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Discurso de Mujica: Necesitamos un margen de unidad nacional, como fuere

Discurso de Mujica: Necesitamos un margen de unidad nacional, como fuere
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Compañeros, amigos:

Ustedes saben que la mochila de un viejo como yo, está llena de esquinas, de recuerdos; en el año 85 estaba peladito y pesaría cuarenta kilos, y dije mi primer discurso recién salido de la cárcel cuando nos agrupamos con los viejos compañeros. Han pasado muchos años, era otro mundo, otro país, otra nuestra América Latina, pero seguíamos con un fueguito prendido, pensando en la necesidad de un poco de igualdad y un poco de solidaridad en el curso de la vida. Al empezar esto no quisiera olvidarme de un puñado de gente que me dio seguridad en los años de presidente; hace pocos días me he enterado que los que me acompañaban fueron a devolver el viático que les sobraba y les dijeron que esa gestión no existe. Y entonces hicieron un fondo que se transformó en una herramienta de cuarenta y cinco mil dólares para el Plan Juntos. Y antes de que me olvide quiero agradecerle al Turco y sus compañeros por la gigantesca mano que nos dieron para que fuera posible transformar un viejo galpón en una escuela de la UTU para estudiantes de técnica agraria. Si no hubiera sido por ellos, no se hubiera podido. Es tiempo de recambio. El tiempo no tiene piedad. Acá tendrían que estar compañeros nuevos, pero las cosas se dan así. Este acto estuvo pensado para otro lugar.

Vivir como se piensa

Nos toca estar en un mundo que todos los días parece decirnos que el que no llega a ser rico fracasa; parece que triunfar en la vida es hacerse rico. Y le quiero gritar con toda mi alma a los jóvenes compañeros que asuman la nomenclatura, es decir, a los que asuman el oficio de representar al pueblo y se postulen como eventuales diputados u otros cargos de la 609. No me refiero a los hinchas, a los que votan, a los amigos; me refiero a los que asumen la responsabilidad de representar, porque tienen un deber, y ese debe ser nuestro sello, el sello 609, de. El deber de vivir como vive la mayoría de nuestro pueblo. Y recordar que si nuestra lucha es por ayudar a mitigar las desigualdades —a veces atroces— tenemos que tener coherencia entre nuestra vida y el discurso. Y esto es muy importante en esta época de cultura marketinera que trata de hacernos a todos consumidores empedernidos y no ciudadanos, eternos pagadores de crédito casi sin tiempo para nuestros afectos. ¿Por qué digo esto? Porque la política es pasión y compromiso por los que vendrán. La política es una necesidad biológica, porque los seres humanos no podemos vivir solos. No somos felinos, somos gregarios. No podemos vivir sin sociedad, y si dependemos de vivir en sociedad siempre habrá conflictos y contradicciones. El papel más hondo que tiene la política es sostener la existencia y la vida de la sociedad, que, aunque no nos demos cuenta es nuestro refugio y nuestra necesidad antropológica como hombres gregarios. Tenía razón Aristóteles cuando señalaba que el hombre es un animal político, aunque no se dé cuenta y aunque reniegue contra la política. Y por eso los muchachos que asomen y que quieran tomar partido deben pensar y auscultar en sus sentimientos lo que realmente son y ver si tienen vocación, si tienen inclinación, porque esto no es un compromiso para un cargo sino para luchar toda la vida. ¿Por qué? Queridos, las repúblicas modernas aparecieron con sus revoluciones como un grito desesperado contra las monarquías absolutas y contra la nobleza de sangre para suscribir un principio: los hombres somos básicamente iguales y tenemos los mismos derechos. ¿Y quiénes se supone que deben mandar en las repúblicas representativas, en última instancia? Las decisiones de la mayoría. Y hay que tener la devoción de vivir como vive la mayoría de la gente, en un sentido hondo, republicano. Y el que no tenga capacidad de entender y abrazar esa sobriedad, que busque otro camino. Los hay, y también pueden ser muy útiles. Y un abrazo, y que nos voten y acompañen. En el fondo yo sé que, como dice la canción, “el maíz nace desparejo”. Pero el que conoce un maizal sabe que la diferencia no es tanta. Amigos, esto de vivir como la mayoría no significa odiar a la minoría privilegiada. Hay que luchar porque el odio no nos embozale, ni que nos embozale el desprecio. El tener una convicción no da derecho a despreciar al que piensa distinto, pero hay que ser coherente con lo que se piensa. Porque estas cosas a la larga se ven, y se ven en nuestro tiempo. Levantamos, pues, la bandera estoica de la sobriedad para vivir y para tener el máximo tiempo útil para los afectos y las emociones, y para el compromiso militante. No alcanza con crecer. Hay que luchar por nuestra felicidad, y la felicidad significa ser coherente con lo que uno siente, con lo que se lleva adentro. Pero estas cosas no se imponen: se sienten o no se sienten. Por eso, hay que elegir.

Desafíos del mundo que viene

Yo soy viejo, tengo ochenta y tres años, pero no puedo dejar de pensar en los desafíos del mundo que viene. Hay que sembrar culturalmente la idea de la sobriedad en las generaciones que vienen, porque la naturaleza cobra el despilfarro. Y este sistema que se ha expandido enormemente por el mundo con una civilización que empuja a la ganancia, a perseguir la ganancia y a incrementar un feroz consumismo y una civilización de use y tire, que está agrediendo a la naturaleza y la Tierra, nos empieza a gritar que no nos acordamos de la vida, que la vida no es cualquier cosa. Y este no es un tema electoral ni es un tema de hoy: es un tema de los muchachos, de las nuevas generaciones, de mis nietos que no pude tener porque me dediqué a cambiar el mundo. ¿Por qué digo esto? Hay que tener conciencia. Cuatro millones de hectáreas se desforestan por año. Seis millones de hectáreas en este mundo quedan estropeadas cada año por la erosión. Hay ciento cincuenta mil habitantes nuevos por día. Hay mil quinientos y pico de muertos de hambre, por día, en este mundo. Hay ochocientos millones de gordos que pelean contra la obesidad, algunos. Pero hay casi mil millones de desnutridos, mientras gastamos ciento cuarenta millones por día en jueguitos de computadora. Sólo Estados Unidos peleando contra la obesidad está gastando doscientos ochenta millones de dólares por día. Paralelamente hay novecientos millones de personas sin acceso al agua, y hay mujeres en el África Subsahariana que caminan tres o cuatro kilómetros por dos baldes de agua al día. Los datos dicen que hay ocho o diez personas que tienen casi la mitad de lo que tiene la población del planeta. Para las generaciones que vienen, para el mundo progresista que viene, hay que entender que el planeta tiene límites, y el sapiens —nosotros como especie— debe generar otra cultura de conservar, de reciclar, de decirle no a la obsolescencia programada, de cuidar la tierra, el agua y todas las forman de vida que nos acompañan, cambiando la cultura de use y tire. No hagamos del mundo un basurero, porque la naturaleza no hace basura, sino que hace cosas que se reciclan permanentemente. Entendemos ese mensaje y construimos una cultura nueva o el sapiens desembocará en el holocausto ecológico, y este es un pensamiento que deben incorporar las nuevas generaciones y que no tiene nada que ver con lo electoral sino con la esperanza de la especie arriba de la Tierra. Recordemos que para cada uno de nosotros no hay milagro más importante que haber nacido. Hazte esta pregunta: ¿por qué naciste tú, si había cuarenta millones de probabilidades de que naciera otro? Y después hazte esta pregunta: ¿cuál es el sentido de tu vida, el contenido de tu vida? Porque nacer nacen las hormigas, los escarabajos y las lechugas. La diferencia que tenemos los hombres es que nos podemos hacer preguntas, que a veces tienen respuesta y a veces tienen misterio. ¿Cuál es el sentido de tu vida, ser una máquina de pagar cuotas o cultivar los afectos y darte cuenta que no hay que joder a otros, y que todo ser humano tiene que trabajar para vivir pero que la vida no es solamente yugo y no se arregla con plata? Hay que tener tiempo libre para la compañera, para los hijos, para los amigos, y para tener tiempo cuanto estés viejo como yo y poder jugar al truco con los amigos. ¿Por qué? Porque te vas a llevar los sentires de lo que has vivido. Todavía no hay cajones con bolsillo para llevarse la plata. Dicen que somos el animal más inteligente. Lo de animal lo llevo, pero lo de inteligente…

Nos olvidamos de los bancos fundidos

Somos la única especie capaz de tropezar varias veces con la misma piedra. Miramos de lejos, miramos alto, tenemos los ojos hacia adelante. Vivimos para mañana, y lo que hemos vivido, a veces, nos enseña poco. Digo esto porque ya nos olvidamos que en el 2006 teníamos más del 34% de pobreza en este país, y casi 4 o 5% de indigencia. Nos olvidamos que los orientales emigraban por miles. Nos olvidamos que los hospitales a veces no tenían sábanas y a veces ni siquiera analgésicos. Nos olvidamos que había una desocupación que rondaba el 18%. Nos olvidamos que casi debíamos todo nuestro PBI. Nos olvidamos que había gurises en el norte que comían pasto. Nos olvidamos de una década y pico de atraso cambiario que estranguló a la clase media de la campaña. Y nos olvidamos de los bancos fundidos. Y nos olvidamos que miles de gurises se criaron como pudieron en el medio de la pobreza, y que hoy muchos de esos gurises pagaron el precio y están en el COMCAR porque nos olvidamos, también —y no es de aplauso sino de tragedia— que el árbol se endereza desde chico. Y no sigo diciendo de cuántas cosas nos hemos olvidado como pueblo, pero hagan memoria. Después nos atropelló el progreso tecnológico, con mucho de bueno y de lo otro. Tenemos más posibilidades, se nos multiplican las necesidades diarias. Basta ver lo que se gasta en televisión para la cremita que te saca las arrugas, o la bicicleta que le saca la panza al viejo. Y gastan horas, lo cual quiere decir que es un negocio que convence. Pero hoy un muchacho que camina por la calle, si domina el lenguaje digital, lleva una universidad en el bolsillo. Es maravilloso, jamás el hombre tuvo una herramienta tan formidable, pero también las cosas nuevas no vienen solas, y tienen una cara negativa, porque esto les dio voz anónima y cobarde a todos los idiotas y todos los tránsfugas.

Tendencia a despreciar la política

La universidad potencial que el muchacho lleva en su bolsillo se le puede transformar en una cloaca. Es curioso cómo una herramienta formidable para la libertad humana, simplemente por los “me gusta”, también puede escribir el punteo del perfil de su personalidad y después quedar en banda para un montón de mensajes prefabricados para convencer y gobernar sobre sus decisiones. Jamás ninguna dictadura en la historia de la humanidad tuvo ese poder de meterse en la mentalidad de la gente. Hoy somos manejables por equipos de gente muy formada e inteligente en estas cosas. Francamente manejables, y nunca el hombre tuvo tanto peligro de que le ausculten su conciencia y se la manejan. Se ha multiplicado el mundo del chisme, del insulto, de la acusación sin pruebas, del bolazo y la información parcial y recortada con el fin de envenenar a la gente. Un mundo que busca rencor, que procura multiplicar miedos y que a veces, empujado por intereses miserables, tiene la tendencia a despreciar la política y construir una posverdad que maneje las decisiones de las grandes masas. ¿Estos recursos se usarán en la próxima campaña electoral como se han usado trágicamente en otros países del mundo? Me hago esta pregunta porque ruego desesperadamente a los adversarios políticos que no caigan en semejante bajeza de contratar estos equipos que se dedican a aprisionar la conciencia de la gente, porque la estatura de nuestros adversarios termina midiendo nuestra propia estatura, porque pertenecemos a la misma patria y así nos rebajamos como sistema global, como país, si caemos en semejante felonía.

No somos magos

Hoy hay una primera lucha: para poder mejorar hay que conservar lo que se ha logrado, para plantearse cambios que mejoren hay que conservar lo mejor que hemos podido construir en estos años, con aciertos y errores, porque no somos magos. Hay que conservar el Ceibal para los niños, y más, hay que conservar las tablets para los viejos, y más, hay que conservar las ocho horas para los peones rurales y la seguridad social para las sirvientas, olvidadas en este país. Y la apertura de las universidades en el interior, y seguir sumando hijos que vayan a la universidad, hijos cuyos padres no pudieron ir. Hay que conservar los consejos de salarios, porque el salario no es la única, pero es la primera política social de un país. Y soy consciente de que hay que alivianar sobre todo a la industria y al comercio nacional, pero hay que definirse: no todo es lo mismo, porque no se puede ser proteccionista y no nos podemos encerrar. Algo hay que reservar para los uruguayos, pero el dilema es si estamos con Cambadu o con Carrefour. Con los dos no podemos estar. Compatriotas, hay que fijarse en la cabeza una cosa dramática de la historia nacional, la más dramática: siempre el mercado internacional con sus ciclos nos ha cubierto de incertidumbres y de angustia, y esta fue la primera vez que una crisis de la región, como la de Argentina y Brasil, no nos puso de rodillas. Hay que recordar lo que pasó acá en el 2002, en la época de la tablita, etc. Y esta vez no nos puso de rodillas, porque hubo control bancario, porque hay equilibrio. No quiere decir que no nos afecte —claro que nos afecta la crisis de los vecinos, que son gigantescos— pero es la primera vez que no andamos desesperados, a las corridas. Esto no pasó porque el sistema bancario ha sido regulado y a pesar de lo que critican hemos luchado por mercados diversos, desde Argelia hasta Japón. Les doy el anuncio: en pocos días estaremos faenando para venderle carne a Japón, que es la liga A, con los precios más altos de este mundo. Un país que nunca ha comprado carne vacunada, y hace una excepción de confianza con el Uruguay. No es poca cosa.

Vi caer al batllismo

Pero soy consciente de la inestabilidad del mundo y de la incertidumbre. La inestabilidad económica del mundo que mil veces nos ha hecho trampa en nuestra historia. Soy viejo; vi caer al batllismo luego de gobernar noventa años en este país, porque el precio de la carne y de la lana sucumbió en la década del cincuenta, y Luis Batlle, colorado que no quiso firmarle al Fondo Monetario, perdió las elecciones. Y recuerdo una campaña: “O gana la UBD o todo queda como está”. Qué bollo hubiera sido que hubiera quedado como estaba. Y sé que la misma crisis barrió a Perón de la Argentina, una crisis de precios que hasta golpeó a la propia dictadura, la crisis de la tablita, que precipitó un conjunto de reformas neoliberales en América Latina, con Menem vendiendo las empresas públicas, con la Argentina que se iba para el primer mundo y se quedó sin empresas y con un agujero. Y la crisis del 2002 y 2003 que arrasó bancos enteros en el Uruguay nos hizo tambalear hasta nuestro Banco República, que se terminó salvando por la confianza y la educación de los uruguayos. Esa crisis hizo añicos el sueño de que el Uruguay iba a ser una nueva Luxemburgo, porque hasta ahí nos dedicábamos a medrar con la plata que salía de la Argentina y llegamos a tener un banco, el Banco Galicia, con sesenta empleados y más de dos mil millones de depósito en el Uruguay. Le echamos la culpa de la crisis a la Argentina, sí, pero estábamos enchufados al sistema bancario argentino, y eso fue lo que más nos destrozó.

 

Necesitamos unidad nacional

Amigos, esta es la realidad del mundo. Por eso “seguro” en materia de comercio se murió en la sopa, en el mundo internacional, y por eso necesitamos unidad nacional a pesar de las diferencias que podamos tener, porque el pequeño Uruguay, con todo lo que lo puedan criticar, es el país más justo y equitativo de toda América Latina. Y esto hay que conservarlo, y este es un desafío del Frente y de todos los partidos políticos del Uruguay. ¿Por qué pongo énfasis en esto? Porque somos muy pequeños y eso nos trae problemas, muchos, pero también posibilidades. Es curioso, pero allí está lo que ha pasado en el mundo. Hay que pensar la dependencia que tenemos del mundo, nos guste o no. Ha habido un proceso de globalización ciego, sin conducción política, capitaneado y empujado por los sistemas financieros, por la explosión tecnológica y, sobre todo, por las empresas trasnacionales que presionan y son el agente concentrador de riquezas. Esto multiplicó la riqueza, pero tendió a congelar el ingreso de las clases medias en buena parte del mundo, y políticamente ha despertado una reacción proteccionista y un nacionalismo fóbico y por momentos racista, como se expresa en Europa, porque no pueden ver que el verdadero gobierno no es el que tienen sino la economía trasnacional que no está en el gobierno, pero lo maneja.                  Pensemos que somos tres millones y poco, y estoy contento, porque hoy me junté con los guapos de este país, que son los pobres, los que tienen muchos hijos. Bendito el vientre de las mujeres pobres, aunque no se den cuenta. Son contundentes y crueles los datos del mundo en que vivimos. La concentración de la riqueza es la mayor amenaza que tiene la democracia representativa y el futuro de la convivencia en las sociedades, y lo es porque tanta riqueza en tan pocas manos indirectamente termina siendo poder político para favorecer los intereses de esas minorías, que empujan y condicionan los gobiernos, porque está el señuelo de la inversión, tan necesaria para generar trabajo. Hace tres años nos espantábamos con el dato de que ochenta y dos personas tenían lo mismo que tres mil millones de personas. El año pasado supimos que treinta y dos latinoamericanos tienen lo mismo que trescientos millones de latinoamericanos, pero lo peor es que esa riqueza crecía al 22% anual, mientras que los PBI de América andaban en el 2 o 3% de crecimiento. Supimos que el más rico del mundo tenía que vivir como doscientos cuarenta años gastando un millón por día e igual no podría gastarlo todo, por los intereses que le generaba. No es que no crezca la economía y la riqueza en el mundo, es que crece más la fenomenal concentración y esto aumenta la desigualdad. Este es el problema.

 

Hay una cara positiva y un peligro

Estos números tienen infinitos escalones intermedios, pero esto es lo que viene condicionando contemporáneamente al liberalismo político y económico, que fue tan importante y que trajo tanto despegue para la humanidad y que es el agente de la era industrial, y que trajo ese progreso formidable. Con todos los dolores que se quiera vivimos en promedio cuarenta años más que hace un siglo, pero como en tantas cosas hay una cara positiva y un peligro. La libertad para unos es una cosa y es muy distinta para las enormes mayorías. Y es paradojal que esta economía que crece y empuja haya hecho crecer en forma tan formidable el egoísmo y la crueldad contra la propia especie humana. En esta era de liberalismo, de revoluciones liberales que fueron un aporte formidable en la historia de la humanidad, noblemente, con intención de justicia, de libertad y felicidad humana, se levantaron las utopías más hermosas que hicieron trizas al feudalismo y a las monarquías de origen divino. Mucho hay que agradecerles a las revoluciones liberales, que nos dejaron un legado del papel importante que tiene la tolerancia, sobre todo la tolerancia cuando se tienen diferencias. Esa es una regla fundamental para aprender a convivir. Y también el gigantesco valor que en la sociedad tiene el respetar a los demás. Mucho tenemos que agradecer, pero mucho tenemos que temer hoy al incremento exponencial de la desigualdad, porque se ha creado una plutocracia mundial que habla inglés, aunque pueda tener otra lengua madre en cualquier lado.

Poder sin patria ni bandera

Ese es el poder más formidable, que no tiene patria ni bandera ni se sienta en las Naciones Unidas, pero sí en los grandes bancos transnacionales, que no tienen gobierno, sino que los usan. Organizan el mundo y sembraron la idea de ser competitivos y acumuladores, llevando esto por el mundo como estandarte. Precisaron libertad de fronteras y de comercio, crearon instituciones para esos fines, crearon grandes zonas de intercambio, pero no pudieron controlar su ambición y no distribuyó sirviendo a la democracia, sino que siguió concentrando. “Somos demasiado depredadores”, en un gesto, en un minuto de sinceridad, dijo hace un tiempo el viejo Soros.                                                                    A caballo de las leyes de la herencia con su influencia eludió impuestos, arrancó prebendas, compró e impuso grandes decisiones en medios de comunicación, cultivando un poder blando pero inexorable, jugando a la democracia. Logró masificar una cultura embebida de marketing para no hacernos ciudadanos sino consumidores, siempre inconformistas. Disciplinó a la ciencia para impulsar la tecnología y multiplicar constantemente la productividad. Hizo una religión de la acumulación, su norte más importante. No puede detenerse, frenar su voracidad, y trata de forzar la demanda, incentiva despilfarros colosales para explotar el poder de compra. Inventa autos increíbles que valen millones de dólares. Hay una empresa en Alemania que hace llaves de autos que pueden valer cuarenta o cincuenta mil dólares y hay gente que los compra. Les ponen diamantes, qué sé yo. No gastan en promover la vida de los excluidos, porque no da renta. Gasta en tratar de explotar la capacidad de compra. Porque los muy ricos no consumen, hacen experiencia. La concentración se alimenta a sí misma, por su poder político. Lo peor es que especulan con su poder social, económico y cultural, construyendo círculos virtuosos. Están en todos los ámbitos, y sin embargo no pueden frenar la colosal agresión a la naturaleza y el cambio climático, y no pueden conformar a muchísimos hombres de clase media humilde que utilizó, porque constantemente está recomponiendo su presencia en la lucha por los costos. Fue esto lo que destrozó a Detroit y elevó a Monterrey oa Bangladesh, porque se va a trabajar donde le convenga, y deja el tendal. Y esto ha producido una contradicción política fenomenal en el campo de las clases medias del mundo acomodado, que son los que votaron a Trump. Son, en gran medida, los brotes de híper nacionalismo que hay en Europa. Esta es la causa de la separación de Inglaterra y de este mundo paradojal, una contradicción en el seno de las derechas.

¿Quién ganará esta pulseada?

Esto como consecuencia está desatando una guerra comercial planetaria. ¿Seremos las víctimas los del mundo emergente, que apenas la balconeamos? Gran pregunta. Y les digo esto porque la incertidumbre de mañana está presente, y estamos en campaña electoral y nos van a hacer un conjunto de promesas. Yo no estoy para meterle versos a mi pueblo. Voy a poner un ejemplo para que entiendan: el sector lácteo de nuestro país vivió una crisis de más de dos años por el precio internacional, y hace un tiempo empezó a salir porque los precios mejoraron un poquito, y se estaba empezando a reacomodar pero tiene un peso de deuda fenomenal. Y volvió a caer el precio internacional. Uruguay tiene que vender al exterior más del 70% de la leche que produce, y lo que valía tres mil cuatrocientos hoy anda otra vez en dos mil seiscientos. Y esto es una escalera. ¿Por qué pasó esto en el mundo internacional? Probablemente sea un coletazo de la guerra económica que ha desatado el señor Trump con China. Con el diario del lunes es muy fácil, pero esta incertidumbre está presente y este es un ejemplo claro. El país tendrá que socorrer de alguna forma a los tamberos, porque hay que tener alma para ser tambero. No es changa, no es fácil. Y este es un país rarísimo, querido. Un litro de leche vale menos que un litro de agua embotellada. Yo no lo puedo entender. Y menos puedo entender que a veces teniendo gurises vamos a comprar Coca Cola y no compramos leche. ¿Por qué digo esto? Porque hay que proteger a la gente que trabaja. Pero hay una costumbre de criticar con el diario del lunes. Es una costumbre, pero no hay gente mágica que pueda adivinar lo que va a pasar el año que viene. Hace unos años cuando el barril de petróleo valía ciento diez los analistas decían que tendía a subir y sacábamos cuentas y era negocio hasta que los taxímetros anduvieran a gas. Ningún genio de la economía nos dijo que dentro de un año y medio el petróleo iba a valer menos de cuarenta dólares. ¿Por qué? Porque hay un mundo que especula, donde están los grandes, que saben pero no avisan. Especulan, juegan con nosotros, y en esa timba de precios que bajan y suben amasan fortunas que ni vemos.

El poder detrás del trono

Compatriotas, no sé si todo lo que dijeron en Argentina del bolso de este y de lo otro es cierto. Supongamos que es cierto. Pero lo que perdió la Argentina en quince o veinte días de corrida, legalmente, es varias veces todo el afane que pudieron haber hecho. Hay afanes legales. Las corridas cambiarias son para el que sabe lo que va a pasar una fuente de ingreso espectacular. Me detengo mucho y sé que esto es medio pesado, pero la política tiene que tener una forma de comunicación tal que se vea el poder detrás del trono. Cuando hablamos de la idea de poder, el poder más fuerte está fuera del país. Dentro del país hay algo que podemos manejar, pero estas cosas de carácter internacional las soportamos. En el país hay parte del poder, ya veremos. Pero el verdadero poder en el mundo no tiene bandera, ni himno ni patria. Ahora bien, este mundo como es nos obliga a todas las clases sociales a que nuestras naturales diferencias no nos lleven a una confrontación estúpida de medio país contra medio país. Esto me parece central, porque a pesar de todo, nuestra seguridad radica en que podamos cultivar un nosotros a pesar de las diferencias. Hay cosas que nos obligan a estar espalda con espalda a pesar de las graves diferencias que podamos tener. Y esto lo tenemos que reconocer. Sé que habrá que conseguir y mejorar logros en su aplicación, rectificaciones y ratificaciones, pero no hay vuelta: hay que hacer crecer la economía. No creo en los ajustes imposibles, porque sé que los ajustes permanentemente los pagan los más jodidos. Y el problema es que la economía crezca, este es el desafío que tiene el Uruguay. Esto no quiere decir que se pueda hacer cualquier cosa o despilfarrar. La economía tiene sus cosas inexorables y hay que verlas con realismo: el capital, si no gana, dispara.

No hay cosa más cobarde que el capital

Pero cuando se pasa de ganancia y no reparte, hay que pincharlo para que reparta y en la otra punta termina habiendo crisis de demanda. Estos equilibrios sutiles son el alma de la política económica, pero para poder invertir y mover la economía previamente hay que ahorrar y después arriesgar, y esa es la mayor dificultad que hay en América Latina. Se dice que por ahí hay uruguayos de la clase media ahorrista —no es lo mismo un ahorrista que un empresario— que tienen seis o siete mil millones de dólares afuera, en conjunto. Yo sé qué hay que generar políticas y darles seguridad, y es el Estado el que tiene que hacerlo. Y hay ejemplos, como metieron los pesos en los molinos de viento, o como metieron los pesos en la forestación. Esto es amargo, pero nadie mueve ni arriesga su capital si no tiene un convencimiento de que va a ganar. Digo esto porque la gran lucha tiene que ser hacer crecer la economía, porque están hablando de ajustes y yo sé quién paga los ajustes. Hay cosas que hay que ajustarlas, pero otras hay que hacerlas crecer y desarrollar, sobre todo las que generan trabajo. En estos quince años aparecieron trescientos mil puestos nuevos de trabajo, cotizando, pero en el último tiempo hemos perdido cuarenta o tal vez cincuenta mil. Y esto tiene que preocuparnos, porque la explosión tecnológica tiende a hacer vomitar gente, y las máquinas hoy tienden a suplir mucho trabajo. Y por lo tanto hay que generar mucho más trabajo. Y hay que apelar a la capacidad de ahorro de nuestras clases medias, y darles seguridad, y apostar al capital nacional todo lo que se pueda. ¿Esto quiere decir que hay que renunciar a la inversión extranjera directa? No, quiere decir que hay que ser selectivo. Ah, sí, si nos vienen a hacer cosas que no sabemos y no podemos, bienvenidos y un gran abrazo. Sé que hay sujetar algunos gastos, sí, pero hay que multiplicar otros. La informática puede y debe entrar a fondo en el Estado.

Necesitamos credibilidad

Pero también quiero poner en el tapete que todo el personal de confianza del Estado, e incluyo gobierno, ministerios e intendencias de cualquier pelo, además de los secretarios de los parlamentarios, debieran poner un huevito a favor de los bienes públicos. Y además exigirles huevito a las grandes jerarquías de carrera en el Estado. ¿Esto arregla? No, no es suficiente. Pero hay que compartir, y compartir con nuestro pueblo más jodido. Lo dijo Artigas: que los más infelices sean los más privilegiados. Necesitamos credibilidad. No se puede militar políticamente y tratar de incentivar la solidaridad solamente con la plata de los que pagan impuestos: hay que ponerse, viejo. Hay que ponerse, si no, es verso.                                    Voy a tocar un tema que todos tenemos que entender y del que se dispara y ni se habla: somos un país de veteranos y las transferencias crecientes a la seguridad social son el mayor compromiso que tiene nuestro Estado, y esto tiende a aumentar en el tiempo. Tendrá que haber una reforma de las jubilaciones, y sería bueno empezar a discutir lo que se va a hacer. Pero no lo quieren tocar, porque es un tema electoral, y como hay muchos jubilados tienen miedo. Y yo no quiero meterle verso a la gente. Hay que cantar la justa ahora. Ahora. Porque este es un tema medular que es imposible posponer. Si aprendemos de lo que han hecho otros países. Lo más que dicen es que hay que aumentar la edad de jubilación, y no piensan en flexibilizar. No piensan que el estado de salud y los oficios son totalmente distintos, y que hay gente que a los cincuenta años no puede mover una pata mientras que hay gente que a los ochenta está al pie del cañón, y que tenemos que tratar distinto lo que es distinto. Este es un tema que tiene el país. Esto va para largo, en fin.

Sin unidad la izquierda estará siempre derrotada

Pero ustedes saben que hemos tratado de buscar apoyo para alguna candidatura no sectorizada, que no pertenezca a mi potrero o al de aquel, sino de los frentistas más independientes. Por eso fuimos a molestar a Murro, un hombre capaz, independiente, al que admiramos mucho. Pero no pudimos conseguir apoyo. Queríamos candidaturas independientes para evitar la sectorización fuerte dentro del Frente. ¿Por qué? Lo que voy a decir es muy importante, compañeros. Porque cosechamos un rotundo fracaso, que expresa la gravedad de la enfermedad. Porque sé que la unidad de los partidos en general está bastantea jaqueada y en peligro en todos los partidos del Uruguay, pero es mucho más grave en el Frente por las dimensiones que tiene. Están quedando pocos vivos de los que lucharon décadas para conformarnos y transformarnos en una opción de gobierno y de poder. Una cosa es ser testimonio, pero las masas necesitan expresarse también con triunfos para lograr realizaciones. Y eso se logró porque la izquierda tuvo la sabiduría de juntarse. Pero se van para los cementerios muchos de los que estuvieron en esas luchas, y pesan cada vez más nuevas generaciones que no vivieron esos problemas. Sin unidad la izquierda estará siempre derrotada, por este dilema central: las derechas se juntan por sus intereses, mientras que las izquierdas se dividen por sus ideas. La historia política del mundo enseña el precio que han pagado los pueblos por las divisiones de la izquierda. Por eso llegó Hitler al poder, por eso Franco se murió de viejo. Mil veces ha pasado eso en la historia. La izquierda es impotente con sus divisiones, porque sus discusiones internas pasan a ser más importantes que enfrentar a la derecha, porque no saben ceder, porque transforman la diferencia en el problema principal y no en el problema secundario. Con dolor tengo que confesar que sobran síntomas de una tendencia de polarización política. ¿Puede haber treinta, cuarenta proyectos políticos de izquierda, o son choques de personalidades? Hay que hacerse estas preguntas. Y las hago, y soy tan claro porque hay un capital mucho más importante que ganar o perder: conservar la unidad. La unidad en la diversidad es el camino de la esperanza. Cuesta mucho que se entienda que ninguna estrategia, por correcta que sea, puede triunfar si tenemos una táctica tonta. El radicalismo de los gritos es como cantarle a la luna, si la gente no lo entiende. No es con internismo que se multiplica el Frente. No es pescando en las peceras nuestras sino saliendo hacia afuera, porque hay un caudal de hombres buenos blancos y colorados que son como nosotros y que pertenecen a nuestra clase. Hay que trabajar con ellos y por ellos. Sé que la apertura de alma tiene riesgo, pero los verdaderos orientales de todas partes vienen.

El gran partido es octubre

Tal vez en estos días, compañeros, la 609 va a tener que elegir candidaturas. Hemos andado lento, sin apuros. Los cuatro que tenemos son buenos. Tenemos la propuesta proletaria, apasionada, tenemos la solvencia de los equilibrios económicos y financieros, tenemos la visión comprometida del mundo digital y la inteligencia artificial, y tenemos, muy fuerte, la pasión por la gestión. Vamo’ arriba con ese entusiasmo juvenil. Todas las capillas frentistas, que son muchas, tratan de apostar a ganador y se agrupan allí donde hay candidatura consolidada. Pero queridos compañeros, el gran partido no es la interna sino octubre, donde se juega el partido central. La derecha, con todas sus diferencias y sus matices se va a agrupar contra nosotros. En ese entonces pondremos nuestros huesos al servicio de la fórmula que elija el Frente y haremos todo lo que podamos. No hemos querido poner, y puede ser un error o no, un matungo nuestro en esta carrera, porque si estábamos luchando por sacar el pescuezo de lo sectario no queríamos incurrir en eso. Pero personalmente, y este lo consideramos el primer acto, por frentistas y también por patriotas vamos a luchar por la 609 como quien lucha por una madre escuela de nueva militancia. Porque los individuos pasamos, pero las causas quedan. Me siento orgulloso en este tiempo de lucha contra la discriminación. Sin hacer ruido ni pamento, por primera vez hubo una presidenta de la cámara de representantes mujer, de la 609. Y la segunda, también. Y dentro de pocos días habrá una tercera mujer presidenta de la cámara, también de la 609. Y más: porque hay que reconocer la vieja discriminación de nuestras sociedades patriarcales donde los hombres hemos sido educados para creernos dueños de la vida y entender que la mujer es importante pero secundaria, sin darnos cuenta, que sin mujer no hay vida humana. Esta discriminación que ha existido y existe en nuestra formación cultural, necesita que la vayamos superando, sobre todo en este país que allá por 1912 tuvo un viejo que le dio el divorcio a la mujer por su sola voluntad, en un Uruguay corajudo, que fue el primer país en darle el voto a la mujer en América Latina. ¡Es lo mínimo! Pero quiero decirles, compañeros, que ahí no termina la cosa. Esta es la discriminación más grande, y no es la más profunda. La más profunda es la de clase. Ya dije que el poder grande que decide está afuera, en ese mundo trasnacional que he descrito y que hoy tiene tanto peso, pero hay una parte del poder que está aquí, ligada a la riqueza profunda del país, a la gran propiedad. Nosotros no pertenecemos a ese sector, y ese sector, aunque le haya ido bien y fenómeno, siente que no pertenecemos a su clase y nos detesta. Nos detesta, porque tenemos olor a gente común, del pueblo. Pero no quiero ser injusto, porque dentro de esa gente hay de todo. Pero como son poderosos y ricos a veces logran que gente que estaba en este potrero se pase para el de ellos. Los conversos, esos son los peores. Una cosa es un pura sangre, de pedigrí, y otra es un piojo resucitado. Siempre tiene que estar poniendo, sacándose cedula de identidad para demostrar a los patrones que él está convencido.  Queridos, para mí hubiera sido mucho más fácil haber dicho sí que haber dicho no, pero no solo que estoy viejo, sino que percibo que viene otro tiempo, ni mejor ni peor, distinto. Yo soy de otro tiempo, pero por lo que les dije antes no quiero contribuir a incrementar la confrontación, porque soy consciente de que hay mucha gente que me quiere pero, también hay gente poderosa que me odia. Y no debo contribuir a llevar a mi país a confrontar, porque necesitamos un margen de unidad nacional, como fuere. Por eso he dado el paso que he dado. Y ahora también tengan consciencia de esto: la lucha no termina con una elección, la lucha es eterna y es el contenido de la vida. Triunfar en la vida es volverse a levantar y empezar cada vez que uno cae. Y eso se los digo a los jóvenes: en el amor, en el trabajo, en la esperanza. Vale la pena vivir al tope y no aburrirse, y no tener lástima de uno mismo. Como puedan. Pero además, el árbol viejo tiene que empezar a perder hojas y dejar pasar la luz para que los arbolitos nuevos crezcan y lo sustituyan. Por eso mi última militancia va a ser cuando vaya en el cajón. Voy a militar lo que pueda, a mi tranco, pero como corresponde: apoyando. Hay que darle oportunidad a las nuevas generaciones. No quiero ser un viejo que ande estorbando, quiero ser un viejo que sea útil en lo que pueda ser útil. Y por eso hace treinta y cinco años, peladito, pesando cuarenta kilos, dije un discurso que me mandaron mis compañeros cuando salíamos de la cana, de aquellos doce o trece años inconmensurables. Era otro mundo. Ni nos pasaba por la cabeza el camino que íbamos a recorrer. Pero tengo que gritarle gracias a la vida por lo que he vivido, y tengo que darles a mis compañeros todo mi aliento y mi esfuerzo en ese sueño de lucha por un mundo un poco mejor. Por eso, compañeros, seguiré militando y pelearé por el desarrollo de la 609, y lucharé por una bancada fuerte que cualesquiera sean las circunstancias, sea una parte importante del país. Respaldaré al Frente y lucharé por él. Pero quiero decirles, compañeros, de todo corazón, que cuando llegue el último viaje, y porque amo la vida a pesar de todos los dolores, me gustaría decirle al que nos lleva para el otro lado: “Por favor, sirva otra vuelta”. Gracias.

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