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Aquella bala no mató su sueño por Ernesto Kreimerman

Aquella bala no mató su sueño por Ernesto Kreimerman
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A 50 años del asesinato de Martin Luther King

Tendría ahora, de haber sobrevivido a la violencia de su década, 89 años. Los habría cumplido el pasado mes de enero. Más precisamente, el día 15. Pero una bala certera e infame acabó con su vida un 4 de abril de 1968, cuando se preparaba para concurrir a un acto en apoyo a los derechos de los basureros negros de Memphis, en Tennessee. Una huelga por mejor salario, como tantas otras. Pero distinta, porque reclamaban mejor e igual trato que el que se les daba a sus colegas de piel blanca. Entre otras asimetrías, y sólo por recordar una, mientras los empleados blancos cobraban su salario toda vez que el clima hacía imposible cumplir la tarea, los empleados negros no.

Martin Luther King fue asesinado cuando apenas tenía 39 años de edad. Fue un pastor bautista que dedicó su vida, desde sus 20 años, a la causa de los derechos civiles de los negros. En eso se jugó la vida. Y en eso, dio su vida.

I have a dream, yo tengo un sueño, había dicho con voz firme y serena a una multitud como nunca antes se había juntado al pie del Lincoln Memorial. Allí dio el más enérgico y conmovedor discurso, las palabras que marcaron un tiempo histórico. Aquel 28 de agosto de 1963 se escuchó en Washington el más intenso de los reclamos, expresado en la movilización más grande del siglo XX.

MLK era consciente, y así lo manifestó desde el comienzo, que aquella sería “ante la historia, la mayor manifestación por la libertad en la historia del país”. Lo expresó con radical claridad: Estados Unidos había incumplido “la promesa de que a todos los hombres les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Para MLK “1963 no es un fin, sino el principio”. Era muy amplia la brecha para cerrarse muy rapidamente. Lo expresaba con claridad: “no habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia”.

Las demandas de MLK no se reducían a un reclamo de derechos formales. Por el contrario, este pastor iba más allá: “nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos mientras un negro de Misisipi no pueda votar y un negro de New York considerede que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que justitica ruede como el agua y la rectitud como una poderosa herramienta”.

Una esperanza

En aquella calurosa tarde de Washington, Martin Luther King no sólo hizo una demostración de su ascendente convocatoria, de la adhesión de miles y miles de ciudadan@s negr@s a sus movilizaciones pacíficas, sino que plantó una esperanza de que había un camino y que era posible recorrerlo desde la dignidad, en libertad y justicia. “Todos los hombres son creados iguales”…una obviedad podría objetarse hoy. Pero no lo era hace apenas cincuenta años atrás, e incluso aún hoy hay verguenzas por denunciar. Seguramente hoy el propio MLT expresaría un poco diferente este mismo principio, y diría “todos los seres humanos, hombres y mujeres, mujeres y hombres, somos creados iguales”.

Del “yo tengo un sueño” al “hoy tengo un sueño”. De la afirmación y reafirmación del liderazgo al sentido de la urgencia, del que ya no puede esperar porque es y son los desposeídos, los faltos de libertad e igualdad, de derechos. Del yo al hoy. Del yo del pastor, del hombre religioso, del conductor que lleva la palabra de su Dios, al dirigente social de causas urgentes, al que aglutina junto a sí a miles, millones, de sumergidos, sometidos a situaciones extremas, cuya solución no puede esperar. Ese es el MLK del verano de 1963. Un religioso sí, pero más que nada un dirigente social que habla en nombre de millones, que se movillizan ante su convocatoria.

“Hoy tengo un sueño” reitera una y otra vez MLK al finalizar aquel discurso dirigido “a todo el género humano”. “Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos” puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: “Libres al fin”.

Una nueva dimensión

Desde aquella tarde la dimensión de MLK cobró dimensión universal. Y en 1964, el 14 de octubre, recibe el premio Nobel de la Paz, por su lucha no violenta para eliminar los prejuicios raciales en los Estados Unidos. Pero ya aquel 1964 puso a King muchas veces a prueba, debiendo hacer frente a los debates dentro del propio movimiento por los derechos civiles, con sus diferentes prioridades y estrategias, y también a supremacistas blancos cada vez más violentos, aliados a gobiernos locales y estatales, con decenas de heridos e incluso muertos.

Esa misma alianza racista acusaba a MLK de haberse transformado en un radical, un enemigo de la polìtica exterior estadounidense, un líder religioso-social que exigía no sólo para los afroestadounidenses sino para todos los pobres estadounidenses.

Para muchos, MLK selló su suerte cuando el 4 de abril de 1967, en NYC, en un encendido discurso fija posición contra la guerra de Vietnam, condenando la polìtica belicista señalando, sin ambigüedad, que aquella guerra se nutría de los fondos de los suspendidos programas contra la pobreza… “así que cada vez más, me vi obligado a ver la guera como enemiga de los pobres y a considerarla como tal”. Y fue, como en ocasiones anteriores, un discurso sin concesiones: “Llega un momento en que el silencio es traición. Ese tiempo ha llegado para nosotros en relación a Vietnam…Tenemos que hablar con toda la humildad que se adecue a nuestra visión limitada, pero debemos hablar”.

MLK no se limitó a cuestionar la guerra y fijar una posición antibelicista. Fue mucho más allá: “una nación que sigue gastando año tras año más dinero en defensa militar que en programas de movilidad social se acerca a la muerte espiritual”.

El legado conceptual de MLK se manifiesta de manera contundente en estas dos estudiadas piezas oratorias: “Yo tengo un sueño” y “Más allá de Vietnam: el momento de romper el silencio”.

Asesinato y continuidad

Un año después de su contundente pronunciamiento sobre la política belicista y los recortes presupuestales a los programas dirigidos a los pobres, MLK era asesinado. La estatura de aquel pastor ya había trascendido su ámbito original de acción. Su preocupación se fue extendiendo a otros ámbitos de la vida del país, y se reclamaba su presencia allí donde había una injusticia que denunciar, que combatir.

Martin Luther King es asesinado cuando manifestaba su apoyo a un conflicto de los trabajadores negros pobres. Hoy MLK sigue presente y redimensionado se cuela en todas estas nuevas batallas. En las actuales “marchas por nuestras vidas” su nieta, de apenas 9 años, fue una de las oradoras. En su breve discurso, recordó a su abuelo: “Yo tengo el sueño de que ya basta…y de que éste debe ser un mundo libre de armas; punto”.

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