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Escuchen lo que pasó

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Se acaba de editar el libro “Montevideo Sonoro. La vuelta a la ciudad en 300 canciones” (Ediciones B), de Daniel Machín y Gabriel Bentancor. Se trata de un minucioso trabajo que se presenta como “una recorrida visual y musical” por la capital, que apuesta a conocer la ciudad a través de sus historias, artistas y barrios.

En Montevideo, como bien nos enseñó Leo Maslíah, hay poetas, que salen de recónditos altillos y de agujeros mal tapados. Y que andan por las calles escribiendo. Muchos de ellos han tenido a la propia ciudad como fuente de inspiración para sus creaciones. Desde el legendario “Montevideanos” de Mario Benedetti hasta el disco “Montevideo en canciones”, del sello Ayuí, que reunió más de 40 composiciones de 30 artistas que le cantaban y le cantan aún a la capital.

Ahora se acaba de editar este “Montevideo Sonoro” que, además de resumir en una presentación de gran calidad una enorme lista de canciones, acompaña a cada una con el contexto histórico en el que se hizo o cómo la concibió el artista. El proyecto fue llevado adelante por Daniel Machín (Canelones, 1980), Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UdelaR) con estudios en Territorio y Gestión Cultural. Coordinó la Oficina de Gestión Territorial de la Dirección Nacional de Cultura entre los años 2006 y 2010 y diseñó los programas “Un pueblo al Solís” y “Fiestas Uruguayas”. Dirigió los eventos “Museos en la Noche” y “Boliches en agosto” y de 2011 a 2015 trabajó y coordinó la Secretaría Ejecutiva de Bicentenario Uruguay para la cual diseñó y dirigió, entre otros, los eventos “La Redota”, “Marcha del bicentenario”, “200 años de las Instrucciones del año XIII”. Desde 2002 colabora con múltiples medios de prensa. Y por Gabriel Bentancor (Montevideo, 1985) Licenciado en Diseño Gráfico por la Universidad ORT, diplomado en Diseño y Comunicación Digital por la Universidad de Salamanca (España) y con estudios de fotografía en FotoClub Uruguayo. Como diseñador gráfico ha trabajado en proyectos de identidad corporativa, diseño editorial, gráfica para redes, gráfica exterior y señalética tanto en el ámbito público como privado. Actualmente se desempeña como diseñador freelance trabajando en diversos ámbitos, principalmente en proyectos socioculturales.

El libro se presenta como “un proyecto colaborativo y multimedia de geo-referenciación, puesta en valor y divulgación del patrimonio musical de la ciudad. El punto
de partida es el registro de canciones que hacen referencia a calles, edificios, barrios y otros sitios de Montevideo”. La idea surgió en 2014 inspirado en la canción “Siestas de Mar de Fondo”, de Eduardo Mateo, que describe con fidelidad fotográfica el paisaje del barrio Palermo. Es esa que dice “escuchen lo que pasó / pasó un negro y su negra / Durazno y Yaro subiendo iban / iban la cuesta charlando algo bla bla bla…”.

Al comenzar el proyecto solo se trataría de una acción puntual: colocar un código QR en forma de afiche o stencil para escuchar esa canción de Mateo precisamente en Durazno y Yaro. Y quizás repetir la experiencia en otros sitios a los que una canción había hecho populares: Durazno y Convención, la calle Yacaré o el Bar Hollywood, al que una vez entró Miriam.

Pero en ese proceso la lista de lugares de referencia creció rápidamente y pasó a ser de 50 canciones. Se subieron al sitio montevideosonoro.uy en mayo de 2015 y en poco tiempo, gracias al aporte del público, llegaron al centenar. Todo derivó entonces en que Machín y Bentancor hicieron algunos videos con músicos cantando y contando las canciones e intervinieron otros puntos de la ciudad. El proyecto creció, ocupó espacios en los medios, generó nuevas adhesiones, fue declaro de interés autoral y recibió una mención especial en los Graffiti 2017. Y se transformó entonces en un libro.

“Trescientas canciones después decidimos publicar este libro: un tour por Montevideo, la historia de sus barrios y sus músicas, a través de fotos, imágenes de archivo, contenidos interactivos y testimonios de los autores. Detrás de cada barrio una historia,
detrás de cada historia una canción”, dicen los autores.

El resultado es un trabajo con una presentación de gran calidad donde además de las historias que se vinculan a las canciones, hay una generosa cantidad de – muy buenas – fotografías, actuales y antiguas. Se inaugura con una del Puerto de Montevideo y se cierra con una de la plaza frente al Cementerio Central. En el medio hay decenas de imágenes de la ciudad, desde el Cerro al barrio Sur; desde el Parque Rodó a la Isla de las Gaviotas; desde el edificio Panamericano a la Rambla de Malvín.

Como en una viaje de bus turístico que intenta mostrarnos, a través de las canciones, la cara vital de la ciudad, las páginas del libro se van deteniendo en aquellos rincones que la música ha visitado. Y para ello acude a todos los estilos. Hay candombe, murga y batucada Están desde Jaime Roos hasta las milongas de Alfredo Zitarrosa y el rock de Níquel o la Tabaré Riverock Banda. Las 300 canciones elegidas recurren a artistas tan distintos como Claudio Taddei o Ismael Collazo, Walter Bordoni, Pa’entrar en calor o Jorge Galemire.

Naturalmente hay canciones emblemáticas, que están íntimamente ligadas a la ciudad, como “Durazno y Convención” o “La lluvia cae sobre Montevideo”. Pero – y este quizás sea uno de los grandes aportes que hace el libro – el trabajo de investigación y las contribuciones del público permitieron que también tengan cabida temas que si bien no han alcanzado la popularidad total, bien merecen – por su poseía, su música o su interpretación – un lugar en el podio. O, quizás más acertado aún, porque le cantan con amor genuino a la ciudad, a alguna de sus calles o a alguno de sus rincones. Desde ese lugar, hay un bienvenido aporte del libro, que permite al lector disfrutables descubrimientos. Y también redescubrimientos, porque trae al presente varias canciones que tuvieron su momento de esplendor y que hoy quizás hayan casi desaparecido del cancionero popular.

Pero el libro no solo es una recopilación de canciones que tienen epicentro en Montevideo, sino que proporciona datos históricos, culturales y sociales a los que refieren las canciones. Una especie de nota al pie de lo que escuchamos. Por ejemplo las referencias a los porteños que ocuparon el edificio Liberaij en 1965, la casa donde vivió sus últimas horas Delmira Agustini – a la que Garo Arakelián le canta en el tema “Andes 1206” – o la historia del conventillo Medio Mundo. A esto se agrega la atención que se pone en elegir, a su vez, una serie de símbolos que hunden sus raíces en “lo montevideano”.  Desde el concepto mismo de “barrio” – que en sus usos y costumbres ha ido mutando y hoy no es lo que era – hasta detenerse en las canciones que les cantan a los tambores o mencionan a los boliches.

En ese camino, el lector descubrirá que esa esquina que ha cruzado centenares de veces rumbo al trabajo, o aquella cuadra que visitó ocasionalmente, guardan secretos que se han develado en canciones. Y que este libro reúne en forma magistral y ordenada.

Dicen que muchos turistas argentinos llegan con devoción hasta la esquina de Durazno y Convención para descubrir todo lo que cuenta Jaime Roos en su canción. Y que se frustran al comprobar que no hay yiras de paseos cortos, ni bagayeros ni relojeros. Quizás deberían caerse con un ejemplar de “Montevideo Sonoro” bajo el brazo. Algo que también todos los montevideanos deberíamos hacer para lanzarnos a redescubrir nuestra ciudad a través de su música.

 

 

 

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