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Brasil, con o sin Temer

Brasil, con o sin Temer
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Por Ruben Montedónico

La realidad brasileña puede seguirse como si de una antigua «novela por entregas” se tratara. La policromía de actores políticos tiene efectos distractores sobre el público que cada día descubre variantes sobre quien actualmente detenta el papel protagónico: Michel Temer.

Por ejemplo, de lo diario se desprenden hechos y datos que adicionan a la dramaturgia situaciones paradójicas. Así, nos enteramos que la economía de que Brasil creció en el último trimestre 1% tras 24 meses continuados de retracciones. Lo inesperado de esta información parece no haber sido tenido en cuenta por la calificadora de riesgo Moody’s, que le bajó la puntuación al país en momentos que el Banco Central redujo la tasa de interés.

De forma anticipada a los datos, el presidente Temer celebró la expansión del PBI, aunque sucedió en circunstancias de “recelo de los mercados” (como dicen los especuladores) por el agravamiento del temporal desatado en su contra.

Hasta algún diario uruguayo se permitió expresar satisfacción por el aumento extraordinario de la agricultura brasileña en 13,4% -sustentada en crecientes cosechas de maíz y soya y los mejores precios de los commodities-, aunque eludió comentar que ese logro se alcanzó por una mayor deforestación del Amazonas (7.989 km2 de selva fueron destruidos entre agosto de 2015 y julio de 2016) atacada por la voracidad de empresarios y compañías productoras y exportadoras.

Para quienes formulan sus opiniones con base en datos macroeconómicos, hay que decir que la Formación Bruta de Capital Fijo se redujo en el primer trimestre de este 2017 en 1,6%, cifra similar a la de hace un año, mientras hay más exportaciones (4,8% y se esperaba el 5,2%) en tanto las importaciones subieron, de acuerdo con la proyección mercadológica,1,8%.

Las cifras precedentes son consideradas y evaluadas por un sector sumamente reducido de la población y de extranjeros (inversores o empresas) a la par que la desocupación sigue en aumento en el campo y la ciudad, los salarios perdieron poder adquisitivo y el conjunto de la sociedad siente que grados de soberanía  adquiridos en el pasado reciente desaparecen en paralelo con el hundimiento de gobernantes y dirigentes políticos sumidos en actos mayúsculos de corrupción y decisiones vergonzosas. Sin ir muy lejos, Fernando Henrique Cardoso -ex presidente, líder del PSDB, puntal para el desafuero de la presidenta Dilma Roussef- dijo hace pocos días que no debiera llamarse a una elección para sustituir a Temer, pero estrenó hace unas horas sus 86 años anunciando -sin ningún rubor- su adhesión a una elección presidencial adelantada.

Lo anterior se produjo cuando aún no se apagaban los ecos de una denuncia contra Temer por parte de Joesley Batista -principal de una cadena frigorífica con extensiones por naciones del subcontinente, incluido Uruguay-: el hombre profundizó la desestabilización del ya tambaleante  presidente al darle en mayo pasado una grabación de éste a la justicia en la que acuerda que se le pague por el silencio al ex diputado encarcelado Eduardo Cunha. Ahora, el empresario Batista declaró al semanario Época que Temer es «el jefe de la banda (organización criminal) más peligrosa del país»: se trata de quien sometido a proceso se acogió a un acuerdo con la justicia a cambio de la reducción de su pena. Aun contando solamente con su palabra -en el caso- la opinión pública la da por cierta y la calle recrudece su exigencia de “diretas já”.

Esta demanda popular tiene la limitante normativa de la Constitución federal que indica que será el Congreso quien en un plazo de 30 días designe al mandatario que complete el mandato. Lo descrito significa que aquellos integrantes de la alta burguesía, las grandes compañías y quienes controlan las empresas de prensa –en síntesis, los hombres del poder- todavía disponen de un tiempo prudencial para escoger a alguien que gobierne, que sea capaz de derrotar al casi seguro candidato del PT (si libra los pedidos de encarcelamiento), el ex presidente Lula, o por lo menos consiga “domesticarlo”. Es decir que siguiendo el principio lampedusiano “Que todo cambie para que todo siga igual”, aunque otros pensamos en las grandes mayorías y nos aferramos a las palabras de Albert Camus: “En lo más profundo del invierno finalmente aprendí que dentro de mi se encuentra un invencible verano”.

Entre los nombres que competirían con apoyo de la derecha y el beneplácito de Washington circula el de João Doria Júnior, empresario, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), alcalde de São Paulo desde enero pasado. Supo escoger sus marqueteiros (publicistas) que contribuyeron a hacerlo pasar de un insignificante 6% a más del 50%, con lo que fue electo. Aunque el salto político a la Presidencia sería enorme y debiera vencer en primer instancia dentro del propio PSDB, puede aprovechar un extendido malhumor social antipetista, acrecentado durante el impeachment contra Rousseff.

En parte su mención como candidato se debe a que los medios de comunicación abandonaron a políticos conocidos e involucrados en actos reales o supuestos de corrupción, la cual no se atribuye únicamente al PT de Lula. Para esto, el que Doria provenga del empresariado, se haya incorporado a la política y su clase lo promueva y promocione no es un caso particular que lo distinga en Brasil ni tampoco en la región.

Mientras el jefe de Estado descartó renunciar o que ocurra una reducción judicial del mandato, el Supremo Tribunal Federal -que lo eximió de cargos de campaña electoral en la fórmula con Rousseff- le sigue investigaciones incoadas por corrupción, organización criminal y obstrucción de la justicia.

Para sumar a este cuadro de noticias diarias que salen de Brasil, debemos ponderar y tratar de ver qué papel juegan localmente las grandes potencias del capitalismo central y en particular Estados Unidos (EE.UU.). Releyendo los escritos de un especialista en temas internacionales, periodista y escritor, Moniz Bandeira, coincidimos que el esfuerzo por sacar de la escena a Rousseff (también al PT) es de largo aliento. Indica que “Esas manifestaciones que comenzaron el año pasado y antes de la Copa (del Mundo de fútbol) no fueron espontáneas. Fueron preparadas anticipadamente, con elementos entrenados”, y describe en detalle el papel de algunas ONG y think-tanks en diversos movimientos mundiales, que incluso, a veces, se designaron como “revoluciones”.

Moniz Bandeira sostiene que los intereses principales de EE.UU. apuntan a mantener la prevalencia del dólar como moneda de intercambio global –lo cual, dice, se ve amenazado por la actitud que tuvo el BRICS-  y a impedir la existencia o el surgimiento en América de potencias que le pudieran significar competencia.

Asimismo, debe recordarse que hay dos áreas estratégicas en Brasil ambicionadas por EE.UU.: la de los hidrocarburos y la de carnes, que tienen por nombres Petrobras y JBS. El interés por JBS deviene del hecho de que el país se ha transformado, a través suyo, en el mayor proveedor de proteínas de animal de Rusia y China. En el caso Petrobras por el acceso al presal, término con el que se alude a las aguas marinas ultraprofundas del sudeste brasileño con reservas de hidrocarburos en rocas calcáreas ubicadas bajo un estrato de sal de gran grosor.

En ambos casos el Departamento de Justicia logró fiscalizarlos directamente por medio del estudio Baker & McKenzie, de Chicago, el mayor de EE.UU, con 4.600 abogados y 13 mil funcionarios en el mundo. Para pagar menos impuestos tiene su sede en Suiza; en Brasil la representa el estudio de abogados Trench, Rossi & Watanabe.

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