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Concierto en el Pérsico

Concierto en el Pérsico
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por Ruben Montedónico

Amplias dificultades plantea opinar acerca de acciones de algunos gobiernos musulmanes de Oriente o árabes del norte de África, en muchos casos pletóricos de petróleo y en todos, escasos de respeto por los derechos humanos, con independencia de institucionalidades, republicanas o monárquicas. La confusión y la incomprensión occidentales- atlántica de raíz judeocristiana- se agranda si exploramos confesiones sunníes, chiíes o corrientes de ellas.

Sin embargo, sí intervenimos cuando el tema es el terrorismo, éste se ejerce como opción político-militar y el signo predominante nos indica que lo aplican quienes profesan o dicen profesar la fe islámica.

Entonces, escuchamos que desde Washington, el presidente estadunidense sostiene que va a acabar con el terrorismo islamista con apoyo de los países civilizados. Además de averiguar qué entiende el señor Trump por civilización, nos deja sin respuestas acerca de eso que dice que va a exterminar: si se relaciona en el inicio con el contencioso palestino, ¿cómo van a creerle en Cercano Oriente que por más fuerza bruta que emplee no acaba con la injusticia, sentimiento incrustado en la mayoría de los musulmanes; qué harán las naciones atlánticas que ignoraron el conflicto durante casi 70 años; cómo actuarán los millones de árabes musulmano-palestinos que viven en el apartheid, desposeídos y humillados, bajo ocupación militar; cómo va a aniquilar el terrorismo si es incapaz de poner fin a la expoliación de los habitantes originales?

Por otra parte, ¿no se sabe que hay organizaciones infiltradas por servicios de inteligencia que manipulan a los grupos terroristas? ¿Ya se olvidó que agentes del Mossad estaban entre los terroristas de Abu Nidal, que no atacaban a Israel?

Tras la visita de Donald Trump, se anunció con gran alharaca por la prensa mundial, en particular por las cadenas noticiosas estadunidenses, que se había concretado un negocio con Riad para proveer armas por la friolera de 110 mil millones de dólares. El convenio militar con los estadunidenses fue seguido -luego de un prudente espacio para que Trump desembarcara en Washington- por el inicio del conflicto encabezado por Arabia Saudita contra Qatar, al que se unieron Egipto, Emiratos Árabes Unidos y otros cuatro países o fracciones de los mismos.

Este paso contra el emirato con asiento en Doha llamó la atención porque Qatar es la sede del Comando de EE.UU. para el Cercano Oriente (CENTOCOM) y en él habrían -según datos últimos- acantonados 10 mil integrantes de armas combinadas, o sea, el equivalente a una división de ejército. En segundo lugar, si este hecho ocurrió con el conocimiento y la autorización de la Casa Blanca, entonces Qatar no es el objetivo principal, sino que de lo que se trata es de estrechar la presión contra Irán al tiempo de exhibir a Arabia Saudita e Israel (con no admitida posesión nuclear) como los países militarmente dominantes de la región.

Si esta fuese una primera consecuencia de la visita de Trump a la región -que tomó decidido partido en su discurso por los sunnitas y el antichiísmo (homologándolos con terroristas)-, en Teherán se entendió que los atentados contra su Parlamento y el mausoleo de Ruhollah Jomeini habían sido parte del acuerdo de responsabilidad compartida entre Washington y Riad.

La reacción ante lo anterior no se hizo esperar y Hassan Rohani -presidente iraní- señaló la responsabilidad saudita al afirmar: “Los que quieren el mal para el Irán islámico reclutaron elementos reaccionarios y takfiris (grupos yihadistas, en lengua farsi), para intentar esconder sus fracasos regionales y hacer olvidar el descontento dentro de su propia sociedad”. La Guardia Revolucionaria, más punzante, acusó a Riad: “El ataque sangriento se produjo solo una semana después de que se entrevistaron el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y los líderes sauditas que apoyan a terroristas”, y agregó: “El hecho de que Daesh -nombre árabe para designar a los terroristas- asumiera la autoría, indica que ellos tenían sus huellas en estos ataques”. Mohamad Nejat, jefe adjunto de inteligencia iraní, dijo que los atacantes, seis -que fueron abatidos-, tenían entre 20 y 25 años, estaban equipados con fusiles AK-47, pistolas, granadas y explosivos y provocaron 12 muertos civiles.

Los persas tienen la primera reserva mundial de gas y la tercera de crudo. Toda esta nueva situación pone en jaque el acuerdo internacional con Teherán de mediados de 2015. Cabe recordar que James Mattis, secretario de Defensa -general del cuerpo de marines, que participó en las ocupaciones de Irak y Afganistán- afirmó que Irán es “el mayor impulsor de terrorismo del mundo” y que Trump dijo en su campaña que el convenio de Obama con Teherán era “el peor acuerdo de la historia”. Los intereses de los Al Saúd y Netanyahu son los de atenuar el impacto de la liberación de 100 mil millones de dólares pertenecientes a Irán retenidos por la banca occidental, con parte de los cuales -se dice- acreció su influencia en sectores libios, yemenitas y libaneses.

Otro enigma paradójico que se ofrece a la vista es que Moscú mantiene excelentes relaciones con Teherán (pensando desde el siglo pasado, cuando aún era capital de la URSS, en puertos abiertos todo el año -de “aguas calientes”- a los que quiere acceder por ferrocarril) y con Israel (como cuando parte de los pobladores de postguerra eran judíos rusos, veteranos de la II Guerra Mundial).

En cuanto a las causas episódicas, previsibles, que orillaron a las sanciones contra Qatar, las más mencio

nadas son la intención saudita de torpedear las relaciones con Irán, socio de Doha en la explotación de gas de North Dome-South Pars, que lo lleva a involucrarse comercialmente con Rusia e India, eludiendo hacerlo con Riad.

Consecuencia de lo anterior es la negativa qatarí a la iniciativa liderada por el saudismo de integrar una fuerza internacional al estilo de la OTAN -de naturaleza sunnita y con apoyo político y armamentístico estadunidense- para enfrentar los dominios chiíes de Irán y Siria. A esto suman algunos hechos como el apoyo a los Hermanos Musulmanes de Egipto (considerados actualmente terroristas) y la difusión de sus expresiones a través de la cadena Al Jazeera. Junto con ello, censuran desde Riad que se hallan habilitado comicios para escoger autoridades regionales, otorgado el voto a las mujeres y garantizado la libertad de expresión y asociación en el emirato, por lo menos en el papel y la teoría.

Habrán de agregarse como cuestionamientos a su política exterior la censura constante a la Daesh (grupo desprendido de Al Qaeda, también llamado ISIL y en Occidente conocidos como terroristas del Estado Islámico) y defender a libaneses chiíes de Amal y Hezbollah.

Como muestra de que las operaciones encubiertas no son similares en el tiempo por los musulmanes, pero sí los intereses imperiales, quien esto escribe  recuerda de su pasaje por Centroamérica -apoyando la memoria en Wikipedia- el Irancontras o Irangate: el 5 de octubre de 1986, el  EPS de Nicaragua derribó un avión de la CIA con suministros para la contra. El día 5, Eugene Hasenfus cayó prisionero: fue el único que sobrevivió al derribo. El 3 de noviembre de 1986 un semanario libanés publicaba la venta de armas de guerra estadunidenses a Irán (enfrentado con Irak). El 25 de noviembre, el presidente Ronald Reagan y su procurador general, Edwin Meese, reconocían que ambos hechos estaban relacionados y que existía una nota escrita por Oliver North (jefe de la operación antisandinista) especificando que 12 millones de dólares de ganancias por las ventas de aquellas armas serían utilizados para ayudar a la contra.

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