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La caricatura por Luis Nieto

La caricatura por Luis Nieto
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La semana pasada un amigo, muy amigo, en realidad un hermano, me envió vía whatsapp una animación hecha con mucha astucia y profesionalismo, a través de la cual se plantea la cuestión agropecuaria desde una falacia: el problema del campo es generado por el precio del arrendamiento de la tierra a pequeños productores que trasladarán ese costo abusivo al precio final de lo que produce. Esto demuestra un desconocimiento total de cómo está funcionando la relación capital-trabajo en el campo.

Cifras, gráficos, mapas y un personaje caricaturizado (el terrateniente), pasan a gran velocidad, de manera que al que está predispuesto a asumir el mensaje le basta con retener algún dato y tener la sensación de que una gran maniobra económica está detrás de los reclamos de los Autoconvocados. El mensaje termina con la afirmación de que el gobierno debe decidir si la crisis del agro la pagan los trabajadores del campo y de la ciudad, bajando salarios y achicando el Estado, o enfrenta, finalmente, los privilegios de los sectores rentistas, los únicos beneficiados de los últimos años.

Esta última frase condensa la sarta de afirmaciones que el o los autores utilizan para plantear que la apropiación de esa renta por parte de los terratenientes uruguayos es de tal envergadura como para explicar que a nuestro país le resulte difícil vender en el exterior. De la única forma que eso pudiera explicarlo sería por la vía del absurdo: yo arriendo un campo pero no tengo los medios económicos para producir un plus que me permita pagar la renta, por lo tanto, ¿para qué arriendo un campo? Otro ángulo: Gestiono un préstamo bancario, que deberé pagar mes a mes, con el fin de no engordar el bolsillo del terrateniente, pero, una vez más, si tengo que acudir a un banco para comprar la tierra donde voy a producir es porque el banco me da alguna ventaja financiera importante, para comprar la tierra y los insumos. Este último camino ha sido, con frecuencia, el camino del suicidio, el peor, porque la rentabilidad de la tierra no asegura, en casi ningún caso, la amortización de un préstamo bancario y obtener lo suficiente para vivir. Dejemos por un momento el por qué de la crisis que vive el campo para concentrarnos en el futuro del agro uruguayo. ¿Existe alguna alternativa al modo de tenencia de la tierra a la que cualquier uruguayo pueda acceder? ¿Existe crédito bancario que tome en cuenta a pequeños y medianos productores, una especie de Banco Hipotecario, por ejemplo? En el caso de existir, ¿lo pone a salvo de poder producir para pagar la amortización del préstamo y vivir de su trabajo?

¿Y cómo andamos por la ciudad?

Lo que antes se llamaban “cantegriles” tuvo su expansión en la crisis que el país empezó a incubar en la década del cincuenta. Mucho tuvo que ver la frustrada industrialización del país, al intentar producir bienes que sustituyeran productos importados sin haber hecho el recorrido tecnológico y de proyección hacia el exterior que hicieron países que competirían directamente con nuestra endeble intención de fabricar heladeras, ventiladores y hasta televisores. Tampoco el Uruguay detectó el cambio radical que tendría el uso de fibras sintéticas en la elaboración de tejidos. Casi nada de lo que Uruguay producía en la ciudad puerto y sus cercanías acabaría siendo competitivo. No sólo por costos altos de fabricación, sino por no tener un mercado interno que actuara como colchón financiero, y una casi nula búsqueda de productos atractivos en base a lo que el Uruguay tenía disponible como materia prima. Una tras otra se fueron apagando las chimeneas montevideanas, y la clase trabajadora se vio empujada a una radical y abrupta caída de su capacidad de sobrevivencia económica.

El cantegril fue la primera alarma social que detonó en los años sesenta.

En el interior sucedieron algunas cosas que contribuyeron a aliviar el ambiente de miseria que fue creciendo en la periferia de Montevideo, arrastrando a barrios enteros en su caída. ¿Por qué no fue posible repicar en la capital del país el ejemplo de Mevir, que le dio dignidad a la gente de campo desalojada, y por partida doble: por levantar con sus manos, aunque fuese parcialmente, una vivienda familiar propia, y porque esas viviendas son dignas, cómodas, y durarán bastante más que los tugurios de lata y cartón donde se ha tenido que refugiar una importante cantidad de montevideanos? Una vez más, la pregunta es ¿por qué no también en Montevideo?

De alguna forma hay dos escenarios muy distintos para quienes se ven obligados a sufrir las crisis en el peor lugar de la cadena: Montevideo, enrejada y sucia, y el Interior, donde casi ya no existen rancheríos indecorosos, y donde es difícil encontrar pueblos y ciudades ganados por los basurales. Son dos visiones de país que algunos quieren obviar, dos calidades de vida, hasta para los sectores más pobres de la población. Tal vez tenga que ver con que el Interior produce la inmensa mayoría de los bienes exportables, con capitalismo y todo, con latifundio y todo, y la ganancia se derrama mejor en la sociedad semirural, en pueblos y ciudades cercanos al campo, donde está la mayor cadena de producción de bienes exportables del país.

El Frente Amplio ha resignado su histórica reivindicación de llevar a cabo una reforma agraria. Lo más lamentable es que la ha hecho al revés, para mayor iniquidad, dándole al capital extranjero las ventajas que le niega a sus compatriotas. ¿No había ido Mujica, siendo presidente, junto a Paco Casal y el Pato Celeste a buscar inversores en el entorno del presidente del Real Madrid? ¿No hizo, también, el viaje a China y volvió con promesas? Mientras tanto los durmientes fueron desapareciendo de los antiguos trazados del ferrocarril. ¿No fue posible un tren, aunque viajase a 30 o 40 kilómetros por hora, para llevar la producción de madera a los puertos, en lugar de destruir caminos y carreteras, al margen del costo que tiene mover semejante flota de camiones?

Volver a la retórica de los buenos y los malos sólo va a producir –si es que ya no produjo- un abismo social más profundo del que teníamos en tiempos de la guerrilla. Si el socialismo solucionó esas diferencias sociales que el Frente Amplio, los traiga como ejemplo. Antes hablábamos de la Unión Soviética y Cuba como pradigmas indiscutibles de lo que podía ser nuestro futuro. ¿De qué hablamos ahora? ¿Cuáles son los ejemplos para la izquierda oficial uruguaya? Lo que estamos viendo no funciona, Uruguay está sobreviviendo en base al crecimiento de su deuda externa y entregando soberanía a enormes empresas extranjeras.

A ver si se entiende: En lugar de comprar tierras, los latifundistas forestales las arriendan y devuelven lo que queda de ellas a los 18 o 20 años. Eso pone en el bolsillo de muchos propietarios uruguayos, chicos, medianos y grandes, una plata junta que resulta difícil rechazar. La tierra no la pierde, pero perderá la calidad de su tierra actual. Lo que el whatsapp caricaturiza como latifundista es para dar manija. En realidad, el latifundista viene del norte de Europa, y si es morocho viene de Chile. El latifundista uruguayo no es tan nabo, no le arrienda su tierra al productor chico porque sería un pésimo negocio. Muchos agarran esa plata junta y se van al Paraguay, a limpiar el Chaco y a plantar soja en una tierra infinitamente más fértil que la nuestra.

Dentro de 20 años se verá, es mucho tiempo para un productor, pero, también, para un país.

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