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¿Argentina es el ejemplo? por Ruben Montedónico

¿Argentina es el ejemplo?   por  Ruben Montedónico
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La primera fecha electoral de medio año en Argentina se cumplió el 13 de agosto con las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), dejando, prioritariamente, incierto el panorama político sobre el gobierno -con 20 meses de vigencia-  y, además, como forma de evaluación, a qué se refieren cuando se dice peronismo y su modalidad predominante reciente, el kirchnerismo. La segunda fecha importante será la del 22 de octubre en que se votará la renovación de un tercio del Senado y de 127 de 257 diputados.

Si nos atenemos a lo escrito y leído en agosto pasado, la óptica del gobierno fue la de hacernos sentir que la alianza Cambiemos sobre la que se sustenta -con la cual, en un ajustado balotaje, derrotó en 2015 al oficialismo en

las presidenciales- veía en las PASO un reconocimiento electoral: su interpretación, o la que indujo a trasmitir por medio de la gran prensa, fue de que había ganado. Al repensar en cómo se operó la sucesión presidencial -haciendo a un lado los incidentes y anécdotas del acto del 10 de diciembre- hay que señalar que se trató del singular advenimiento comicial de un gobierno de extrema derecha sustituyendo a uno popular-progresista en una región asediada por la prensa internacional y las burguesías empresariales, financieras y especulativas de Latinoamérica, expuesta a las ansias de dominio y de control del capitalismo imperante.

Si bien analistas consideran que el hecho ya había ocurrido en Chile, es difícil creer que en la posdictadura existiera  un gobierno progresista en ese país -aunque fuese en un rubro o en algún matiz- por lo que entre los cambios habidos en la región (considerando, incluso, la pérdida de apoyos a regímenes progresistas), lo de Argentina da la posibilidad de análisis profundo de las fuerzas políticas en pugna.

Ese examen permite ver la acción de un gobierno promercado, que puede pasar a ser dominante en el subcontinente y convertirlo en desmovilizador de toda corriente de cambio, contrario a la extensión de pretensiones democráticas y socialmente sensible a reclamos de las grandes mayorías. El caso argentino, aunque haya sido consecuencia de comicios reñidos, intentará implantar una idealidad contraria a la orientación económica estatal y pública, lo que acompañarán sus poleas de trasmisión -las empresas de comunicación- que con consignas de “pluralidad, apertura, libertad” coadyuvarán a conculcar derechos y aplastar reclamos, proclamando lo que denominan “cambio cultural”, siendo aplaudido por sectores de la burocracia sindical.

Hay que señalar que el propósito del gobierno encabezado por Mauricio Macri, que otras corrientes afines a éste intentan imponerle a sus países, hace hincapié en criticar regulaciones económicas estatales -afirmando siempre que son excesivas- y apuntando bondades a lo privado en detrimento del Estado, al que denuncia como ineficaz y a sus autoridades como corruptas, practicantes de clientelismo laboral.

En ese sentido, los pasos dados por Argentina en materia económica imprimen una orientación de apertura al capitalismo, local o internacional; flexibilizan el mercado desregulándolo, al tiempo que reducen drásticamente la inversión pública, aunque no consiguen eludir -todavía- a los economistas ultraortodoxos insatisfechos con el gobierno al que exigen ir más fondo con los cambios.

Para ejemplo de lo que se sostiene sirven las primeras medidas acordadas por el macrismo: dar razón a las exigencias de los agroexportadores, eximiendo o reduciendo aranceles; nivelación y apertura del mercado de divisas -lo que dio como resultado una devaluación-; acuerdo y pago de los denominados “fondos buitre” (alrededor de 9.362 millones de dólares).

O sea, como se dice desde el sitio de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), de la cual es líder hasta 2021 el mexicano Ángel Gurría: “Reúne a un grupo de países con ideas similares. Esencialmente, el ser miembro de la organización depende del compromiso de un país hacia la economía de mercado y la democracia pluralista”.

Cuando vemos las PASO directamente -sin plantearnos ningún escenario de simulación de desarrollo de sus fuerzas- debemos señalar que hubo un incremento del voto hacia Cambiemos en todas las provincias y no solo en la Ciudad de Buenos Aires. El oficialismo creció -en algunos bastiones del peronismo y en otros-, como Córdoba, Mendoza, San Luis, Entre Ríos, Santa Cruz, La Pampa, Corrientes, Jujuy y provincia de Buenos Aires. Dentro de la alianza que sostiene a Macri, quien más ganó fue el Pro (Propuesta Republicana) fundado y dirigido por el presidente en 2001 y al que se define como de perfil «eficientista», que entiende la actividad política como una carrera tecnocrática y privilegia el mercadeo sobre la militancia.

Esa expresión es la que aumentó el caudal de votos pese a que en 20 meses cayeron los salarios y su poder adquisitivo; crecieron los despidos, la desocupación y la pobreza; se redujeron  libertades y derechos humanos, siendo ejemplo de ello la prisión de Milagro Sala y la desaparición de Santiago Maldonado. Sobre este último, como dice el maestro Osvaldo Bayer: “Detrás del rostro de otro desaparecido, andaremos sin desandar ni un solo milímetro recorrido”.

Debe decirse que entre los “ganchos” del macrismo neoliberal y conservador hubieron quienes creyeron en alguna de sus propuestas de justicia, insertada en la perspectiva de “igualdad de oportunidades”, sin demasiadas explicaciones que superen la abstracción del elogio al sacrificio individual y la meritocracia reconocida. En la capital del país, hay que agregar lo que suman analistas, de que el macrismo logró hacer incidir valores pos-materiales, más allá de las necesidades cotidianas, seduciendo a clasemedieros acomodados y antiperonistas, sobre todo donde sectores privilegiados tienen una vida más parecida a sus pares de Nueva York o París que a los sufridos que habitan el conurbano bonaerense a un viaje en ómnibus de distancia.

Si a lo anterior le sumamos las debilidades ideológicas del populismo y las fronteras del progresismo, que no se plantea superar las barreras del capitalismo, coincidiremos con el trabajo de la abogada Julieta Bonsignore -de la Universidad de Buenos Aires- que afirma: “Esta situación de evidente conflicto social se contrapone a la debilidad de la principal fuerza opositora al gobierno que mostró su fragilidad fragmentándose primero al interior del bloque legislativo y luego expresando divergencias sobre el reordenamiento del bloque opositor peronista: en tanto no todos reconocen la figura de Cristina Fernández de Kirchner como conducción, aunque sea la figura opositora con mejor imagen y caudal de votos. Las respuestas de las clases subalternas ante las medidas de gobierno han sido disímiles y poco efectivas, beneficiando al bloque  en el poder.”

Alguien que no quiere al peronismo y mucho menos a la señora Kirchner, Jorge Fernando Díaz -que, además, escribe en un diario de la oligarquía- sin embargo, lanzó la advertencia: “No subestimar a Cristina”, a la que más adelante llama Pasionaria de El Calafate y agrega que “el kirchnerismo no es inocente de las penurias actuales”. Asimismo, le adjudica -cual problema- a la ex presidenta «las virtudes de Terminator: cuando la dan por muerta, se levanta y sigue disparando o vuelve del futuro para arrasar con sus enemigos”.

Queda en el tintero para considerar después de octubre, cómo se da el posicionamiento de las agrupaciones y organizaciones neokirchneristas, no agrupadas orgánicamente en el justicialismo. Se trata, según se ve, de una especie de peronismo por fuera de “los partidos”, al margen del Partido Justicialista.

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