Home Entrevista Central Gastón Boero, sexólogo: “La mujer que trabaja se independiza, y la mujer que es independiente no le conviene al hombre”.

Gastón Boero, sexólogo: “La mujer que trabaja se independiza, y la mujer que es independiente no le conviene al hombre”.

Gastón Boero, sexólogo: “La mujer que trabaja se independiza, y la mujer que es independiente no le conviene al hombre”.
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Sus programas de radio y televisión marcaron un hito en la popularización de la sexualidad en nuestro país y su prédica ayudó a vencer mitos y prejuicios. Quisimos charlar con él para ver su visión  de este Uruguay actual tan moderno y  tan diverso. Fue un placer escuchar a este joven de noventa y cuatro años que nos dio una cátedra de pensamiento libre.

 

Por Jorge Lauro y Alfredo García / fotos Rodrigo López

 

 

La leyenda negra de Artigas estaba predominando. Estudiábamos historia en Hermano Damasceno, que era una mentira redomada. Todo el mundo con Hermano Damasceno Que el 25 de Agosto, que el 18 de Julio… Y no servía para nada el asunto. Tuve a Oreggioni de profesor de Historia, el padre de Beto, de Arca. Nos hizo estudiar en Acevedo Díaz, que era la verdad histórica. Ahí yo discutía todas las fechas, el 25 de Agosto, el 18 de Julio. La fecha de independencia de Uruguay no es el 25 de agosto sino que es el 28 de agosto de 1828, firmada en Río de Janeiro por el gobierno de Buenos Aires y por Brasil —donde ya estaba de emperador Pedro I—,y por el delegado de Inglaterra, Lord Ponsomby, que ya venía con experiencia anterior: él había hecho la paz y había fundado los Países Bajos entre Alemania y Francia, y aplicó el mismo sistema para que nosotros fuéramos una especie de separación. Yo decía todo eso en aquella época. Ahora está todo demostrado —o por lo menos supongo que lo enseñarán—, pero en aquella época no, para nada. Éramos los bichos raros del liceo de Paysandú que teníamos esa historia.

Que no era la historia de Hermano Damasceno.

Tiene una calle y todo. La otra cosa por la que peleamos con la asociación de estudiantes que teníamos fue por sacarle el nombre a la Plaza Flores. ¿Cómo en Paysandú va a haber una plaza con ese nombre, si fue el tipo que conquistó y destruyó Paysandú? Venancio Flores. ¿Y saben quién logró cambiarle el nombre? Este que está en la foto conmigo, mi amigo  Mario Delgado Aparaín. Escribió No robarás las botas de los muertos, sobre la caída de Paysandú. Muy bien hecha. La presentó en el teatro Florencio Sánchez, allá en Paysandú. Todos los sanduceros se pusieron orgullosos y le cambiaron el nombre a la plaza, que no sé cómo se llama ahora. Yo estoy medio enojado con Paysandú.

Usted es de grandes enojos, me parece. Está enojado con la Universidad, con Paysandú… ¿Con quién más está enojado?

La Universidad me dio la razón.

¿Después de tantos años?

Sí, señor. En un documento que tengo por ahí arriba hay un certificado. Léalo. Está ahí atrás, ahora tenemos posgrado de medicina sexual.

Abril de 2017.

El año pasado. Demoraron diez años en la Universidad, pero los cagué a gritos.

Markarián hizo algo bueno, entonces.

Yo no tengo nada contra Markarián.

Arocena se ve que no le dio mucha bola.

Fue un proyecto que nosotros presentamos en 2007 a la Facultad de Medicina. El Consejo lo aprobó y pasó a la Escuela de Graduados, que también lo aprobó, pero pasó a la Universidad, para la última aprobación, y demoró diez años. Por eso despotricaba contra la Universidad.

Es de locos.

No puede ser, recorrió diez departamentos dentro de la Universidad. Era un proyecto, simplemente, para hacer un posgrado en una especialidad que la Facultad no tenía. Además, yo me voy de este mundo ahora, pero…

No se apure. ¿Qué apuro tiene?

No tengo ningún apuro, pero soy realista. Por la edad que tengo, me tengo que ir.

Pero hoy la longevidad… ¿Qué edad tiene ahora?

Noventa y cuatro y medio.

Es más joven que Vidart.

Soy más joven que Vidart, sí. Ahora nos están haciendo reportajes para un ciclo que va a hacer el Canal 5 en la mañana sobre los adultos distinguidos de más de ochenta años. Vidart y yo estamos primeros ahí.

Lo entrevistamos el año pasado a Vidart.

Y está en actividad completamente. Yo paré ahora, porque estoy con la literatura. Volví a mi viejo querer.

¿Qué está leyendo?

El último de Paul Auster. Pero no me gusta Paul Auster, no tiene la garra de los escritores norteamericanos que a mí me gustan, de Faulkner para acá, que son impresionantes.

A mí no me atrapó, tampoco.

Pero si me lo regalan, lo leo. Siempre en un libro se encuentra algo que sirve. Es lo mismo que cuando usted va al cine y ve películas viejas que son una porquería: siempre en esas películas hay algo, algún encuentro, alguna cosita que viene bien.

Es terrible leer un libro tan grande si a uno no le gusta.

Es la historia de un adolescente, en distintos episodios. Hay que escribir un libro así sobre la adolescencia. Tiene aciertos, también. Pero no es mi escritor preferido dentro de los actuales. O como este otro que era periodista deportivo, que nunca me acuerdo el nombre. En el nombre del padre, escribió, la historia de una de las familias mafiosas más famosas. ¿Cómo se llama aquel que lo perdonaron en Estados Unidos porque dio todos los datos de Sicilia, para el desembarco de los Aliados en Italia? Me parece que el nombre empieza con ese. No me acuerdo. Bueno, Kennedy estuvo con la mafia. Y el padre de Kennedy, Dios me libre. ¿No leyó a James Ellroy? Escribe unas novelas policiales terribles. Fue al que le mataron a la madre, que era prostituta y la dejaron en Los Ángeles tirada en la calle con el vientre abierto y le sacaron los órganos genitales. Una cosa espantosa fue. El padre de él era un alcohólico, y él con doce años se tuvo que ir con él. El padre era mafioso también, y él se crió así. Fue a un reformatorio y a otro, y un buen día en uno se puso a escribir, y salió escritor, y vendió mucho, porque hizo novelas policiales. Habla muchísimo de la policía de Los Ángeles, que la tiene que haber conocido en pila. Acá hay un montón de libros de él, los tengo casi todos.

¿Le gusta la novela policial?

No, me gusta Ellroy. En novelas policiales ya pasé por todo lo de Borges, Agatha Christie y todo lo de aquella época. A los diez años yo me había leído el Quijote, fue un tío mío que me lo dio para leer. “Tiene muchas malas palabras”, me dijo. Me dio el Quijote original, y esa fue mi primera lectura. Fui a la escuela 6 de Paysandú. Mi tía era la directora, María Luisa Pons, que había sido becada por el Consejo de Secundaria —que en aquella época no se llamaba así— y fue a Italia a estudiar con la Montessori. Volvió y aplicó en la escuela 6 de Paysandú el método de María Montessori: los protagonistas en la escuela éramos nosotros, los gurises. De cuarto año en adelante nos daban libertad. Había un día en que se hacían redacciones, y el tema lo elegíamos nosotros. No había pupitres, eran seis en una mesa, tres gurisas y tres gurises. No había distingo de sexo ni nada por el estilo. Una de las gurisas, la Flaca de León, estaba en mi mesa junto con la Queca Lerena, mire si me acordaré. Ese día fue notable, porque las redacciones que leíamos después eran divinas. “Si yo fuera invisible”, era el tema de la redacción. Yo escribí que me iba de pesca por el Río Uruguay en la lancha de mi viejo sin que él supiera. Claro, yo tenía diez años y veía a mi viejo irse de pesca. Después me empezó a llevar.

Ese era el sueño.

El Río Uruguay, la pesca, el surubí. Todas esas cosas.

Ahí aprendió a nadar.

Sí. El viejo me tiró al agua con un cinturón y me dijo: “Nadá.” Y chau.

Muy pedagógico.

Y aprendí.

¿Sigue nadando hasta hoy?

Dejé de este año. Nadé hasta fin de año. Tuve un problema de columna, y además lo que me más me jodió es que tuve un prurigo que me afectó toda la piel, con una picazón que me enloquecía. Me sacaron el agua y la pileta. Ahora tengo un personal trainer, un fisioterapeuta que viene todos los días de lunes a viernes. Hago la gimnasia acá en casa, para fortalecer las patas. Estoy operado de la cadera, también. Tengo una prótesis de cadera.

Usted es un testigo privilegiado de cómo han cambiado los tiempos. Uno mira esta biblioteca… Hoy se ha abandonado el libro.

Se pasó a esto, (señala la computadora) que también lo tengo. Porque si no… Mi hija es mi secretaria, con ella ando fenómeno.

La literatura ha perdido presencia.

No creas que tanto. Al principio sí, por todo lo novedoso que tiene la internet, donde cada cual se siente autor. Pero por ese lado los muchachos se empiezan a enganchar otra vez con la lectura, y no es cómodo leer en la computadora como con un libro. No puedo subrayar en la computadora, y acá subrayo, escribo, anoto. Los muchachos están volviendo. Es más, si le preguntan a Canalda, de Fin de Siglo,  o a Abella, de Banda Oriental, van a ver que están vendiendo muy bien. Hay un repunte del libro. Volvió la Cámara del Libro, también. Tengo todos los premios que se dan en el Uruguay.

Del Bartolomé Hidalgo para acá.

El primero fue el Morosoli. Después me dieron el premio mundial en Canadá, de la Sociedad Internacional de Medicina Sexual, de la que yo era socio. Ahora me borré, porque tengo que escribirles yo a ellos para ilustrarlos, pero me dieron el premio al primer sexólogo de América del Sur. Eligieron también a otra de Estados Unidos —una mujer de Nueva York a la que he visto por televisión y que he conocido allá—, a uno de Canadá —esto fue en Montreal—, a otro de Europa —una psicóloga española, una muchacha relativamente joven— y a otro de Australia. Éramos cinco o seis. Y a otro al que le dieron el premio fue a Pelé.

¿A Pelé?

A Pelé, porque hacía la propaganda del Viagra, y todo eso lo pagó Pfizer. A mí me llevaron y me trajeron. Yo era el representante de mi país en una organización internacional, para mí fue un orgullo representar al Uruguay. Por lo menos salí campeón mundial de sexología.

No es poca cosa.

Y después me dieron el Bartolomé Hidalgo, que lo tengo por ahí. Y después me han dado de la Federación Internacional, de la Federación Latinoamericana, y después me nombraron Ciudadano Ilustre. Y chau. Ahora, yo no le tengo bronca a Paysandú. Al contrario, soy muy sanducero. Lo que pasa es que en Paysandú no me reconocen, me envidian. Los médicos son insoportables.

No solo en Paysandú.

En todos lados. No me hables de los médicos. Sí, yo quería ser médico, y soy médico, y me gusta la medicina, por supuesto. Pero los colegas…

Son bravos.

Son bravos. Uno pasa por muchas etapas en la medicina. La primera es cuando uno se recibe. Para mi viejo yo era “m’hijo el dotor”. En aquella época, además, no te olvides. Mi padre, cuya foto tengo ahí, estaba orgulloso de tener un hijo que fuera doctor. Después uno se engrupe, con los primeros éxitos. Yo me recibí en 1952,  y la gente tenía respeto hacia los médicos. La gente tenía la toalla para el médico en la casa y todo eso. Después se le empezó a dar la toalla usada. En la época de la Segunda Guerra Mundial yo era practicante. La penicilina apareció acá por 1944 o 1945, y en esa época yo era practicante externo e hicimos equipos para dar las inyecciones de penicilina. Se daba una cada tres horas. En aquella época en Uruguay había poder adquisitivo, la clase media estaba bien. Y nosotros cobrábamos.

La época de las vacas gordas.

La época de Luis Batlle. Aunque yo siempre estuve fiel a Carlos Quijano, porque fui de los repartidores de Marcha en Paysandú. Y teníamos la Asociación de Estudiantes Sanduceros, que es la más vieja del Uruguay. Ahí tengo el acta de fundación, 1907. Después se llamó “Idea y acción”, por el diario que sacábamos.

Estábamos en las etapas de los médicos.

Cuando uno tiene éxito y el título, y la gente lo respeta, sobre todo en aquella época, uno evidentemente se engrupe. Parece que somos capaces de resolver todos los problemas, y de curar a todo el mundo. Eso hay que bancarlo. Yo digo que uno se cae en el corso y se le llena el culo de papelitos, entonces tiene que tomar un enema evacuador para los papelitos y tres Unirat para los ratones que tiene. Ahí con los fracasos uno se empieza a curar y a ver hasta dónde llega. Después viene la etapa de si usted elige ser solamente asistencial o si elige ser docente de la Facultad. Yo pensaba irme a trabajar a Paysandú, porque allá los médicos se llenaban de oro, pero me presenté a un concurso acá y lo gané, y entré con un cargo docente en la Facultad como ayudante de investigación. Después me presenté al concurso de ginecología y obstetricia, y entré, y después pasé a ser grado dos y tres, y bueno. Después vinieron los milicos y no hice nada, también. Yo soy de los del insilio, como digo siempre.

De los que permanecieron acá.

De los que permanecimos y aguantamos el país. Porque había que aguantar, después de todo, porque mire que estábamos categorizados en A, B y C. Yo nunca supe en qué categoría estaba, porque cada vez que iba a la comisaría a pedir mi documento de identidad para inscribirme en un concurso me decían que no podía, pero no me decían qué categoría era. Y a mi mujer, que también es médica, de pedo la dejaron inscribirse en Salud Pública para el cargo de jefa en Dermatología. Yo empecé en el año 1957 con la sexología, y la ley de educación sexual salió en el 2007. Estuve cincuenta años peleando. ¿Cómo no me voy a pelear? Peleando en el buen sentido, para que la gente sepa. ¿Y saben lo que influyó muchísimo en que saliera la ley de educación sexual en Secundaria? Yo hablé con los blancos, con los colorados, con los frenteamplistas y con los del Partido Independiente, con todos los que tenían representación parlamentaria. Hablé con ellos en el momento en que yo tenía el programa “El sentido del sexo”, en el Canal 10. Ese programa fue lo que conmovió a toda la sociedad uruguaya, porque se dieron cuenta que no sabían nada. Las burradas que decían en las preguntas que nos hacían. Apareció cada cosa… Apareció uno, por ejemplo, preguntando si era legal tener relaciones anales. Dije que yo no podía decir si era legal o no porque yo era médico, no abogado. Eso puso en evidencia…

La ignorancia sexual del Uruguay.

Claro. Y ahí fue, en el primer gobierno de Tabaré, en 2007. Habíamos empezado a trabajar en el gobierno de Batlle, después de una asamblea muy grande que hubo con toda la Sociedad de Sexología de Sudamérica, que se hizo en la Intendencia, donde yo propuse hacer una comisión acá para que se dedicara a imponer la educación sexual. Ya en los años sesenta se había hablado mucho de educación sexual cuando vino la planificación familiar, que venía de parte del gobierno de Estados Unidos. El representante de eso acá fue Hermógenes Álvarez, que tenía la clínica C de la Facultad, que pasó a ser de Planificación Familiar. Él me llamó a mí y a otros más, que hicimos la parte educativa. Es decir, teníamos que formar gente para explicarles a los tipos cómo tenían que evitar el embarazo y todo eso. Yo había sido presidente de la Asociación de Estudiantes, que había militado siempre ahí.  En el sindicato no, porque me fui y lo mandé a la puta que lo parió, siendo miembro de la comisión directiva. Me calenté, y chau. Me limitaban el trabajo, después les cuento eso. Volviendo a la educación sexual: en ese momento —el movimiento de los sesenta, que se abortó, porque desapareció todo— hubo un movimiento que iniciaron los médicos católicos acá, en los sesenta. Flores Colombino fue de los que empezó, como médico católico que era, dando clases a los católicos para que entendieran cómo era el asunto. Claro, dentro del pensamiento religioso del catolicismo. Yo ya estaba hablando por radio, y me trataron de pornógrafo, y de yancófilo, porque yo estaba en la enseñanza de la educación sexual en Planificación Familiar. Me pusieron en la lista negra: yo era imperialista y pornográfico. Los mandé a cagar a todos. Decían que yo promovía la promiscuidad sexual. Promiscuidad no es libertad, libertad es otra cosa, es lo que yo defendía y defiendo. Así que caí muy bajo, para los estudiantes y para el Sindicato Médico. Del sindicato ya me había ido; yo trabajaba en Central Médica, que era una empresa, y el sindicato no nos dejaba trabajar en empresas. Es decir que el Sindicato Médico, que me defendía a mí, no me dejaba trabajar. Así que o renunciaba o seguía en la comisión directiva, en el comité ejecutivo. Bueno, muy bien: se van a la puta que los parió. Y chau, me fui. Gómez, que era el secretario, me dijo que no me fuera.

¿Gómez Haedo?

No, Carlitos era muy amigo. Con Carlitos somos de la misma época, De esos no me queda ninguno. Soy el sobreviviente de esa generación, porque que yo sepa… De los once del primer año de Facultad el único que sobrevive soy yo. Los demás…

Ya no están.

No están. Hablo con las viudas de algunos de los amigos del alma, como Bacigalupi, por ejemplo. Siempre hablo con la mujer de él, que tiene mi edad. Somos de los sobrevivientes.

¿Cuál fue la peor época para ser sexólogo? Al principio, como pionero, era algo medio herético.

Al principio fui muy mal visto, pero fundamentalmente por mis colegas, que me decían que yo iba a los medios de comunicación y que eso no se debía hacer, y que yo hacía mi propaganda. Yo no iba a hacer mi propaganda. Lo único que gané, les decía yo, es que mi consulta de la Española se llenaba de gente. De tres consultas que tenía pasé a cinco. Pero no me pagaban. Con Arnaldo Gomensoro y su mujer, Elvira Lutz, hicimos el primer consultorio sexológico. Después ellos se abrieron y me dejaron solo, y yo encontré a Margarita Ripoll, una buena psicóloga, y seguimos ella y yo. Siempre yo tenía la idea —que no es mía sino de Masters y Johnson— de que las consultas sexológicas que hacen las mujeres, los hombres o las parejas tienen que tener su representación en los consultados: si yo estoy con una mujer haciendo una consulta sobre un problema femenino, hay una mujer al lado mío, y no voy a ser el macho que manda. Estaba muy bien eso, y trabajábamos juntos. Después, con los hombres, de los problemas masculinos, me encargaba yo, y muchas veces los casos femeninos y psicológicos se los pasaba a Margarita, pero en general trabajábamos los dos.

Había mucha incultura popular en esa época.

No había ninguna cultura. Era un analfabetismo sexual, completo. Y la gente confunde y sigue confundiendo lo que es sexual con lo que es social. Yo fui a la radio, con Héctor Morás que me llevó, y a la televisión, a donde me llevó Nidia Telles. Ellos me enseñaron a ser comunicador. Le digo siempre a Nidia que ellos me encontraron la vuelta, pero en aquella primera etapa, no. Iba a las cinco de la tarde en Canal 10, además. Un horario fenómeno. En ese momento estaba hablando simplemente de los problemas de la mujer, y ahí apareció la sexualidad. De a poquito la gente me fue llevando a mi terreno. Claro, todo el mundo me conocía, me veía, y estaban interesados. Y eso me dio una fama que yo qué sé si sigue hasta ahora, pero lo cierto es que la gente me seguía mucho y mis colegas se empezaron a poner nerviosos conmigo. Y yo era miembro de la Sociedad Uruguaya de Ginecología. Cada vez que iba a las sesiones, era: “Dale, sexólogo.” Un día entré al block quirúrgico de la Española, estaba por operar, y un colega también, y me dice: “¿Cómo te va, sexólogo?” Le dije que si me lo decía en serio, lo aceptaba, porque yo era sexólogo. “Pero si me lo decís sobrándome, te vas a la puta madre que te parió”.

¿Y cómo lo tomaba la gente?

Estaba dividida, también. Había muchos que llamaban al canal por teléfono, algunos me apoyaban y otros no. Sería un 60-40, o un 50-50. Los católicos me tiraron con todo, por ejemplo. Sin embargo, en esa época me llamaron de la Sociedad Uruguaya de Sexología, que la refundaron Flores Colombino, la Dra. Camachoy Chalela, que era cura y hablaba de sexología. Yo era muy amigo de él. Cuando él empezó, también la gente llamaba a la radio. “Nosotros damos información, cada cual después hace lo que quiere con el sexo, de acuerdo a sus ideas”, decíamos. Últimamente lo que tuve en este sentido fue cuando la Sociedad Médica de Sexología trajo a un franchute —no me acuerdo el nombre— que vino a hablar acá y a mí me invitaron especialmente porque decían que él era un genio. De entrada tuvimos diferencias en cuanto al abordaje de los problemas sexuales, porque él se iba directamente al síntoma y yo al criterio, es decir, a la ideología, y de acuerdo a la ideología de cada persona yo ya sabía cómo pensaba, y ya con eso tenía un dato interesante. Y ahí empezamos a discutir. “Usted siga con lo suyo y yo sigo con lo mío, y a los dos nos va bien, y chau”, le dije.

¿Cuáles eran los problemas más habituales en las consultas?

En el consultorio ginecológico de la Española hice una estadística, en el año 1960 o por ahí. Les preguntaba a las mujeres cuál era la respuesta sexual relacionada al orgasmo. La falta de orgasmo era la consulta más común. Me dio que nueve de cada diez estrellas —como decía aquella propaganda de jabón— no tenían orgasmos, y de todas las edades. Después con Margarita en el consultorio hicimos varias otras estadísticas. En el momento actual la consulta más frecuente, tanto en hombres y en mujeres, es la falta de deseo. Es decir, que falta el comienzo, el arranque. Y bueno, en este momento el placer sexual otra vez entró en descrédito, porque la gente está en la computadora, en la comunicación o en no sé qué cuernos, anda en otras historias, y a la parte sexual la van dejando de lado.

¿Cuán importante es ese placer sexual en la armonía y la salud de una sociedad?

Tiene mucho que ver. En general una persona, hombre o mujer, que esté insatisfecha desde el punto de vista sexual, tiene mal carácter. Anda mal, anda desequilibrado, porque funcionan bien todos los demás sistemas pero lo sexual no anda.

Parece el estereotipo de la histérica, cuando la mandan a…

Histeria viene de útero, sabe usted. La histeria no nos preocupa mucho, porque estamos más en las causas que la provocan, que son las que también provocan la falta de respuesta, fundamentalmente en la mujer, aunque en el hombre también se dan casos de falta de deseo sexual.

¿Era una sociedad saludable la de los cincuenta?

Era una sociedad donde estaba todo planificado y clasificado desde el punto de vista sexual: el hombre tenía que ser el dueño de la sexualidad —y lo sigue siendo, por supuesto—y además la mujer tenía que abstenerse de tener relaciones hasta llegar al matrimonio, después de lo cual tenía relaciones con el destino de tener hijos. Tenía que ser una buena madre, y de lo demás no se hablaba.

¿Las mujeres ya se cuestionaban eso?

Las mujeres venían muy confundidas, estaban mal informadas o desinformadas. Las mujeres son las que pidieron el voto, ¿se acuerda? Las sufragistas. Empezó en Inglaterra y después en Estados Unidos. ¿Por qué? Porque en aquella época de la reina Victoria el ideal de la mujer era aquella que tenía hijos sin orgasmos. Esa es la formación cultural sajona que nos vino, y que se seguía acá, a través de la religión católica. Todavía se estaba discutiendo la virginidad de María, sin pecado concebida. Eso se resolvió con Pío IX, que dijo que las resoluciones del Papa eran indiscutibles y chau, que tenían valor de ley y punto. Eso estaba clarito, la mujer tenía que hacer eso. La buena mujer. Las mujeres de Gardel, como digo yo, eran tres: la novia ideal, la prostituta que servía para todo, y la madre, que era sagrada. Dios me libre los tangos de Gardel donde habla de la madre… Pero después tiene un tango que es buenísimo: “El cariño de una piba que me llevaba doblado en malicia y experiencia me sacó de perdedor.” ¿Quién lo sacó de perdedor? La tipa. Esa letra es de Esteban Celedonio Flores. Las letras son fenomenales, pero son todas machistas.

Todo el tango lo es.

Todo el tango es machista. Y el tango criollo. ¿Cómo se llamaba? El tipo al que la mujer lo engaña…

“Las trenzas de mi china…”

“Las pruebas de la infamia las traigo en la maleta, las trenzas de mi china y el corazón de él.” Yo soy tanguero de alma, además. No toco más, pero tocaba el piano, y tocaba tangos y milongas. Me gustaba la música típica. A eso se agregaba que en aquella época se tocaban rancheras y todas esas cosas.

¿Cómo se conjuga el machismo en el tango con la visión suya de la emancipación de la mujer?

Porque claro, porque yo pongo el tango como ejemplo del dominio masculino, de cómo estaban las mujeres hasta los años cuarenta o cincuenta. En ese momento se seguía el esquema de las tres mujeres de Gardel: la madre, la novia, y “la milonguera de melena recortada”. ¡Qué tangazo, madre mía! Hay que escucharlo, por Gardel.

El proceso llega hasta los sesenta. La revolución sexual que empieza por el sesenta y pico también llegó acá.

En 1966… Llegó, sí.

No sé cuánta influencia tuvo.

Sobre la sociedad no, porque la sociedad del Río de la Plata es siempre muy chata. Hay que cambiar criterios de dos mil y pico de años…

¿Dos mil y pico? Ahora vamos a hablar de los orígenes de…

De la misoginia, que es peor todavía que el antisemitismo o la matanza de judíos que hizo Hitler. El holocausto de las mujeres es desde el comienzo de la historia. Hay, por ejemplo, antecedentes de los escritos que se hicieron allá por los primitivos habitantes, los que inventaron la escritura cuneiforme, en la Mesopotamia: inventaron la escritura, la rueda y la misoginia. La mujer estaba sujetada al hombre, y desde esa época siempre la mujer ha sido secundaria. En esa época hubo también un matriarcado, es decir, que eran las mujeres las que dominaban desde el punto de vista político. Y se habla mucho de Esparta en ese sentido, donde las mujeres educaban a los hijos para la guerra.

Pero tiraban por los precipicios a las niñas mujeres.

Ah, sí, y no solamente a las niñas. Vamos a hablar de cómo es la sexología en el momento actual, de cómo hemos llegado a donde estamos. Hay una cosa que la medicina y la psicología nunca estudiaron ni enseñaron, y que es lo que yo llamo el sistema sexual, que no está descrito en ningún lado como tal, salvo en lo que yo escribí. No crean que soy excepcional ni nada por el estilo, simplemente que yo lo encaro de esa manera: hay un sistema sexual que no está enseñado, que no está incorporado, porque lo primero que se hizo fue apartar el sexo del resto del cuerpo, por razones filosóficas, desde Aristóteles, primero, que es un machista infame, y cuyo libro de moral todavía está a la venta. ¿Qué otro autor, salvo la Biblia, se ha mantenido tanto tiempo? La filosofía, entonces, está prácticamente en contra de la enseñanza y de la integración del sexo. Se toma el caso de Sade como un ejemplo negativo. Sade decía lo que se le ocurría y lo que pensaba sobre el sexo. ¿Hacía las cosas que se le ocurrían? No creo. Pero en fin… Después vienen las religiones.

 ¿De dónde se nutren las religiones en este sentido?

De los antiguos filósofos. Estoy hablando de la cultura occidental, no hablo ni de China ni de Oriente, que no conozco. Hablo de lo que conozco, de donde vivo. Y el tercer elemento que interviene en un sentido negativo son los propios médicos, que comparten el criterio societario de que la mujer está al servicio del hombre, que tiene que estar en la casa, al servicio de la maternidad. Siguieron por el mismo trillo que sigue la sociedad. De manera que la educación sexual de los médicos hasta los años sesenta y setenta estaba dada por la sociedad y no por la Facultad. Siempre dije que la sexología no tenía academia, porque no era enseñada por las facultades de Medicina ni Psicología, ni por la de Sociología. Ninguna de las tres tenía nada que ver con el sexo. Todos los abordajes que se hacían y se siguen haciendo sobre el sexo son de carácter social y no sexual, porque la gente no conoce cómo funcionan el hombre y la mujer desde el punto de vista sexual. Eso se empezó a conocer después de la encuesta de Kinsey, que se hizo entre 1950 y 1953 y del que se publicaron dos libros sobre la conducta sexual de hombres y mujeres, que fueron bestsellers en su momento.

¿El famoso Informe Kinsey?

Basado en este informe, el ginecólogo William Masters se juntó con Virginia Johnson —que estudiaba psicología pero nunca se recibió, y que había sido música de jazz, tenía dos hijos y qué se yo, era una mujer libre— y vieron que nadie había estudiado ni publicado, desde el punto de vista médico, cuál era la respuesta sexual humana, tanto del hombre como de la mujer, y fundamentalmente de la mujer. Empezaron un estudio sobre ochocientos y pico de parejas, de todas las edades, y empezaron a investigar y a ver cómo era. Hicieron su equipo y su clínica, y ahí medían, por ejemplo, en una relación, cómo era la erección, la introducción, qué respuesta tenía la vagina, etcétera, y escribieron un libro que se llama Respuesta sexual humana, el primer libro serio, anatómica y fisiológicamente, que dice cómo nos comportamos sexualmente. Establecieron las distintas etapas de la relación sexual: excitación, meseta y orgasmo. A eso, en los años ochenta llegó otra mujer, Helen Singer Kaplan, que era psiquiatra y que empezó a estudiar la parte cerebral de la historia y empezó a encontrar que el deseo era lo que iniciaba la respuesta sexual. Actualmente tenemos que la respuesta sexual tanto del hombre como de la mujer es deseo, excitación y orgasmo, para que sea una respuesta completa y satisfactoria. Además de eso estudió los neurotransmisores, porque nosotros no sabíamos de dónde venía el tema del deseo. Empezamos a estudiar el cerebro. Lo último que yo estoy estudiando es el sistema límbico, que creo que es la parte del cerebro que aloja “el alma”, como dice la gente, porque es el centro donde están las emociones, positivas o negativas. De ese sistema autónomo surgen los neurotransmisores, la dopamina, que es la que hace la excitación, la erección en el hombre y el humedecimiento de la vulva en la mujer, la trasudación de la vulva y la separación de sus labios y paredes formando un cono, lo que permite aflojar todos los músculos que están alrededor, que son músculos sexuales, permitiendo la penetración sin ningún dolor, sin toda esa historia mítica del sangrado, que de haberlo es muy pequeño. Los sangrados importantes en una primera relación son por violaciones. La enseñanza que tenían y daban los médicos en sexualidad era a través del miedo. En el hombre había gran miedo a la impotencia, al no poder, y en la mujer había gran medio al dolor, a la penetración y a la sangre, que ya de por sí sola asusta. Entonces, estábamos completos. Educación del miedo.

¿A qué evalúa usted que obedece esa represión sexual? ¿Control social?

El que domina el sexo es un poderoso. Es el hombre el que tiene que manejar eso, por esa relación de poder, de imponerse a la familia, a la mujer, y en la sociedad. Ese es el problema, un problema de poderes. Entre las cosas que sabemos está que la respuesta sexual de la mujer es superior a la del hombre, desde el punto de vista anatómico y fisiológico. Aunque no en todas, la mujer tiene múltiple orgasmo, mientras que los hombres tienen una eyaculación y un solo orgasmo y después entran en un período de espera donde por más que los exciten no pueden tener una erección inmediata, proceso que va haciéndose cada vez mayor con la edad. A mi edad es como de tres meses, más o menos.

El Viagra ha significado…

Dios me libre lo que ha significado. Además es un vasodilatador, no tiene efecto sobre el corazón. Antes se daba como hipotensor, y no les daba para competir con los otros hipotensores y entonces dejaron de experimentar, pero los tipos que estaban en la experimentación venían a pedir más píldoras, porque se les paraba. ¿Y cómo era eso? Ahí hubo un loco que vio el negocio, y lo aplicó.

La disfunción eréctil es una patología bastante frecuente.

En el hombre es frecuente, cómo no.

No es solamente cerebral.

No, puede ser también por enfermedades, como la diabetes, por ejemplo, que altera toda la parte vascular. La erección femenina, como yo le llamo a lo que pasa en la vagina cuando se llena de sangre, se separan las paredes para permitir la penetración, aflojando los músculos. En el hombre son los cuerpos cavernosos los que provocan la erección, que se mantienen por un rato hasta que se produce la eyaculación, cuando se pasa de la dopamina a serotonina, lo que también ocurre en la mujer. Y después llega al cerebro, donde se producen las endorfinas que dan la sensación de bienestar, y que también aparecen después del ejercicio muscular.

¿En algún momento en esa época se imaginaba que esas luchas iban a llegar a la explosión de derechos y de la manifestación de la sexualidad que hay ahora?

Siempre pensé que nosotros a través de la educación y el conocimiento podíamos hablar tranquilamente de la sexualidad como se puede hablar de la digestión. Ese era mi criterio, y lo sigo manteniendo. Lo que tenemos que hacer es informar a la gente y saber cómo reacciona, porque la reacción que tiene la gente no tiene nada que ver con lo que pasa en el organismo, aunque el organismo influye en su propia respuesta, porque la altera. Ahora bien, en el momento actual hay grupos que son corporativos. Las minorías sexuales, y fundamentalmente los homosexuales que han sido siempre perseguidos…

Y reprimidos.

Y reprimidos. Entonces, lógicamente ahora que encuentran una sociedad que sabe más, que es más abierta y tolerante, tratan de ganar esa sociedad. Tanto es así que, por ejemplo, con la ley de educación sexual que nosotros conseguimos —que llevamos adelante, que pusimos en marcha y para la que teníamos un departamento dirigido por Stella Cerruti, la mujer que más sabe de sexualidad en Uruguay, que estaba funcionando con sucursales en todo el país— los padres estaban encantados de la vida con que sus hijos recibieran educación sexual. Lo habíamos hecho primero —y es justicia decirlo— con el gobierno de Lacalle, porque nos habían llamado a los mismos protagonistas de esta etapa, que habíamos implementado también la educación sexual que se hizo en más de un año, y después vino el gobierno de Sanguinetti y vino Germán Rama, y dijo que nosotros estábamos enseñando homosexualidad, junto con Williman, que era el vicepresidente del CODICEN, y nos mandaron a la mierda.

Los cortaron.

Nos cortaron. Dio la casualidad que un día en El Espectador, donde yo tenía una audición de mañana, ellos salían de la audición de Emiliano y entraban en la otra. Ahí me encontré con Williman, y me dijo: “Le voy a dar explicaciones, doctor Boero. Yo no tengo nada que ver.” “No importa, es cómplice”, le dije. “Así que tiene que ver, no me joda.” Y me fui. “Me voy para arriba”, dijo Emiliano, que estaba en la puerta. En fin.

Así que la cortaron ahí, y después volvió en 2007.

Con Tabaré, pero bien organizado, miren que era un departamento y qué sé yo. Después vino Mujica, el hombre que dijo “educación, educación, educación”, pero que no dijo que que iba a ser menos educación sexual, porque no nos dieron más pelota, nos cortaron la parte económica y nos dijeron que no había plata. El primer presidente de Mujica en el CODICEN —cuyo apellido no me acuerdo, un tipo que estuvo un tiempo— fue el que dijo que tenían diecisiete millones de pesos para educación, y qué sé yo y qué sé cuánto, e hizo un pamento bárbaro con que no tenía plata para pagar ni para nada.

Se cortó en el período de Mujica, entonces.

Sí. Quedó la ley, porque es ley, y chau.

Pero no se implementó.

Ellos tienen dos o tres personas, que son los que ahora hicieron la guía, guía que todos rechazaron porque está hecha por una minoría sexual, del grupo de las Ovejas Negras. Claro, evidentemente acá sí que van a educar en homosexualidad. Nosotros dábamos todos los aspectos para que después cada uno, con conocimiento de causa, haga lo que quiere desde el punto de vista sexual con su compañera o compañero.

¿Es más libre la sociedad uruguaya hoy, sexualmente?

Algo más libre, sí. Pero no crea que mucho más. Se habla más libremente. Por ejemplo, cuando yo por primera vez dije la palabra “menstruación” en el Canal 10, a la locutora de avisos se le cayó el micrófono. No se hablaba de eso. ¿De la vagina? No se hablaba.

“Está enferma”, se decía.

La menstruación era una enfermedad. Bueno, todos esos mitos yo los empecé a agarrar en la primera etapa, y eso fue lo que dio origen a tanta discusión. Claro, después que se ablandó, la sociedad empezó a hablar. Ahora se puede hablar. Hemos cambiado favorablemente en ese sentido, en que el tema puede ser traído a la luz y discutido.

Hay mucho sexólogo mediático.

La copia vale.

Usted fue el pionero, señor.

Sí, señor. No lo niego.

¿Las mujeres son más libres?

Son más libres, porque ahora están sabiendo y tienen el conocimiento de cuál es su respuesta sexual, de cuál es su sexualidad. Las mujeres inteligentes que lo aprenden son mujeres libres. Y los hombres no quieren casarse con mujeres libres.

¿Por qué?

Porque le tienen miedo a la mujer.

La expectativa con la virginidad ya…

Ya está pasando a la historia, pero sin embargo lo mantienen todavía. En ese sentido son mucho más libres, porque los muchachos se juntan y hacen la pareja y los mayores no decimos nada, por ejemplo. Mis hijas tuvieron sus compañeros, después tuvieron sus hijos, después se divorciaron y se volvieron a casar, y mis hijos varones también, y nunca hubo ningún problema. Bueno, yo digo que en mi caso, si hiciera problema sería un vejiga.

Uno ve que los jóvenes son mucho más libres desde el punto de vista de la sexualidad, incluso en el sexo ocasional.

Practican el sexo de otra manera, evidentemente. No tienen las trabas que tenían las mujeres en mi época, en los años treinta y cuarenta, Dios me libre.

Había que remarla, por decirlo. Ha bajado mucho la edad de iniciación de los jóvenes, también.

No, no. Más o menos se ha mantenido igual. En aquella época también existía el embarazo no deseado de las clases pobres. Yo trabajé en el Pereira muchos años como jefe de clínica. Teníamos el aborto, los abortos complicados, los casos graves, las hemorragias por aborto o por relaciones violentas. La parte del embarazo adolescente existía y era un gran tema.

En eso sí se ha avanzado un poco.

Seguimos igual, porque hay planteos distintos desde el punto de vista social. En aquella época se tenía que las clases pobres —las que no tenían conocimiento y qué sé yo— eran las que se embarazaban precozmente, y era verdad, porque la gente de menos recursos era la que más hijos tenía. Venían muchas solteras embarazadas. Ya después las otras madres solteras eran las intelectuales con conocimiento de causa, y chau. En este momento el problema que hay en las clases económicamente bajas es que hay una distinción especial que queda desde la época primitiva, en cuanto a la maternidad.

Da mérito ser madre.

Claro. Esa que tiene trece o catorce años, la que hace los mandados y hace esto y aquello, en el momento en que se embaraza y es madre empieza a tener el respeto de su propia sociedad.

Y tiene algo propio.

Tiene su hijo, y eso ya cambió el estatus de la muchacha. Por eso se embarazan, para zafar. Eso es muy difícil de arreglar, es difícil convencer a la gente. Yo he ido a hablar con esa gente, he hablado, y preguntan mucho, entienden todo, porque es gente inteligente. No son negados, pero esas cosas no se pueden sacar muy fácilmente.

Son cuestiones culturales que pesan desde hace mucho tiempo.

Sí. Pero esas conversaciones me sirvieron mucho para evitar embarazos adolescentes, porque por lo menos algunas muchachas se convencían. El convencimiento de las mujeres es muy fácil de lograr, lo difícil es que los hombres aflojen, porque son ellos los que mandan.

Sigue siendo machista la sociedad uruguaya.

Sí, sigue siendo. Sí, cómo no. Cuando iba a nadar al spa del Radisson, donde está la mejor pileta de Montevideo, los hombres que iban ahí tenían todos la misma idea, seguimos con el machismo y la supremacía masculina y el que “con mi mujer hago lo que yo digo”. Y los que van ahí tienen guita.

No es un tema de clase baja.

Al contrario, de repente los que tienen más plata son peores, porque todo lo consiguen con plata.

La mujer es más libre no solo por conocimiento sino también por situación económica.

La mujer trabaja, y es por eso que se oponen al trabajo de la mujer, porque la mujer que trabaja se independiza, y la mujer que es independiente no le conviene al hombre.

¿Cómo se explica que en una sociedad que es sexualmente más libre siga tan vigente el tema de la prostitución?

Ah, porque la prostitución es tan vieja como la misoginia. Empezó con las esclavas que tenían los griegos y la gente de esa época; las mujeres conquistadas pasaban a ser del sultán, de los emires, de los musulmanes, como en el caso de Ciro, el padre y el hijo, o por otro lado Alejandro Magno, que tenía sus mujeres y sus hombres, porque era bisexual. La prostitución siempre se mantiene. La hay masculina también.

Y las mujeres como consumidoras.

También. En menor medida, pero existe. No creo que la prostitución desaparezca, se va a mantener siempre, porque siempre va a haber uno que pague por tener sexo con una mujer y una mujer que acceda a tener sexo por plata. Es la plata, el poder. Otra vez. Es delicado el manejo del sexo desde el punto de vista social. Por eso los sexólogos que están en todos lados están diciendo pavadas, hablando de las infidelidades, de la primera vez y de todas las estupideces que dice Álvarez en la audición de mierda esa que tiene de mañana. Yo lo conozco, estuvimos juntos en Canal 10, cuando tenía aquella audición, que estaba bien hecha.

Zona Urbana.

Sí. Nosotros estábamos con El Sentido del Sexo, y nos encontrábamos. Él también me preguntó muchas cosas.

Aprendió con usted, como quien dice. Es el padre de la criatura.

Él estaba con otra muchacha, otra sexóloga, que tenía consultorio. Aprendió con ella, no conmigo. A mí me consultaba cuando nos veíamos en el canal. No me gusta su audición, es grosero. Uno puede ser mal hablado, pero ya ser groseros como son, y decir las pavadas que dicen…

Ahora, ¿cómo se avanza en el tema del combate a la misoginia?

A través del conocimiento, simplemente. A través de la educación sexual. Cuando todas las sociedades tengan un mecanismo de educación sexual que sea para todos. Es lo mismo que el analfabetismo: ¿cómo se combate? Con enseñanza. Quedarán analfabetos, pero menos de los que hay.

¿Usted comparte trinchera con Sturla en contra de la guía de educación sexual de Ovejas Negras?

Me parece que esa guía tiene una determinada orientación que no es para la enseñanza. Es como las guías que son predominantemente heterosexuales. Nosotros tenemos que ser neutrales, y los que enseñamos tenemos que enseñar los dos sistemas. El sistema sexual tiene una característica distinta a los demás sistemas del organismo: una es justamente que está soslayado por la sociedad, que lo aparta del real conocimiento del sistema, que son la anatomía y la fisiología, porque ni eso se enseña. Se enseña desde el punto de vista reproductivo, pero no desde lo que significa el vínculo con el placer, como lo define Johnson. Es un gran término, porque ese vínculo es muy importante, y al que le podés poner o no la palabra “amor”, pero yo no sé cómo se explica eso. Es un vínculo importante, y no es reconocido. Además compite con las religiones, o las religiones suponen que compiten con el sistema sexual, que tendría que hacer como ellos dicen. Y la otra cosa importante es que el sistema sexual obedece a una ideología, cosa que no pasa con el sistema digestivo ni con el respiratorio ni con el cardiovascular.

¿Por qué plantea la idea de que el sistema sexual es ideológico?

Cuando usted va a tener la primera relación, ¿qué idea tiene de lo que debe ser? ¿Qué es lo que tiene que hacer el varón, lo que tiene que hacer la mujer? Ahí está la ideología. Además, el deseo, que es el primum movens de toda la respuesta sexual, nace del cerebro, y el cerebro se nutre de los cinco sentidos: de la vista, del olfato, del gusto, del oído y del tacto. Todos los sentidos contribuyen a formar una idea de lo que es la mujer, la atracción y todo eso, lo cual pone en movimiento todo el sistema hormonal, que está al servicio del sistema sexual fisiológico. El comienzo, entonces, es de origen ideológico, porque cada cual tiene una idea sobre el sexo.

Y ahí pesa mucho el tema del predominio del varón.

El sistema de género, por el cual el varón es tal y la mujer es tal. Lo decía María Montessori: hay que educar por igual a los niños y las niñas, en igualdad en condiciones. Por eso le tengo un cariño bárbaro a mi escuela, que me marcó muchísimo.

Aprendió el sistema de igualdad.

Lo aprendí, lo teníamos. Después cuando fui al liceo empecé a ser más macho otra vez, porque fui al quilombo. El 90% de las iniciaciones sexuales de aquella época eran el prostíbulo. Usted me pregunta que por qué hay prostitutas. Bueno, ahí tiene un caso. De aquel 90% pasó a un 40 o 45% hoy. Si se hace la encuesta hoy, esa es la cifra de quienes se inician en prostíbulos. En la época de El Día hubo un concurso de ensayos de literatura y ciencia, y yo hice uno que lo premiaron: Prostitución: ¿vicio u oficio? Ahí estudié todos los orígenes de la prostitución, y las leyes que había en aquella época, que ahora desaparecieron, o cambiaron, o no sé lo que están haciendo porque ya el tema no me interesa.

¿Y a qué conclusión llegó? ¿Vicio u oficio?

Las dos cosas pueden ser. Hay mujeres que lo tienen como oficio para ganarse la vida. Y hay otras, como en la película de Buñuel donde trabaja la francesa linda esa, una mujer que por vicio se hacía prostituta y trabajaba en un prostíbulo.

Belle du Jour, con Catherine Deneuve.

Sí, la Deneuve. Linda mujer.

¿El feminismo aporta a la igualdad de los sexos?

Creo que sí, claro. Hay feminismos y feministas. No podemos llegar al extremo de que todo lo que hacen los varones está en contra de la mujer. Hay gente que es muy… Pero los grupos que trabajan en serio y bien por los derechos de la mujer creo que están bien orientados y tienen conocimiento de causa desde el punto de vista sexual. Esas son las mujeres que son peligrosas para los hombres, las que conocen y saben cómo responder. Generalmente terminan en divorcio, porque es difícil que el tipo se la pueda bancar. La entrevista que hicimos con Teresa Herrera, con un grupo de mujeres que andaban por los cuarenta años, la publicó la revista que dirigía Mónica Botero, Galería. Ellos nos pidieron que hiciéramos esa encuesta, y estuvo fenómeno. Generalmente eran separadas, divorciadas, con los hijos, y nos contaban que cada vez que se les arrimaba uno y se enteraba que eran divorciadas y con hijos, desaparecía. Y todos venían con un cuidado bárbaro antes de proponerles relaciones porque sabían que esas mujeres estaban enteradas, que no eran presa fácil. Por eso digo que el conocimiento les da también sabiduría en su conducta.

El vínculo entre amor y vida sexual, sobre todo en las mujeres, ¿ha variado?

Ha variado, sí, porque la mujer ahora sabe que puede tener una buena relación sexual, con su orgasmo correspondiente, sin necesidad del amor, del embarazo ni nada por estilo, cosa que no sabía antes. Pero el vínculo aparece después. Puede ser que después de la relación aparezca ese vínculo. Es lo que está pasando, también.

Antes tenía que haber amor para que hubiera sexo. Ahora muchas veces es sexo para que aparezca el amor.

Claro, porque después viene la relación. Los tipos vienen con cierta experiencia ahora. Con aquel con el que sintonizan y andan mejor, ahí aparece.

Entonces ha desaparecido aquel famoso machito que intentaba enamorar y engañar a la gurisa.

Mire, no sé si ha desaparecido, porque los varones siguen maleducados. “Eso no es para mí, yo ya lo sé”, es una respuesta que todavía existe entre los varones. Hasta que falla.

Ahí van desesperados a ver qué pasó.

Ahí vienen. Lo peor que me pudo haber pasado cuando empecé a trabajar fue con un amigo mío, que me agarró un sábado en el boliche en que nos encontrábamos todos. Vino y estuvo hablando de los problemas que tenía con la mujer. Le dije que fuera por el consultorio, que en el boliche no podíamos hacer una consulta. A los dos o tres días me entero que el tipo se había suicidado. La mujer vino a decirme que yo tenía la culpa. ¿Yo? “Sí, mi marido tenía una impotencia, iba a hablar con usted.” Le dije que yo no sabía. ¡Ah, la mierda! ¡Qué regalito!, ¿no? Yo no tengo la culpa. Me dejó muy mal eso.

¿Es tan traumático para el hombre el tema de la impotencia?

Es, sí. Por ejemplo, un gerente de un banco importante me vino a ver por un problema de impotencia; incluso en su trabajo lo habían llamado al orden, porque había mermado enormemente su rendimiento, su capacidad de respuesta. Influye en todo. Otros también se han suicidado, no solamente este que les cuento. Además, la mujer del tipo lo primero que piensa es que la está engañando. Hay mujeres que me consultan creyendo que los maridos las engañan, porque no tienen sexo con ellas. No tienen sexo con nadie.

Qué tremendo.

Yo llegué a la sexología por el congreso de ginecología del año 1957, Congreso uruguayo de ginecología y obstetricia, que se hizo en el Parque Hotel y al que vinieron de todo el mundo. Era cuando Caldeyro Barcia y Hermógenes Álvarez habían empezado a estudiar la contractilidad uterina, y habían empezado a aplicar la citosina, una hormona sexual, y eso trajo un montón de gente al congreso, donde ellos presentaron su trabajo. Y Crottogini en su clínica había estudiado la congestión pélvica crónica en unas mujeres que tenían dolores en el vientre. Recorrían consultorios y había un montón de mujeres con dolores en el bajo vientre, a las que se les hinchaba la panza y no tenían nada, porque les hacían estudios y no tenían nada. Ellos llegaron a la conclusión de que el 75% de esos casos era por trastornos sexuales. Ahí empecé yo, a averiguar cómo era eso.

¿Y era así, nomás?

Era. Ahí me empecé a enterar de todas esas cosas. Yo estaba con Rodríguez López en esa época. Ah, y la otra cosa que presentaron en ese congreso, en 1957, fue la Anovlar, la primera píldora anticonceptiva que llegó acá, del laboratorio Schering de Alemania. Entonces: anticoncepción, parto, mecanismo de parto, contractilidad uterina. No se sabía cómo era el trabajo de parto; en Buenos Aires uno inventó una máquina de parto, para ver cómo se contraía el útero, porque no sé sabía, se descubrió acá, y además acá se quedó con eso el neonatólogo. Todavía al Hospital de Clínicas vienen becados de todos los países de América, porque la neonatología la inventó Caldeyro Barcia. Ese congreso fue mortal, tenía todo: anticoncepción, reproducción, alteraciones sexuales como motivo de enfermedad. Era para seguir el camino, estaba abierto todo. Lástima que Crottogini lo dejó, que en esa época estaba muy metido con el cáncer de útero. No se olviden que Eva Perón había muerto en esos años por un cáncer de útero. Se hacían las operaciones que por suerte ya son historia, porque eran unas mutilaciones terribles. Él siguió con el cáncer. Yo ya venía en eso, había estado trabajando en oncología, había sido practicante y después ayudante de investigación. Después me pasé a la ginecología, y los últimos veinte años los hice en la sexología. Me chupó la sexología, y chau. Y el porvenir, que lo van a ver ustedes, es el siguiente: la sexología clínica es la madre de todo, porque los urólogos son dependientes de la sexología, y los ginecólogos también. Los ginecólogos estudian la anatomía y fisiología de la mujer, y los urólogos lo estudian en los hombres, pero dependen del sexo, porque para eso están los órganos genitales. La sexología abarca todo.

Y la psiquiatría y la psicología deben tener patas ahí.

Tienen que morir ahí, también. Las cosas de Freud hoy causan gracia, por ejemplo. ¿La envidia del pene? Hay que joderse. No importa. De ahí salen los tipos que se trauman porque tienen penes chicos.

¿En el sexo consentido vale todo?

Sí. Depende de lo que quiera hacer cada uno, sin imponer nada.

¿La tendencia es que vamos a ser todos bisexuales en el futuro?

No.

Algunos dicen eso, que se están perdiendo la mitad de la población.

Lo dicen los que están en contra de la homosexualidad, los machos-machos. Cuidado con ellos: en el fondo son homosexuales. Por eso hablan de “bisexualidad”.

El macho que tiene relaciones homosexuales activas dice que él no es homosexual.

¿Y los musculosos esos, los que desarrollan los músculos? Guarda.

¿El bufarrón es homosexual o no es homosexual?

Es. Claro, es una cuestión de atracción, del vínculo, justamente, de qué tipo de vínculo vamos a establecer. Por eso en este libro encontré cosas que me interesan. Habla de la colonia judía de Nueva York, además, que es muy importante en Estados Unidos, y habla de la Segunda Guerra Mundial. Está bien el libro.

Los judíos, salvo los ortodoxos, tienen una trayectoria bastante liberal con respecto al sexo, ¿no?

No, no. Los sexólogos en Israel tienen laburo en pila. Son muy estrictos, de la misma manera que deberían serlo los curas católicos. Pero de ahí a lo que hacen, es otra historia. En el congreso de Canadá estuve hablando con dos médicos de Israel y hablaban de las grandes dificultades que tenían en el abordaje de la mujer, porque todas las mujeres eran muy ortodoxas en su religión. Los cristianos creyeron que iban a dominar la sexualidad a través de la abstención sexual. Así les fue a los curas.

Es ridículo, ¿no?

Es ridículo, claro que lo es.

Pero lo mantienen a rajatabla. No se mueven un ápice de esa línea.

No lo pueden sacar, no. Esos son los ultraortodoxos, que son los que dominan. Este Bergoglio estaba para el lado de aflojar, pero no lo dejaron. Begoglio me tiene intrigado a mí.

A varios nos tiene intrigados.

Es un problema.

No se sabe muy bien qué…

Qué es lo que piensa. Ese amor que tiene por Evita, por la de la Rioja, por ejemplo, que son dos delincuentes comunes y corrientes… Claro, él dice que tiene que recibir a todo el mundo. Bueno, allá él.

¿La izquierda en el gobierno significó un avance en la sexualidad más libre?

No. Pasó lo que le dije. Por ejemplo, en el primer gobierno de Tabaré estábamos con la educación sexual y vino Mujica, que se supone que es el que era más de izquierda, ¿y qué pasó? También dentro de la política tenemos cosas muy similares a lo que pasa en el punto de vista sexual: son las minorías las que mandan. Hay minorías que mandan dentro de la izquierda, que agotan las asambleas, donde al final se vota lo que ellos quieren, porque son los que se quedan hasta al final. Eso pasa, pasaba en la época en que yo era estudiante y sigue pasando actualmente.

Pero en otros aspectos de la sexualidad, como el aborto o el matrimonio igualitario…

¿La liberalidad que dicen que hay desde el punto de vista social? No creo que los políticos la tengan.

¿No han influido?

No, no han cambiado mucho. Por lo menos con los que yo he hablado. Hubo uno —no sé quién era, creo que era del Frente— que quería hacer una ley contra la infidelidad. Hay que tener mierda en la cabeza para pensar esas cosas.

¿Somos infieles por naturaleza?

Sí, hombres y mujeres. Las mujeres están sujetas, pero… Las cosas que pasaban antes, cuando las mujeres estaban aparentemente dominadas por el marido. Están los casos famosos que nosotros conocemos en el Uruguay, como el caso de la poetisa esta, la que la mató el marido.

Delmira Agustini.

O el caso de la propia Vaz Ferreira, también poetisa, una mujer muy liberal, que andaba por los boliches y qué sé yo. Era interesante esa mujer.

O sea que la monogamia es una cuestión cultural.

Por supuesto, y generalmente de origen religioso. La poligamia de los mahometanos, por ejemplo, es…

Es sexista, es solamente para el hombre.

Ah, no, la mujer no puede. La matan, la lapidan. Hay un libro de Sergio Ibarburu, Feminus. Léanlo, es sumamente interesante. Ahí tienen el punto de vista de la mujer, la católica, la musulmana, y hasta las chinas. Está muy bien documentado, es un libro que llevó diez años escribir. “Feminus” no quiere decir mujer, tiene otro significado. Ahora no me acuerdo, pero lo dice en el libro.

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