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La venganza de los millenial por Ignacio De Posadas

La venganza de los millenial por  Ignacio De Posadas
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La revista británica Prospect (número de Julio), trae un artículo sobre las recientes elecciones en el Reino Unido, que arrojaron un resultado a la vez sorprendente y de gran impacto.

Las reflexiones están, obviamente, enfocadas a la Gran Bretaña, pero tienen algunos puntos que llaman a poner las barbas en remojo. Las nuestras, se entiende.

El telón de fondo fue una realidad política que la Primer Ministro leyó como de claro favoritismo para el gobierno, lo que la lleva a llamar a elecciones segura de consolidar y aún ampliar su poder: pan comido!

El resultado fue un brutal porrazo, con la resurrección, además, de un Laborismo que parecía finado frío, (qué habilidad la de estos líderes Conservadores para errarle al cálculo!). Analizando la votación, llama la atención una presencia muy marcada del voto joven, contra lo que venía siendo una tendencia del “¿a mí qué?”, presente no sólo en el Reino Unido. Claramente, muchos jóvenes, los famosos “Millennials”, se pasaron de la indiferencia y la abstención, al enojo y al voto castigo.

¿Porqué?

Es aquí que el análisis del artículo se pone particularmente interesante para nosotros, los orientales. La bronca de los Millennials británicos se originaría por muchos años de políticas económicas y sociales, a manos de gobiernos conservadores y laboristas, que se concentraron en el presente, en el corto plazo, a expensas del futuro.

Aquel presente, que constituyó si no el único, por lo menos el principalísimo interés de los gobiernos, eran los “baby boomers”, hoy entre maduritos y tercera edad.

El presente, hoy, es que aquello no dejó mucho para mí. Los Millennials están sacando la cuenta de que todo fue para los vetes.

El caso del Reino Unido parece ser condenatorio para los gobiernos (de ambos pelos), pero de alguna manera también para el mercado, (al menos de un mal uso). Algo que no corre estrictamente para el Uruguay: políticas liberales (seguidas por conservadores y por laboristas), que redujeron el patrimonio estatal sin sustituirlo. En vez, lo obtenido fue para atender necesidades del presente. Aquello de Salinas: “usamos nuestros bienes para atacar nuestros males”. Todo bien, sólo que (y en el mejor de los casos), eran los males del momento.

Ahí empiezan a aparecer similitudes con lo ocurrido últimamente en nuestro país: volcar la casi totalidad de los recursos públicos a gastos corrientes, con muy bajos niveles de inversión. Más aún, la inversión que efectivamente se hace conlleva, bien crecimiento inmediato del endeudamiento (caso la inversión pública), o diferimiento del crecimiento, por la utilización de exoneraciones tributarias.

En contrapartida, nosotros sumamos otro desequilibrio, a través de nuestro sistema “solidario” de seguridad social: podrá ser solidario (a la fuerza) de nuestros jóvenes, a través de pago de tributos, a nuestros viejos, pero aquéllos después bien pueden quedarla.

Un economista muy singular, ganador del Premio Nobel, James Tobin, sostenía que la cuestión del crecimiento de una economía siempre termina siendo un balance del presente versus el futuro. Toda sociedad, opinaba Tobin, debe resolver “como decide dividir sus recursos entre necesidades corrientes… o de la próxima década, o de la próxima generación”.

Los gobiernos de nuestro país, con alguna honrosa excepción, han privilegiado atender a los requerimientos de sus votantes, con poca o ninguna inquietud por las futuras generaciones. Gastan hoy lo de hoy y también lo que deberían invertir para el mañana.

El ideal en una sociedad es el mismo que en cualquier familia: que a los hijos les vaya mejor que a sus padres. Eso es señal de progreso. Pues en el Uruguay la regla no es esa. Por lo general, a los hijos les resulta imposible alcanzar el nivel económico de sus padres.

Marx, con su encandilamiento teórico, típico del Iluminismo, decretó que la realidad era, necesariamente, de una lucha de clases con desenlace apocalíptico. Como la casi totalidad de su estructura teórica, eso no se dio.

¿Pero no será que estamos empezando a presenciar otra lucha? ¿La lucha de generaciones? ¿Y cuál será el desenlace? ¿Los jóvenes, votarán con los pies? ¿O con corazón caliente?

 

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