comienzan a conocer las actividades de los capos narcos locales.

En los albores de los años 90, Maurilio Lilo Martínez desarrolló sus actividades en la zona oeste del país, en Colonia y fue un pionero en el narcotráfico internacional. Se lo consideró la primera generación de narcotraficantes locales que cobró relevancia más allá de fronteras, con una fuerte vinculación con argentinos, principalmente. Omar Clavijo fue a finales de los 90 y principio de los 2000 el rey de la marihuana en la zona Este del país y quizás el más notorio y conocido en esa época.

Washington Bocha Risoto lideró la segunda generación de narcotraficantes. Entre el año 2000 y el 2012 fue el principal «empresario» de la exportación de cocaína hacia Europa. Era un hombre que además se dedicó a otras actividades que le servían para lavar el dinero producido por el narcotráfico.

Los tres tuvieron un final común: fueron asesinados. Es, generalmente, el mismo final que tienen los narcos en todas partes del mundo.

La operación Campanita, fue la primera de gran importancia que realizó la Policía uruguaya. Se inició en el año 2002, bajo un gobierno colorado, con Jorge Batlle presidente y finalizó en el 2006, bajo el gobierno del Frente Amplio, con Tabaré Vázquez como titular del Poder Ejecutivo. Esta operación dejó al desnudo una realidad que estaba comenzando a gestarse en el país, donde coincidieron uruguayos con colombianos, narcotraficantes y profesionales especializados en el lavado de dinero en una red que se extendía a gran parte del primer mundo, y que llegó hasta la lejana Nueva Zelandia. Hasta el cartel de Juárez, fundado por el ya fallecido narcotraficante Amado Carrillo conocido como «Señor de los Cielos», por haber sido el primero en traficar cocaína en su propia flota de aviones hizo algunas inversiones en Uruguay.

El narcotráfico y los narcos son un fenómeno social porque hay cientos de jóvenes marginales y familias enteras que ven en esta actividad una forma de ganarse la vida sin mucho sudor. Desde el asesinato de Risoto, que se toma como punto de partida para los ajustes de cuentas, se incrementó la violencia y la ocupación territorial de parte de organizaciones más o menos estructuradas en torno a un líder o una familia.

Estas organizaciones se hicieron fuertes en determinados barrios de Montevideo como Cerro Norte, Villa Española, Malvín Norte, Carrasco Norte, Marconi, Casavalle, Barros Blancos, Chacarita de los Padres, Ituzaingó, Maroñas, barrio Borro y Cerrito de la Victoria. En esos lugares venden droga, alquilan armas y hasta prestan servicios de sicariato.

Los uruguayos nos hemos acostumbrado, y naturalizado rápidamente expresiones como capos narcos, ajuste de cuentas, o feudalización de barrios donde grupos territoriales de narcotraficantes hostigan a los vecinos que no les son afines, dirimiendo los conflictos violentamente.

En mayo del año pasado, el director Nacional de Policía Mario Layera[2] lanzó una alerta, habló de la necesidad de coordinar esfuerzos en el Estado para evitar que se ahonde la fractura social y el accionar de esas organizaciones de narcotraficantes afincadas en algunos de los barrios montevideanos ya reseñados y que incluso se han expandido a otros departamentos. De ahí que provinieron los operativos para desalojar a las bandas de narcos, pero, además, en una mirada integral, se dispuso hacer calles, plazas, dignificar el lugar y el espacio.

Ni tan calvo ni con dos pelucas es un refrán que recomienda mesura y no excederse ni quedarse uno corto ya que en el término medio está la virtud.

Por eso tanto, para Sanguinetti como para Bonomi, ni tan calvo ni con dos pelucas. No busquen saber quién tiene más o menos razón, piensen y actúen, cada uno desde su lugar, como frenar, si es que se puede, un flagelo que a esta altura del partido ya no importa si entró al país bajo un gobierno u otro.

1 Narcos en el Uruguay, Lilo, Clavijo, Bocha y la Operación Campanita, editorial Sudamericana.

[2] http://semanariovoces.com/el-incomodo-director-nacional-de-la-policia-inspector-mario-layera-por-antonio-ladra/

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